Un lugar llamado Tuvalu
Tuvalu condensa un depurado andamiaje estético y un original planteamiento gramático exento de diálogos. Homenaje al expresionismo alemán y al cine silente, es una contundente demostración del triunfo de la imagen de aliento poético, sobre el discurso y la rutina.
Tuvalu es un homenaje a la actividad de hacer películas y a los directores que admiro (Fellini,Truffaut, Kusturica). La alberca es el reflejo de un mundo que ya no existe y el largometraje es como una obra de la era análoga. Antes, la gente utilizaba máquinas de escribir, escuchaban acetatos y se reunían en sitios como esta alberca. Ahora escriben en computadoras, escuchan discos compactos y se encuentran en Internet. Tuvalu es un homenaje aquellos paraísos perdidos.
Veit Helmer
El nombre de Tuvalu remite a un país insular de no más de 11 mil habitantes, situado en el océano pacífico, el cual es la cuarta nación más pequeña del mundo. La palabra Tuvalu significa ‘ocho islas’ en lengua tuvaluana (aunque en realidad el país está dividido sólo en nueve). En términos cinematográficos, Tuvalu es el nombre de un excepcional filme alemán creado por Veit Helmer en 1999.
Nacido en Hannover en 1968, este realizador, productor y guionista, emprendió una precoz carrera en el séptimo arte cuando tenía apenas 14 años, época en la que rodó su primer cortometraje en formato de Súper 8 mm. En 1988, luego de trabajar algunos años como asistente de director, obtuvo una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) para formarse como actor en la academia Hochschule für Schauspielkunst Ernst Busch. Después cursó estudios universitarios en la Hochschule für Fernsehen und Film de Munich, una de las mejores escuelas de cine y televisión de Alemania.
Helmer cobró notoriedad con sus primeros cortometrajes Tour d’amour (1989), Tour Eiffel (1994) y Surprise (1996), reconocidos y laureados en varias partes del mundo, así como por sus spots publicitarios para empresas como Coca-Cola y Vodafone.
EN BUSCA DEL PARAÍSO
Tras recorrer un largo y en ocasiones sinuoso camino, el cual implicó un proceso de tres años de escritura del guión, la búsqueda del financiamiento y el apoyo de una distribuidora, la ubicación de la locación ideal entre varias ciudades de Europa del Este y una exhaustiva selección del elenco a través de un maratónico casting en el que se entrevistó a más de 1,000 actores procedentes de 12 países, Tuvalu (1999) se fue constituyendo en una cinta única y paradigmática.
En la sinopsis oficial de la película puede leerse: Anton, un joven aprendiz de monitor de natación, mantiene la ilusión de su padre ciego de que la piscina siga intacta y muy concurrida. Anton es un excéntrico solitario que sueña con navegar por los anchos mares rumbo a Tuvalu, sueño que comparte con Eva, joven de 18 años a quien le agrada mucho el carácter especial de Anton. El fallecimiento de su padre en la piscina al caerle un trozo de techo les impide salir al mar con el remolcador de Eva. El culpable de lo sucedido no es otro que Gregor, el hermano de Anton, cuyo objetivo es destruir la piscina, y de paso toda la ciudad, para reemplazarla por una nueva ciudad futurista. Anton tiene difícil la labor de salvar la piscina y mantenerla abierta, pero todo resultaría soportable si al menos se ganara el corazón de Eva. Aunque representativo, el resumen queda corto y no muestra en cabalidad los alcances y el resultado en conjunto de tan singular producción
El largometraje, que rinde homenaje a los inicios del celuloide, a su época silente y en particular al género de comedia de ‘pastelazo’ o slapstick, encuentra una de sus más evidentes fuentes de inspiración en el expresionismo de pintores como Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel y Karl Schmidt-Rottluff, así como en el manifestado por cineastas germanos como Fritz Lang o F. W. Murnau.
Una notable dirección artística, una iluminación llena de contrastes y una inquietante fotografía a cargo de Emil Hristow (en blanco y negro pero virada a distintos tonos que van del sepia al azul, pasando por el rojo y el verde, a través de un proceso que consiste en copiar el material en blanco y negro sobre película de color), dotan al filme de un sugerente potencial en el aspecto visual. Por otro lado, valiéndose de más de 8,000 figuras miniatura se efectuaron las tomas de mayor complejidad de la cinta, así como sofisticados efectos.
Con una historia que entreteje de manera armónica elementos de lo fantástico, la comedia y el cuento de hadas, la cinta prescinde de diálogos; sólo se escuchan palabras sueltas, onomatopeyas, sonidos, música y silencios, lo que le confiere un extraño y cautivante magnetismo.
Rodada durante 70 días, Tuvalu recrea un estilizado universo onírico empleando un lenguaje cinematográfico superlativo con el cual, aparte de rendir tributo a la cinefilia de su realizador, se denuncian las cosas buenas que se ha encargado de desaparecer la modernidad y el progreso, además de mostrar la senda para la madurez, el proceso de volverse adulto.
Entre el palmarés que compiló Tuvalu alrededor del orbe, destacan el premio al mejor director del Bavarian Film Award (2000), el extraño galardón sobre producción visionaria del Festival de Cine de Birmingham (2000), el Gran Premio del Filme Fantástico Europeo en Plata del Festival Internacional Cine Espoo (2000), el Premio de la Audiencia en el Festival de Fantasporto (2000), el Premio Especial del Jurado al Filme Fantástico Internacional (2000), y el Premio del Público en el Festival Max Ophüls (2000).
FUERTE ES EL SILENCIO
De su peculiar forma de desarrollar la obra, Helmer afirmó en una entrevista que ésta “se hizo con métodos tradicionales porque, entre otras cosas, trata de las dificultades con que los humanos se adaptan al cambio de los tiempos. Hoy en día, en los filmes lo habitual es ver a gente hablando sin parar, con lo que se ha perdido el poder sugestivo de lo visual. Antes no se usaba el diálogo porque no había la técnica. Después llegó y se hizo el diálogo. Pero, ¿para qué? Sólo porque la técnica permite ir a la Luna, uno no tiene que ir a la Luna. Sólo porque hay película a color no tiene que estar prohibido hacer películas en blanco y negro. Uno necesita un medio de expresión para lo que quiere contar. Y para lo que yo quería contar, las palabras eran un medio errado, contraproducente o destructor, porque no hubieran dejado tanto espacio a las imágenes como el que tienen ahora. Para eso uno tiene que confiar en sus imágenes y estar seguro de que éstas sustituyen lo que uno normalmente expresa con diálogos”.
Primeros planos, lenguaje corporal y gestual, colores, sonidos que reemplazan palabras y construyen una gramática interesante y original, que demanda del espectador mucha colaboración para llenar los posibles vacíos, hacen de la ópera prima de Veit Helmer un largometraje de trascendencia y más aún, imprescindible.
Correo-e: ladoscuro73@yahoo.com.mx
FICHA TÉCNICA
Título original: Tuvalu
Año: 1999
País: Alemania
Género: Comedia
Duración: 101 minutos
Producción: Borough Films / Filmboard Berlin-Brandenburg (FBB) / Filmförderungsanstalt (FFA)
Dirección: Veit Helmer
Guión: Veit Helmer y Michaela Beck
Edición: Araksi Muhibyan
Fotografía: Emil Hristow
Música: Goran Bregovic y Jürgen Knieper
Reparto: Denis Lavant, Chulpan Khamatova, Philippe Clay, Terrence Gillespie, E. J. Callahan, Djoko Rosic, Catalina Murgea, Todor Georgiev.