Su tercera medalla de bronce ganada por México en aquella olimpiada de Berlín 1936, la obtendría en polo, una rama costosa, hecha para militares o gente de la nobleza, con poca presencia de competidores y que tendría cabida por última vez en dichos Juegos.
El equipo mexicano lo conformaban Antonio Nava Castillo, a cargo del grupo, Juan García Zazueta, Alberto Ramos Sesma, todos militares, y el único civil, Julio Muller García, originario de Chihuahua. Son sólo 17 los caballos, muy pocos para seis periodos de juego.
Compiten además Hungría, Argentina e Inglaterra, todos con equipo sobrado y hasta con caballos de más, como Argentina, que capitaneada por Carlos Zavala tiene a su disposición 40 caballos. El primer partido, ante Inglaterra, se pierde 13 a 11 en cerrado duelo.
En el segundo, contra Argentina, los mexicanos son arrollados por una aplanadora que no les permite respirar, y el marcador fue 15 a 5. Pero quedaba una esperanza, ganarle a Hungría, que había sido vencida por Inglaterra y por Argentina.
Ese día, para sorpresa de todos, el partido tiene un invitado especial, el mismo Adolfo Hitler, que entusiasmado y feliz observa. Todo el estadio está a favor de México y le celebra cada gol y así empiezan a contar hasta llegar a 16, pero entonces los caballos desfallecen.
Pero hay una reacción postrera, y al final México resulta ganador y con una medalla de bronce que también festeja el mismo Hitler, conociendo el odio que siente hacia los húngaros. Así, el equipo mexicano concluye su participación en una prueba ya no permitida.
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