Los Juegos Olímpicos de 1936 fueron una pausa, antes y después de ellos se respiraban en el Viejo Continente aires de incertidumbre e intranquilidad. En 1938 el Comité Olímpico Internacional atribuyó la organización de los Juegos a la ciudad de Londres para celebrarlos en 1944.
Pero es en 1939 cuando estalla la Segunda Guerra Mundial. Entonces todo cambió, pues la gran conflagración transformó el vivir de muchos países. En 1942 murió el conde Baillet Latour, presidente del Comité Olímpico, al enterarse que uno de sus hijos había muerto en combate.
Llega 1944 y la guerra continúa, pero el Comité Olímpico Internacional realiza una reunión de emergencia en Lausana y acuerda respetar el acuerdo de darle a Londres la sede de los Juegos de 1948 si la guerra terminaba.
En 1945, al capitular Alemania y Japón, la guerra termina, pero gran parte de Europa está muy dañada. En 1946, el Reino Unido acepta organizar los Juegos de 1948, aunque advierte que serán austeros. La noticia causa alegría en el mundo entero.
En México, el entusiasmo se desborda pues hay un gran número de deportistas que en varias disciplinas se estuvieron preparando, hay buenos nadadores y mejores clavadistas, pero las mayores esperanzas están en las pruebas ecuestres.
En la cercana ciudad de Parral, Chihuahua, en 1913 había nacido Humberto Mariles Cortez, quien desde su niñez tuvo especial cariño por los deportes ecuestres. Años más tarde, en las bellas praderas de los altos de Jalisco nació de ilustres padres desconocidos un hermoso caballo, alazán tostado, le llamaban Arete. De ambos comentaremos mañana.
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