En la consolidación de un equipo joven, que aspira a ser grande, y que ya es grande, claro que los títulos ayudan, pero también es comprensible admitir que éstos no se logran a voluntad, pues dependen de un sinfín de factores.
Pero que el Santos Laguna está jugando bien, ni quien lo dude, que su futbol está agradando donde se presenta, no tiene discusión, y que ya tiene el respeto de los otros 17 equipos de Primera División es algo muy reconocido.
Entonces lo que está faltando es algo increíble que en otros tiempos le sobró y lo convirtió en la pesadilla de los equipos que venían al viejo Estadio Corona, lugar convertido hoy en un solar vacío sin piedra ni muro alguno y donde sólo corretean las lagartijas.
Al Santos de hoy sólo le falta el apoyo y sobre todo el reconocimiento de su propia afición, la misma que lo alentó cuando nació, la que sufrió con las primeras derrotas y gozó con las primeras victorias, la que inventó la santosmanía y que hoy casi lo tiene abandonado.
Porque al cambiar de domicilio, al mudarse a su nueva y bonita casa, su vieja afición no apareció o lo hizo callada, escondida y no sabemos el porqué, pues Santos sigue de protagonista presente en varias finales. Se dice que ya hay asomos de apoyo, pero faltan.
Tal vez la razón esté en quienes exigen que se gane siempre, que no haya derrotas, pero es confundir y engañar, pues el deporte debe tener de todo; lo practican seres humanos, por ello insistiremos en la necesidad que tenemos de contar con una cultura del deporte.
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