E Ntiendo que escribir esta nota es políticamente incorrecto, pero siempre he pensado que los aplausos van al final y no al principio de la actuación. Bien sé yo que lo que hoy toca es preparar fanfarrias y mojigangas para reverenciar al presidente que llega y silenciar cuanto antes al que se va, aunque creo que a Felipe Calderón nadie tendrá que silenciarlo ya que es un hombre congruente quien tras seis años detentando el máximo poder del país, sigue siendo el hombre sencillo que gobernó con aciertos y desaciertos; pero siempre valiente y fiel a sus principios democráticos.
Como todos sabemos Felipe de Jesús Calderón Hinojosa asumió su mandato en condiciones francamente hostiles. Apareció como un mago en un recinto invadido por la horda de vociferantes perredistas; quienes provistos de cobijas, tamales, y todo lo indispensable para su sobrevivencia, se habían encerrado ahí con el propósito de impedir a cualquier costo la toma de protesta. Nada ha sido fácil para quien entregará en unas horas más -ojalá que en mejores condiciones- la banda presidencial a su sucesor. Sólo su valentía y su convicción para aceptar una candidatura con el viento en contra que soplaba Vicente Fox, quien tenía previsto un candidato menos incómodo para su Martita presidenta. Nada ha sido sencillo para el hombre que mantuvo una reñida y difícil campaña contra el candidato más necio y obsesivo de la historia de México; quien nunca aceptó su derrota y después de autonombrarse "El Legitimo", increpó al Presidente: la mafia en el poder, el espurio, Fecal… gritó en cada pueblo, en cada ranchería durante los seis años que duró su segunda campaña presidencial; que precisamente por terco, grosero y apocalíptico, volvió a perder. Pero como afirma una Ley de Murphy "todo lo que va mal todavía puede empeorar".
A partir de que Calderon tuvo la osadía de declarar la guerra a un narcotráfico crecido y fortalecido en la tolerancia, en el dejar hacer, y en algunos casos hasta de la asociación con el poder que disfrutaron los capos de la droga bajo los mandatos priistas, como dejó bien claro en algún momento el exgobernador Sócrates Rizo al declarar que: "De alguna manera ellos tenían resuelto el problema del tránsito de la droga, pero había un control, y lo que controlaban los gobiernos priistas, era que el tráfico no perturbara la paz social, de que de alguna manera, se les decía (¿a los capos? pregunta quien suscribe esta nota) tú pasas por aquí, tú por allá, nada más no me toques aquí".
Desgraciadamente, a pesar de los indiscutibles logros obtenidos, la lucha antinarco que ha cobrado tantas vidas, no ha dado -ni dará- resultados espectaculares, y quienes en principio aplaudieron la decisión del Presidente Calderón, ahora lo llaman asesino; aunque nadie -al menos que yo lo sepa- haya propuesto todavía una solución viable al problema. Con todo en contra, Felipe Calderón nunca dudó en presentarse y dar la cara en las violentas zonas fronterizas, ni ha retrocedido ante las amenazas y las culpas que le imputan.
Con aciertos y con errores, pero más de lo primero que de lo segundo, según su leal saber y entender nuestro presidente trabajó cada día de su mandato persiguiendo siempre el bien social y nunca el personal. En unas horas más retomará su vida ciudadana dejando un país a toda marcha donde a pesar de la violencia que padecemos, la inversión extranjera no ha dejado de fluir, y tenemos una estabilidad económica que en este momento muchos países envidiarían. Calderón no metió mano ni dineros públicos para apoyar a su partido en las pasadas elecciones, y fiel a sus principios democráticos, fue el primero en reconocer la derrota electoral de su partido.
Hoy disfrutamos de una libertad de expresión que nunca conocimos con los Dinosaurios. Contamos con reservas como nunca antes, y nuestra situación desde el extranjero es vista con gran optimismo. Un país joven y vital como el nuestro siempre está construyéndose. Hay mucho que hacer y ojalá siempre lo haya. Hay mucho que corregir, pero estamos en el camino. Y ya, ya estoy lista para recibir los mailazos que mandarán los sembradores de odio que nunca faltan. De aquellos que al salir de Los Pinos se sintieron personalmente damnificados porque en su pequeñísima mentalidad consideraban a México exclusiva propiedad del PRI. De aquellos que no están dispuestos a reconocer lo que se hizo, pero sí a subrayar lo que no se pudo hacer ante el empeño de un Legislativo mayoritariamente opositor que se afanó en dinamitar toda iniciativa de cambio. Aquellos que no aflojan con los millones de pobres que tanto han contribuido a crear.
Ni modo, esperaré con paciencia a que la historia haga su juicio y mientras tanto sólo me queda desear que el Presidente que llega, sea un hombre tan virtuoso como el que se va.