Una comedia como ninguna
Aunque en su momento pasó desapercibida en taquilla, El gran Lebowski es hoy una comedia referencial no sólo de la filmografía de los prolíficos hermanos Coen, sino de todo el cine independiente.
¿Qué haría una persona común si de pronto entran a su casa unos cobradores de mala ley para reclamarle un dinero porque lo han confundido -¡vaya confusión!- con un millonario homónimo, casado con una disoluta y gastadora mujer, y durante la ‘averiguación’ le orinan la única alfombra que tiene? a) Olvida el incidente; b) acude a la policía; c) busca a los sujetos para vengarse; d) va a casa del millonario para exigirle la reparación del daño. Un ciudadano promedio se decantaría por la opción a, quizá la b; algunos más osados por la c, pero difícilmente alguien ‘normal’ tomaría la ruta trazada por la alternativa d, porque sencillamente es absurda. Pero Jeff Lebowski, alias The Dude, no es un individuo cualquiera. Es un vago de Los Ángeles que se dedica a jugar boliche, beber rusos blancos y andar en fachas. Así que opta por ir a exigirle al millonario que le reponga su alfombra, sin imaginar lo que ese encuentro desencadenará.
El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998) es la séptima película de los hermanos Ethan y Joel Coen, una comedia -quizá la mejor de ellos- que ha adquirido el estatus de cinta de culto y referencia obligada del género en el cine independiente norteamericano. Alocada, imprevisible, surrealista, ácida, enredada, divertida, la trama avanza entre la carcajada y el asombro con unos personajes que bien podrían haber salido de algún manicomio. Es el universo de los Coen en plena expansión.
EL ENREDO DE LA TRAMA
Convencido por su compañero de bolos Walter (John Goodman), un desequilibrado veterano de guerra, Dude visita al magnate Jeffrey Lebowski (David Huddleston). Éste, como era de suponerse, lo manda al carajo con su reclamo de indemnización. Pero el desaliñado Dude sale de la mansión con una costosísima alfombra que obtuvo al engañar a Brandt (Philip Seymour Hoffman), el asistente del millonario. En su trayecto hacia el exterior conoce a Bunny (Tara Reid), la joven y atractiva esposa del gran Lebowski. A partir de aquí se empieza a tejer una enmarañada red de situaciones e intereses con los más disparatados personajes.
Brandt llama a Dude para pedirle que vuelva a la casa, pero no por la alfombra sino para proponerle un ‘negocio’. La esposa del señor Lebowski ha sido secuestrada, al parecer por los mismos tipos que arruinaron su alfombra. Se pide un rescate de un millón de dólares. Si él acepta ser el intermediario en la negociación, recibirá 20 mil dólares y podrá quedarse con la preciada alfombra; una propuesta irrechazable.
Maude (Julianne Moore), hija de Lebowski y excéntrica artista avant-garde, llega junto a dos asistentes al departamento de Dude para recuperar la alfombra de su padre porque para ella tiene un valor sentimental. Luego de esa reunión, el vago Lebowski vuelve a la mansión del gran Lebowski para recibir el maletín con el millón de dólares y un teléfono para ponerse en contacto con los secuestradores y hacer el intercambio. Pero su amigo lo arruina todo: los presuntos plagiarios reciben un maletín con la ropa sucia de Walter en lugar del dinero. Éste cree que Bunny se ha autosecuestrado y trata de convencer a Dude para que no se preocupe por la vida de la joven. Se quedan con el efectivo.
De manera vertiginosa, esa decisión mete a Dude a una espiral de enredo. Su automóvil es robado con el portafolio adentro. Denuncia el robo a la policía. Maude lo llama para pedirle que recupere el dinero, que pertenece a la Fundación Lebowski, y le ofrece una recompensa. El millonario y su asistente reprenden a Dude por no haber pagado el rescate, él les platica la tesis del autosecuestro; ellos le muestran un dedo presuntamente cortado a la plagiada. Recupera su carro, pero sin el maletín. Se presentan los supuestos secuestradores, unos tipos llamados ‘los nihilistas’, para exigirle el pago.
Dude y Walter descubren quién robó el auto, un adolescente llamado Larry. Pero él no tiene el dinero. Unos sujetos llevan a Dude a la casa de Jackie Treehorn (Ben Gazzara), un productor de filmes porno con el cual Bunny tiene deudas. Treehorn quiere información sobre la mujer y ofrece a Dude dinero, quien dice lo que sabe antes de caer sedado. Aparece después corriendo en medio de la calle. Es llevado ante la policía y golpeado. Regresa a su casa, que ha sido esculcada. Allí encuentra a Maude, quien lo seduce para quedar embarazada. Luego entra a la trama Da Fino (Jon Polito), un investigador privado contratado por los padres de Bunny para encontrarla y pedirle que regrese a casa... y así, la aventura parece no terminar.
EL GENIO DE LOS COEN
Como en las demás cintas de los hermanos Coen, el guión es la pieza angular de esta atípica y divertida comedia. Escrito sobre la base de diferentes historias de individuos asombrosamente reales que fueron conociendo a lo largo de varios años, el argumento de El gran Lebowski es complejo pero no se pierde en esa complejidad. Punto de cohesión de las abundantes subtramas y múltiples personajes es la figura central de Dude. Todas las historias y sujetos terminan por converger en él. Y aunque poco acaba por resolverse, el trayecto seguido por el protagonista resulta un deleite para el espectador, por los giros inesperados, las cómicas digresiones y los diálogos irreverentes que rayan en el absurdo. Nada es previsible en el mundo de los Coen.
Pero más allá del enredo y del absurdo, el ‘cineasta bicéfalo’ construye una fina parodia de la sociedad noventera de Los Ángeles, “en los tiempos de la guerra contra Saddam”, como cuenta el extraño vaquero que narra esta aventura. Como auténticos Aristófanes o Petronios de nuestro tiempo, Ethan y Joel satirizan la realidad de una desparramada, ambiciosa y pretenciosa urbe, siempre bajo la influencia de Raymond Chandler, escritor norteamericano de novela negra, de quien toman esa visión interclasista y panorámica de la sociedad.
Sin mayores dificultades que las planteadas por el guión mismo, la dirección, a cargo de los propios hermanos, toma de la mano al espectador para introducirlo en un viaje demencial que pese a lo increíble de las circunstancias, situaciones y personajes, cobra sentido dentro de una lógica que sólo los Coen pueden crear. Apoyados en su fotógrafo de cabecera, Roger Deakins, imprimen al relato una atmósfera ácida y retro -pero nunca nostálgica-, que encuentra su cenit en las escenas del boliche, lugar donde Dude y sus amigos se reúnen, conversan y ‘enloquecen’.
El montaje, realizado por Ethan y Joel bajo el seudónimo Roderick Jaynes, cohesiona esta vertiginosa e intrincada trama y da sentido al virtuosismo narrativo coeneano; destaca sobre todo la edición de las secuencias oníricas, cuando Dude sufre los desmayos. Notables también son las actuaciones, de las que sobresalen las de Bridges en uno de sus más brillantes papeles, Goodman, Hoffman, Moore, Steve Buscemi y John Turturro, los dos últimos en papeles secundarios. Los personajes interpretados por estos actores tienen en la música el refuerzo de sus perfiles; la cuidadísima banda sonora es otro de los múltiples aciertos de un filme que, ignorado en su momento por la taquilla, se ha convertido en una comedia clásica imperdible.
Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx
FICHA TÉCNICA
Título original: The Big Lebowski
Dirección: Joel Coen
Guión: Ethan y Joel Coen
Producción: Ethan Coen
Fotografía: Roger Deakins
Edición: Roderick Jaynes y Tricia Cooke
Reparto: Jeff Bridges, John Goodman, Steve Buscemi, Julianne Moore, David Huddleston, Philip Seymour Hoffman y John Turturro.
El trayecto seguido por el protagonista resulta un deleite para el espectador, por los giros inesperados, las cómicas digresiones y los diálogos irreverentes que rayan en el absurdo. Nada es previsible en el mundo de los Coen