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Una elección compleja

RENÉ DELGADO

Entre luces y sombras arrancó la campaña electoral 2012, cifrando en su contradicción la posibilidad de renovar el turno en el poder, no el poder en turno.

El aspecto sombrío de la elección es ese: ningún partido se interesó por el rediseño del régimen para que, en caso dado, su abanderado tenga un mayor margen de maniobra política y de gobierno y, de esa manera, la elección -al tiempo de renovar el turno en el poder- inaugurara el poder en turno. Quien ocupe Los Pinos llegará a una residencia con muchas de sus recámaras clausuradas por su inutilidad o deterioro.

El aspecto luminoso de la elección es que, pese a esa limitación, coloca a la ciudadanía ante dos proyectos. Pueden el priismo y el panismo empeñarse en subrayar sus diferencias pero, en el fondo y en la forma, han mostrado no ser muy distintos. Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón lo saben: su sobrevivencia fue producto de ese parecido disfrazado de diferencia. Y, ahí, en la similitud de sus adversarios, la izquierda lopezobradorista encuentra su desafío: hacer de ese problema su oportunidad política viniendo del sótano de las preferencias.

Lo curioso de la elección es que quienes determinarán el derrotero del próximo sexenio serán los indecisos.

Compleja en sí por lo que la elección entraña, la campaña 2012 arranca sin que la administración calderonista ofrezca garantías en materia de seguridad y libertad a candidatos y ciudadanos.

El justificante de la administración ante su incapacidad para asegurarle al Estado el control del territorio, el monopolio de la fuerza y el del tributo es de una pobreza infinita. Clama con orgullo el mandatario que podría ser peor. Esa es la visión y la gloria del administrador de la República: la cosa está mal, pero podría estar peor.

Al menos y hasta ahora, de 13 candidatos a un escaño, una curul o un ayuntamiento se sabe que el crimen los ha desaparecido, amenazado de muerte o, peor aún, victimizado con el secuestro de algún familiar para obligar su renuncia al concurso. Para ellos, la respuesta oficial ha de sonar a insulto: qué pena, pero podría ser peor.

El punto delicado es que, hoy, la violencia recuperó un espacio inconmensurable y no está claro si sólo los criminales con credencial hacen uso de ella. Desdibujada la frontera entre crimen y política, cualquiera puede echar mano de ella. Todo como si 18 años atrás, 1994, el país no hubiera sobrevivido ya ese capítulo negro.

Puede el mandatario empeñarse en buscar resquicios legales para intervenir en la campaña pese a la prohibición establecida, pero más debería ocuparse por evitar el descarrilamiento del concurso.

Facilita y dificulta la elección, la nueva legislación en la materia.

Sin ignorar sus errores, la trompicada aplicación y administración de esa legislación por parte de los órganos electorales ha provocado un legítimo e ilegítimo rechazo a ella por parte de partidos, candidatos, medios electrónicos y escuderos gratuitos. De muy buena y de muy mala fe se ha impugnado esa legislación, olvidando su origen: el peligro en que el país estuvo en 2006, cuando casi cae en una crisis constitucional derivada del intervencionismo presidencial y de poderes fácticos en el concurso. La nueva legislación no fue una ocurrencia, fue la reacción al abuso del poder formal o informal que por poco arrastra al país a una crisis política superior a la que sobrevive.

El cuestionamiento interesado y desinteresado a esa legislación ha oscurecido sus aciertos. La pausa electoral impuesta después de la precampaña presidencial colocó en la vitrina las negociaciones y las transas hacia dentro de los partidos en la integración del listado de candidatos al Congreso. Se pudo ver con nitidez con qué gente de bien y con qué gente de mal andan los partidos, sus aliados y sus cómplices. Y, a la luz de ello, reconocer algo que la memoria resiste a borrar de la conciencia política: cuenta sí el candidato al Poder Ejecutivo, pero también el elenco postulado al Poder Legislativo.

Al desplazar a los entonces precandidatos presidenciales de la escena, esa pausa -además de dejar ver la forma de integrar el Poder Legislativo- expuso a los coordinadores de campaña y a los dirigentes partidistas. Personajes que habitualmente trabajan a la sombra de su jefe, pero que forman un estado mayor y toman decisiones fuertes. Ambos quedaron expuestos dejaron ver vicios y virtudes, eso beneficia al electorado que escapa al encandilamiento de un presidencialismo que ya no existe.

Hoy, antes de ir a las urnas el primer domingo de julio, hay que hacer un voto porque consejeros y magistrados electorales reconozcan que de la correcta aplicación y administración de esa legislación depende en mucho el desarrollo del proceso. Si algunos de los magistrados insiste en fijar tarifa a sus resoluciones, habrá que enlistarlos entre los traficantes de la justicia electoral. De seguro, estará de acuerdo en eso el señor Luna Ramos.

Extra a lo anterior, sin la propaganda desatada, se pudieron ver las machincuepas de los partidos, que como bancadas parlamentarias aprueban leyes para incumplirlas como cuadros o dirigentes. Ese fue el caso de la cuota de género.

El priismo descolló en ese campo. Habiendo aprobado la ley, interpuso un recurso para escapar de ella. A punto estuvo de doblar al Tribunal, pero al ver que descalificarlo como árbitro podría ser un boomerang, dio una muestra triple de su mezquindad política. En esa materia, Miguel Osorio Chong se dejó ver de cuerpo entero. El PRI vetó como candidatas a las mujeres tricolores que se empeñaron en hacer valer su derecho, inscribió a mujeres donde de antemano reconocen su derrota o echó mano de esposas, hermanas e hijas de los candidatos varones para respetar la "propiedad" de la posición, aunque el escaño o la curul no quedara a nombre de su dueño.

El panismo encontró en la cuota de género la solución que la dirección no podía dar un problema interno, y el perredismo, bueno, en una confederación de tribus, la endogamia no es una práctica desconocida.

Con todo, y a pesar de los vicios reseñados, la cuota prevaleció.

Con luces y sombras, con dificultades y facilidades, con peligros y riesgos arranca la campaña electoral que no ofrece renovar el poder, sino el turno en el poder... pero con un perfil bastante claro de quienes pretenden ocupar los palacios del Poder Ejecutivo y Legislativo. Tienen 90 días los indecisos para determinar qué derrotero seguir.

Sobreaviso@latinmail.com

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