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Una especie en peligro de extinción

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Una especie en peligro de extinción

Una especie en peligro de extinción

Fernando Ramírez Guzmán

Lugar de encuentro de cinéfilos y reducto de la nostalgia asociada al séptimo arte, el videoclub resiste heroico el embate de las nuevas tecnologías, la desigual competencia de la piratería y el acecho constante de la televisión restringida. Sin embargo, todo indica su inevitable desaparición de la faz de la tierra.

Los inicios del videoclub se remontan a la década de los setenta. En 1975, la compañía Sony sacó a la venta su primer video cassette recorder (VCR) o videocasetera de formato Betamax. Dos años más tarde, la RCA comercializó un nuevo formato de esta clase de aparatos: el vertical helical scan (VHS). En diciembre del mismo año el estadounidense George Atkinson (originario de Shangai, hijo de padre inglés y madre rusa) publicó en el diario Los Angeles Times un anuncio en donde informaba que alquilaba películas en video, en su tienda The Video Station, ubicada en el 12011 de Wilshire Boulevard en Los Angeles, California. En muy poco tiempo The Video Station se consolidó en el mercado y logró establecer poco más de 600 franquicias por toda la Unión Americana. Una nueva y lucrativa forma de distribución y exhibición de cine nacía para quedarse.

En México los videoclubes hicieron acto de presencia durante los ochenta. En 1984, con la aparición de la rama especializada en video de Televisa, Videovisa, y el surgimiento de los comercios especializados en el alquiler de cintas, de nombre Videocentro, debutó formalmente el negocio de la renta de videos. A la par, emergieron videoclubes independientes que ofrecían una inmensa gama de filmes de prácticamente todos los géneros. Estos sitios daban a sus clientes la inmejorable oportunidad de poder ver aquellos largometrajes que la limitada cartelera comercial del entonces monopolio de la exhibición cinematográfica del país, Compañía Operadora de Teatros (COTSA), dejaba fuera (especialmente en el interior de la república).

En un mismo espacio convivían Goonies, Gremlins, Porky’s y Nerds, con las nuevas y muy cuestionables figuras del cine de acción como Chuck Norris, Dolph Lundgren, Michael Dudikoff o Jean-Claude Van Damme, así como los títulos más conspicuos del cine nacional de ficheras. De hecho en México, como parte del boom del negocio del arrendamiento de películas en video, surgió un subgénero muy peculiar: el videohome, que demostró su aceptación masiva y la eficacia de un cine local para el consumo popular.

LOS PIRATAS LLEGARON YA

Poco a poco empezaron a proliferar los videoclubes, con pequeños pero abultados anaqueles dotados de un catálogo plural y diverso de cintas. En los primeros años de los noventa tres sucesos pusieron a temblar el negocio de la renta de video en México.

El primero de ellos ocurrió en el 91, con la llegada al país de la cadena Blockbuster Video, que apareció con un nuevo concepto: además de rentar y vender filmes, y alquilar videojuegos, puso al alcance de su clientela dulces, botanas, refrescos y helados. Un año después Videocentro dio la batalla lanzando su nuevo concepto, el Macrovideocentro. Como resultado de ese combate algunos pequeños establecimientos cerraron. Pero en 1993 las franquicias de Blockbuster se multiplicaron y el concepto de Macrovideocentro fracasó estrepitosamente y se fue a la quiebra.

Otro factor clave se dio porque a partir de 1989 la televisión restringida fue ganado terreno. También la aparición del sistema de televisión MMDS y el DTH, y sus servicios ‘pago por evento’ o VOD (video on-demand), supusieron, aunque en menor medida, una amenaza para el negocio del alquiler de video.

Pero indudablemente la piratería es el enemigo más fuerte de la industria del cine en sus tres rubros: exhibición, distribución y producción; y a partir de la aparición del DVD en 1997, el fenómeno creció de forma alarmante.

De acuerdo a datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma (Canacine), hoy nueve de cada 10 películas vendidas son copias ilegales. Asimismo, la Canacine estima que la industria de renta de videos en suelo mexicano se redujo en 43 por ciento en el periodo comprendido de 2006 a 2008.

En 2009 la Cámara Americana de Comercio (Amcham) realizó un estudio de mercado a través de la Tercera encuesta de hábitos de consumo de productos pirata y falsificados en México. En el sector de bajos ingresos un 92 por ciento admitió que compra piratería porque la consigue en cualquier lugar y es más barata, mientras que en el segmento de ingresos medios el 95 por ciento de los encuestados acepta consumir productos apócrifos.

Curiosamente es gracias al material pirata que los pequeños videoclubes independientes mantienen un stock actualizado y competitivo, al manejar títulos que están en cartelera o que incluso todavía no llegan a las salas de cine.

NUEVAS TECNOLOGÍAS, NUEVAS AMENAZAS

El 27 de marzo de 2006 Blockbuster bajó por última vez sus persianas en España. La principal causa, aparte de la piratería, fue la utilización indiscriminada de sistemas de descargas P2P por Internet: redes de intercambio como Napster, Kazza, eDonkey, o eMule, entre otras. A finales del primer trimestre de 2010, el gigante del alquiler de video amagó con suspender pagos en sus poco más de 7,000 establecimientos en Estados Unidos. La razón: el crecimiento del servicio de contenidos ‘a la carta’ a través de la web, y la descarga de filmes on line mediante de la banda ancha.

Aunque en territorio azteca la tendencia también apunta a la desaparición de los videoclubes, la situación se ve diferente y de manera un poco más lenta. A finales de 2011 se dio el lanzamiento formal de sitios de Internet que se asumen como videoclubes digitales. Amazon, Maxcom y sobre todo Netflix, que por 99 pesos al mes ofrecen una nutrida colección de títulos, aunque no muy actualizada. Como respuesta a esa transformación en el mercado, es de esperarse que Blockbuster México eventualmente lance su oferta de rentas de video en línea. Asimismo, en la red hay un sinnúmero de sitios de piratería digital que tienen disponibles contenidos audiovisuales sin costo, como es el caso de PelículasID.com, Surfthechannel.com o Seriesyonkis.com, por citar algunos.

Sin embargo, el hecho de que en nuestro país el acceso a las nuevas tecnologías es costoso, hace que estas grandes amenazas no lo sean a un corto tiempo para pronosticar aquí el fin de la era del videoclub tradicional. De acuerdo a estudios realizados en 2010 por la consultora The Competitive Intelligence Unit, en México existen 10.9 usuarios por cada 100 habitantes. Sólo en un 28 por ciento de los hogares hay computadoras y de ellas únicamente el 21 por ciento tiene Internet. Además el acceso a banda ancha es muy caro y malo: mientras que en Estados Unidos tiene una velocidad promedio de 14,618 kbps a un precio promedio de 8.06 dólares por megabit, aquí es de 2,513 kbps y a un costo estimado de 41.98 dólares, lo cual lo convierte en un servicio elitista.

Por estas razones, se podría aventurar que continuaremos teniendo entre nosotros la existencia de los tradicionales videoclubes, aunque cada vez en menor número.

Disfrutemos los últimos años de estos santuarios del entretenimiento y la nostalgia, y despidamos el ritual, tan demodé en el primer mundo, de acudir al videoclub, seleccionar la cajita con el título que más nos atraiga, disfrutar de la cinta en casa y salir corriendo a devolverla... no vaya a ser que nos cobren el retraso.

Correo-e: ladoscuro73@yahoo.com.mx

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