Desde hace una década la Comarca Lagunera se encuentra sumida en una situación de estancamiento económico. Luego del boom maquilador de la última década del siglo pasado y de la proliferación de las franquicias comerciales de principios del actual, son escasas las inversiones de gran impacto que han arribado a la región. Y el problema se ha agudizado en los últimos seis años.
Las causas de este estancamiento son múltiples. Por una parte está la incertidumbre económica que se ha vivido a nivel mundial. Primero fue la crisis de 2001 que se prolongó hasta el final del primer lustro de la centuria. Luego, cuando la tormenta parecía haber pasado, vino una crisis mucho peor, la de 2008, cuyos efectos aún se sienten.
Por otro lado está la cuestión de la creciente inseguridad en el país y la región. En el caso de esta última, decenas de negocios han cerrado sus puertas y otros tantos han visto afectadas sus ganancias debido a la delincuencia. Homicidios, secuestros, extorsiones, asaltos y robos comunes han contribuido a inhibir el desarrollo regional.
A lo anterior, hay agregar una causa no menos importante, a saber: la falta de visión de las autoridades municipales y el abandono en el que tienen los gobiernos estatales a la comarca, situación que ha impedido crear un plan de largo alcance para dotar a la región de la infraestructura necesaria para atraer inversiones.
Porque no se trata sólo de salir al mundo a promover las ventajas geográficas y climáticas que ofrece La Laguna, sino de potenciar las mismas con miras a forjar una vocación económica acorde a las características y necesidades de la región. Para esto hace falta un diagnóstico serio, la vinculación de los distintos sectores sociales que participan en el proceso productivo y el liderazgo de las autoridades para encauzar los esfuerzos.
Pero cuando vemos que los gobiernos no son capaces siquiera de ponerse de acuerdo en cuestiones tan elementales como la normatividad; de trabajar de manera eficiente en la construcción de obras, como la carretera San Pedro-Cuatrociénegas; o de cumplir los más pequeños compromisos, como el del fideicomiso para microempresarios (Fincoah), nos damos cuenta que mucho camino falta por recorrer para poner a la Laguna en el lugar que se merece en lo que a desarrollo económico se refiere.
Mientras las autoridades no asuman un papel más serio y protagónico en el desarrollo regional, La Laguna continuará sumida en el estancamiento.