Tragedia. La tarde del 11 de marzo de 2011 un maremoto arrasó Natori.
En la costa de esta ciudad, a unos 300 metros de la playa cubierta de nieve y detrás de unos pocos árboles, se levanta una casa de dos plantas abandonada, que fue semidestruida por el maremoto del 11 de marzo pasado. Los alrededores lucen vacíos. Es la casa que habitaba el señor Eiji Suzuki, de 70 años, junto a su hijo, su nuera y sus tres nietos.
"Al momento del sismo yo estaba en el hospital. Después me dirigí a mi casa, pero no había nadie allí. Dos de mis nietos estaban en el kínder y el otro en la escuela primaria. Me fui entonces a mi negocio, un estacionamiento de vehículos cercano al aeropuerto, entré a la oficina, pero tampoco había nadie. Debido a que yo no estaba escuchando la radio no estaba seguro de lo que estaba pasando".
El señor Suzuki ordenaba algunos papeles cuando vio venir la ola gigante. "El cielo cambió de color y se oscureció: el mar se acercaba con una ola de unos cinco metros de altura, era una gran pared de agua; cuando la vi venir, escapé", dice evocando lo ocurrido aquel día.
El mar penetró cinco kilómetros en la zona costera del gran Sendai, en la prefectura de Miyagi, donde está ubicada Natori, destruyendo cosechas, arrasando casas, vehículos, árboles, barcos y todo lo que encontraba a su paso. El aeropuerto local, cerca de la costa y a sólo 5 metros sobre el nivel del mar, quedó bajo el agua. El mar desbordado inundó 561 kilómetros cuadrados.
Ha pasado casi un año cuando el señor Suzuki lleva a un grupo de periodistas a ver lo que queda de la casa construida hace 75 años por sus padres y renovada hace un cuarto de siglo. En el inmueble de madera canadiense faltan algunos muros, los pisos se han perdido, los adornos del pórtico están destruidos y sobre el suelo aún quedan algunas cajas con utensilios maltratados o inservibles. Las paredes en pie revelan el impacto del mar.
"Es un sentimiento indescriptible ver que he perdido todo lo que construimos a lo largo de los años junto a mis padres, pero tengo que mirar las cosas positivamente", dice.
La casa valía cerca de un millón de dólares. Ya no podrá habitarla porque la zona ha sido declarada peligrosa. A él le gustaría que se convirtiera en un monumento a las víctimas. El señor Suzuki camina hacia la costa y escala una barrera que se ha erigido con sacos negros de arena con la intención de detener otra eventual acometida del mar.
Parado sobre la barrera dice que en los días siguientes al maremoto tuvo miedo del mar. "Pero poco a poco, lo he ido perdiendo. Entiendo que tengo que coexistir con él". Advierte que otros vecinos ya no quieren volver al área donde murieron 54 personas. El señor Suzuki, quien ahora vive en la parte alta de la ciudad, se considera afortunado, porque todos los miembros de su familia sobrevivieron y, el negocio que fundó con sus padres marcha bien, a diferencia de otros que tuvieron que cerrar.
En Sendai, capital de la prefectura de Miyagi, perdieron la vida 704 personas y aún hay 26 desaparecidos. Más de dos mil 250 resultaron heridas. Con datos de diciembre pasado, un total de 233 mil inmuebles sufrieron daños, 28 mil 702 quedaron completamente destruidos.
'NO TRAEMOS DINERO' Otra historia dramática de las miles que pueden ser contadas aquí es la del señor Tsugio Hirayama, de 74 años. En la sala común de la zona de casas provisionales llamada "Minna no Ie" (el hogar de todos), el señor Hirayama recuerda:
"Estaba en mi casa cuando sentí el primer impacto del sismo, muy fuerte. Salí a ver qué ocurría. Mi esposa Masako, de 70 años, estaba en la peluquería que administra. Luego vino otra sacudida mayor. Nunca había sentido una igual en mi vida. Comprendí que habría un tsunami y que teníamos que evacuar".
"Tomé el automóvil y salí con mi esposa. Pero no habíamos avanzado más de 300 metros cuando me dijo angustiada: 'no traemos dinero'. Volvimos a la casa y vimos una gran ola negra avanzando desde el mar. Mi esposa fue a recoger su bolsa y yo dejé el auto encendido. Cuando vi la ola le dije que debía apurarse. A los 30 metros de que arranqué, la gran ola nos alcanzó".
"Luego vimos otra ola de frente. Le dije a mi esposa que podíamos morir, que todo habría terminado si el auto era arrastrado por las dos olas". El agua empujó su vehículo, junto a otros, por cientos de metros hasta que se detuvo bloqueado por deshechos y escombros. Cerca de donde quedó estaba otro coche del cual salieron cuatro mujeres. Juntos buscaron un lugar para protegerse. Una de la mujeres traía una linterna con la cual trataron de llamar la atención de algún helicóptero que sobrevolara la zona.
Todos fueron rescatados por un equipo de bomberos voluntarios de una localidad vecina. A un año de distancia, el señor Hirayama no recuerda cuánto tiempo estuvo a la deriva junto a su esposa dentro del auto, ni cuánto transcurrió hasta que estuvieron a salvo.
La señora Hirayami ha sido hospitalizada varias veces, aquejada por pesadillas y ataques depresivos, y no sale mucho de su nuevo hogar, una de las 49 casitas temporales prefabricadas que albergan a igual número de familias con un total de 828 personas. El matrimonio se considera afortunado de haber sobrevivido al tsunami.
Aunque su casa fue demolida debido a los daños sufridos, sus planes contemplan retornar con su esposa al área donde vivían y retomar sus actividades habituales. Actualmente vive de su pensión y no cree que a su edad pueda obtener un nuevo trabajo. Antes del tsunami hacía labores de yesero de paredes tradicionales japonesas.
Reforestación, una barrera al desastre
La imagen del mar golpeando violentamente los árboles de la costa de Sendai, vista en numerosos videos tomados desde helicópteros o desde edificios altos, es una pesadilla con solución. Muchos árboles cayeron, pero otros permanecieron de pie, en su batalla con el tsunami.
Una forma de construir una barrera natural en la costa es justamente con árboles. Con miles de ellos. En esta costa que desde la ventanilla del avión luce tan vulnerable frente al océano por su escasa altitud sobre las aguas (es literalmente plana: apenas uno o dos metros sobre el nivel del mar), la Organización Internacional para el Avance Industrial, Espiritual y Cultural (OISCA,) fundada en 1961, ha emprendido el proyecto de revitalizar el área dañada en la costa de Sendai con una obra de reforestación monumental.
El plan contempla sembrar 500 mil kuro-matzus, el pino negro japonés, con el fin de proteger a los habitantes y al aeropuerto de Sendai. "Los árboles frenarán el paso de los vientos arenosos y salados que entorpecen el funcionamiento de la terminal aérea y corroen con su salinidad los inmuebles", dijo Tadashi Watanabe, vicepresidente de OISCA. "Estamos trabajando con la gente de Natori para replantar en 10 años 100 hectáreas de costas dañadas".
La CRJ y el mar de ayuda
A la catástrofe causada por el terremoto y tsunami del 11 de marzo pasado hizo frente una voluntad solidaria y organizada de iguales o mayores dimensiones: la Cruz Roja de Japón (CRJ) llevó sobre sus hombros la tarea de ayudar a la restauración y recuperación de las comunidades damnificadas, con una atención especial sobre la vida emocional de las personas.
La CRJ no sólo despachó de inmediato hospitales móviles, personal equipo médico y medicamentos para auxiliar a las víctimas: también lideró actividades para fortalecer el ánimo de quienes sufrieron pérdidas familiares y patrimoniales, estuvieron sometidas a un dramático estrés o quedaron totalmente desamparadas. Con 896 equipos médicos, la CRJ atendió a 87 mil 445 pacientes hasta diciembre pasado; desplegó a 718 enfermeras que brindaron apoyo psicológico preliminar a 14 mil 39 personas y entregó paquetes de emergencia que incluyeron 132 mil 510 cobijas, 30 mil 972 botiquines y 13 500 bolsas de dormir. Para realizar esta gran tarea la CRJ contó con el apoyo de 162 mil 530 voluntarios de todo el país.
El respaldo de la Cruz Roja incluyó desde la entrega de los materiales necesarios para las escuelas temporales de los niños damnificados, hasta espacios de recreación para ancianos. A cada casa provisional de una familia damnificada se le entregó un paquete de seis enseres domésticos: refrigerador, lavadora, horno de microondas, una arrocera eléctrica, una dispensadora de agua caliente y una pantalla de televisión. Se ha construido además un gimnasio prefabricado con duela, de una limpieza impecable.
También está a punto de ser terminado un hospital temporal prefabricado, mientras se restauran los hospitales de la región dañados. Es provisional, pero luce como si fuera a ser permanente.
Desastres en 2011, los más costosos en historia: ONU
El costo económico de los desastres naturales en 2011 fue el mayor en la historia, con al menos 380 mil millones de dólares, en gran medida por los terremotos en Japón y Nueva Zelanda, dijo ayer lunes una enviada de la ONU.
Margareta Wahlstrom, representante especial del secretario general para reducción de riesgos de desastre, dijo que la cifra era dos tercios más alta que el previo récord, registrado en 2005, cuando el huracán Katrina devastó partes del sur de Estados Unidos.
Además de los sismos, dijo Wahlstrom, grandes inundaciones en Tailandia y otros países causaron extensos daños.
"El mensaje principal es que se trata de una tendencia creciente -muy rápidamente creciente-, con vastas pérdidas económicas", dijo Wahlstrom.
Pese al aumento en el costo, dijo, las muertes por desastres están declinando proporcionalmente, porque los países están instituyendo mejores sistemas de alerta y medidas de preparación.
704
PERSONAS
Murieron en Sendai, capital de prefectura de Miyagi.
Mil
250
Resultaron heridas en Sendai pr el tsunami.