Guerrera. Doña Lucía cumplirá 119 años en diciembre próximo y asegura no sentirse ni mejor ni peor que cuando era una jovencita, 'simplemente me siento igual'.
"Viviré los años que Dios me permita, si nunca me muero, por mí mejor, aunque ande a gatas", expresó con gran ánimo y una ligera sonrisa doña Lucía, quien hoy celebra el Día de la Madre a sus casi 119 años de edad.
Una mujer de baja estatura, tez morena, esbelta figura y un brillo sin igual en su mirada, una guerrera invencible, madre, amiga, abuela, soldadera, entre otros calificativos describen a Lucía Adame Ecobar, quien cumplirá 119 años de edad el próximo 13 de diciembre.
"Cuándo era niña jugaba con un metate enorme que tenía, mis juegos eran moler nixtamal, trigo y hacer tortillas para comer".
Hija de Catarino Adame y Florentina Escobar, hermana de 21, madres de 12, abuela de 34, bisabuela de 40 y mujer de un solo hombre, doña Lucía enviudó hace 47 años tras el fallecimiento de su esposo don Vicente Zepeda Rodríguez, soldado de profesión.
Sus 12 hijos fueron procreados durante los años de la Revolución, cuando doña Lucía, como toda soldadera fielmente seguía a su esposo a lo largo y ancho de varios estados de México, entre ellos: Puebla, Veracruz y Chiapas.
Doña Lucía recuerda haber pasado su niñez en medio de la primera fase de la Revolución, en una pequeña casa "escondida como sótano", con sus abuelos en el municipio de Cuencamé, Durango, posteriormente toda su familia se trasladó al vecino estado de Coahuila y finalmente por azares del destino ella llegó a Durango para nunca más moverse de ahí.
Para ganarse el pan de cada día, ella junto a sus hijos hacían fuertes cargas de leña, recogían maíz, frijol, nopales y demás alimentos para venderlos y consumirlos; a la fecha solo sobreviven cuatro de sus 12 hijos, el pasado domingo falleció Juan, de 52 años, el menor de sus hijos, a causa de un derrame cerebral. Con lágrimas en los ojos, doña Lucía dijo que Juan era el único hijo que la había acompañado desde que nació, pues vivía con ella y se hacía cargo de él con especial cuidado desde hacía ocho años, cuando sufrió la primera de tres embolias.
"En mis tiempos no se acostumbraba que los padres apapacharan a los hijos, solo daban órdenes que debíamos cumplir". Hoy en día disfruta de todos los momentos con sus hijos, nietos y bisnietos que Dios le ha concedido conocer.
Dijo que el secreto para vivir tantos años es tener ganas de hacerlo, no ser renegada, no buscar conflictos con nadie y ser una madre entregada.
Dijo que durante el tiempo de la Revolución había muchos muertos, "pero ahora puro mochar pescuezo, es algo más feo, se trata de una guerra sin cuartel".
Señaló que mucho de ello tiene que ver con la educación de los hijos, pues ahora las madres no le dedican el tiempo suficiente ni imponen reglas, "son los jóvenes quienes dicen qué y cómo se harán las cosas, yo eduqué a mis hijos sin un solo grito pero con mucha autoridad, ninguno me gritaba como sucede en estos tiempos".
Finalmente dijo que aún se siente con mucha fuerza para salir adelante, pues todavía es capaz de subirse al camión que la lleva al Centro a comprar alimento y algunas otras cosas, así como caminar prolongadas distancias, "nunca he usado lentes ni los usaré, tampoco el bastón, no me siento ni mejor ni peor que cuando era joven, simplemente me siento igual".