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Venezuela y nosostros

JULIO FAESLER

Hugo Chávez ganó su reelección presidencial el pasado domingo siete superando con 10 puntos porcentuales a su conteniente Henrique Capriles. 7.4 millones de votos frente a 6.1 millones para Capriles.

La campaña fue limpia, según nuestra información. Las características del régimen dictatorial del partido de Chávez no puede decirse lo mismo. Masas de electores vestidos de rojo compuestas principalmente por la clase popular que tiene que agradecerle al gobierno todo género de dádivas y subvenciones, inundaron las calles y plazoletas al unísono. La participación electoral de 80.94% fue de casi 19 millones, el porcentaje más alto en la historia del país.

La victoria de Chávez preocupa a los que queremos seguir insistiendo en que América Latina puede superar su propensión a instalar gobiernos dictatoriales y arbitrarios para llegar a los anchos espacios de gobernantes que saben asegurar prosperidad con equilibrio social.

En los últimos cincuenta años el continente ha oscilado entre extremos. La estabilidad no ha sido nuestra virtud. México ha sido, afortunadamente, excepción.

Esto ha sido factor muy serio que ha impedido la realización de un área de superación económica dentro de un marco de un mercado, si no "común" en el sentido más exacto, si, al menos un Área de Libre Comercio que habría traído beneficios tangibles tal y como se intentó con el Tratado de Montevideo de 1960 análogo al de Roma de 1958.

El propósito de sumar los mercados de todos los latinoamericano que vivimos en el continente occidental siempre ha tenido por fundamento el simplismo de hacer que cada país miembro ensanche su mercado con el produzca lo que mejor lo haga y lo surta, exportándolo, a sus países colegas. La idea no prendió, ni siquiera prolongada artificialmente en la actual ALADI que sólo es marco para acuerdos de complementación e intercambios entre sus miembros.

La posibilidad de que la Alianza Bolivariana para las Américas, ALBA, el organismo creado por Chávez, sustituya la vieja aspiración no cabe. En tanto que ALALC se sustentaba en principios de respeto a la propiedad privada y libre empresa, tiene el expreso propósito de extender la solución socialista al desarrollo de la región.

Sin embargo, es en el tercer período presidencial de Chávez que podemos suponer que reforzará su propósito de extender el socialismo "bolivariano", que jamás el Libertador puso imaginarse que se le atribuyera, al resto de América Latina, afianzándose en los presidentes de Ecuador, Bolivia y Cuba.

La gran pujanza petrolera venezolana actual que respalda estas proyecciones no será eterna. Incluso hoy en día ese país está importando derivados petroleros por insuficiencia estructural. La economía del país se encuentra en patente y conocido desorden. Crecen las inconformidades del pueblo cuya atención es primera prioridad para el gobierno. El gran proyecto continental no se realizará.

Independientemente de la situación interior, es tiempo para Chávez de reconocer que las fórmulas de solidaridad socialista ni funcionan ni han funcionado nunca como la utopía que todas postulan.

Los regímenes europeos del bienestar han fallado, ni siquiera para ofrecer estabilidad financiera. En contados casos nórdicos, la acción del gobierno para colmar las necesidades de servicios sociales supone la contribución fiscal casi confiscatoria de cada contribuyente dejándolo en niveles de vida realmente modestos.

El socialismo del bienestar instaura por la vía democrática, con aprobación legislativa, tiene una vida siempre precaria ya que la oposición que suscita acabará venciendo para regresar a modelos del pasado más convencionales.

Si es por la vía dictatorial, que es el caso venezolano, el líder tendrá una existencia centrada en su persona, y tras su desaparición sea por muerte o derrocamiento, las cosas volverán a su estado anterior.

Se postula hoy en día la posibilidad de realizar un régimen de solidaridad social con empresas "socialmente responsables". Sus programas son muy específicos y jamás podrán llenar el espacio total de las necesidades populares que sólo el Estado puede realizar.

¿América Latina gana o pierde con el triunfo de Chávez? La evolución hacia la democracia, no únicamente la electoral que ya tenemos en México y que, a su manera, la tuvo Venezuela, sino la participativa, es lenta.

La derrota de Henrique Capriles, en realidad no lo fue en términos de una visión a mediano plazo. El que 45% de la población esté deseando un cambio de rumbo político, por cualquiera razón que sea, siempre criticable para Chávez, indica muy claramente que su renovada estancia no será lo que él espera.

Los tiempos están cambiando a una velocidad incontrolable, aun para los que se creen capaces de detenerlos.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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