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Verde y blanca

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Los meses no han sido buenos. ¿Los meses? Son las semanas, son los años. Mucho más allá; en vida en esta comunidad, nadie escapa de los vaivenes de la economía. Nadie escapa de las reglas generales del mercado. Por eso la mayoría lo ha sufrido en el bolsillo.

Los últimos años han sido mucho más complicados de lo que han parecido. Lo que pasa es que han durado un montón, pero la vida no ha sido lo de antes, el período de dificultad nunca había sido tan prolongado. Por su duración, ha generado la sensación de aceptación, por eso no se tiene el pulso diario de lo que ha sido.

Pues además de la falta de circulante -que muy pocos lo pueden negar- existe la maldición de la inseguridad y de la violencia desacerbada que cubrió con su maldito manto a La Laguna y al país entero.

Pero en La Laguna se trataba sólo de vencer al desierto, trabajando y soportando el clima agreste, nada más. Pero vivir con la zozobra de que hoy La Laguna es tierra de nadie, no es fácil de deglutir.

Así, con esas circunstancias, pocos signos nos unían. Ése, desde el punto de vista de este escribidor, es el Santos Laguna, nuestro equipo de futbol, que es de lo más representativo.

Obviamente el futbol no puede ser quien esté en primer plano. Pero enfaticemos lo que somos: una comunidad pujante que nació en el agreste desierto, huérfanos de poder político alguno que ser más allá de cabeceras municipales.

Tristemente hoy los laguneros las hemos sufrido todas. A Lerdo hace mucho que no le pasa nada: para el PRI recupera la alcaldía Carlos Aguilera, que aprovecha el escándalo de las cuentas vagas que deja Ricardo Rebollo en el vecino Gómez Palacio para salir sin muchos problemas aun dejando su municipio muy intrincado, ¿y?, la gente lo ratifica con su voto y lo sucede su corregionario Roberto Carmona, quien se dedica fundamentalmente a administrar la precaria situación de las arcas que recibió.

Igual casi muere de inanición Gómez Palacio, que en medio del conflicto del clan Herrera y la familia Rebollo, donde el exalcalde Ricardo Rebollo presuntamente acudió a la caja de la ciudad que gobernaba para luchar por la gubernatura que finalmente no se le dio - y que ingenuamente pensó que podría dársele- le heredó a su hermana, la presidenta municipal Rocío Rebollo, un paquete por demás difícil de sortear, y que hoy a distancia parece más un manejo eficaz de un quebranto previo.

En cuanto a Torreón, la ciudad más poblada de La Laguna, se podría pensar en tener mejores escenarios: nada más lejos de la realidad. Como sacado de una historia de ficción, la otrora ciudad conocida como La Perla de La Laguna, es quien ha sufrido lo peor de todas las circunstancias.

Torreón entró en una lucha frontal con la capital del estado al que pertenece, Coahuila, cuya cabecera estatal es Saltillo. Con quien ha competido en una abrumadora desigualdad de circunstancias.

La mayor de ellas, es que quien ha ocupado la máxima magistratura en el Estado, es justamente de Saltillo, de la única ciudad que tiene los tamaños de Torreón.

Primero Enrique Martínez y Martínez, en el sexenio 1999-2005, aunque ese gobernador supo al menos calmar el sentimiento regional con un gabinete plural y una relación aunque fuera en las formas, cordial e institucional, con un gobierno municipal de oposición, como lo fue el de entonces alcalde panista Guillermo Anaya Llamas.

Luego Humberto Moreira decidió asfixiar el último reducto panista importante y lo consiguió a cualquier precio. Diga lo que diga, al Profesor le daba "hueva" Torreón.

Hoy el actual gobernador, su hermano Rubén Moreira, quizá odie más en su interior la tierra en la que el poder político nunca le ha sido tan fácil; todo ha sido a base de generosas dádivas, dígase como se diga.

Con ese sombrío escenario de los laguneros ¿qué nos queda hoy como identidad? Pues aprovechar del trabuco que es hoy el Santos Laguna, equipo representante de muchos sueños laguneros, para volcarnos en ímpetu con ellos.

Porque ese equipo nos ha hecho llorar y gozar, y sobre todo unirnos, aunque sea por momentos. Y además nos representa.

Ojalá y nos colguemos la cuarta estrella porque quienes ahora dirigen la cosa pública están más que nunca ocupados en sus intereses, que de los de una comunidad cuyas ilusiones están montadas en una lagunera camiseta verde y blanca.

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