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Vicepresidentes

JESÚS SILVA-HERZOG MÁRQUEZ

El primer acto de distanciamiento del presidente frente al pasado inmediato empieza a trazarse en la silueta del gabinete presidencial. No sabemos aún los nombres de quienes habrán de acompañar al futuro presidente en su gobierno. Sin embargo, algo se puede anticipar ya de las primeras decisiones del presidente electo. Se procesa ya en el Congreso su propuesta de reconstituir a la Secretaría de Gobernación como un poderoso ministerio del interior. La iniciativa ha provocado críticas de algunos que ven la iniciativa como el intento de restaurar el poder de la dependencia capital del autoritarismo mexicano. Fortalecer a una institución a la que se asocia con la persecución política, el empleo faccioso de los servicios de inteligencia y a los episodios más oscuros de una hegemonía que también recurría a la intimidación y a la represión.

La sospecha es entendible pero me parece infundada. Una reestructuración administrativa no transforma la naturaleza del régimen político. Reconocer a la Secretaría de Gobernación como coordinadora del gabinete en su conjunto y asignarle facultades en materia de seguridad púbica no tiene por qué conducir a la restauración de una policía al servicio de un partido político o de un espionaje utilizado para perseguir a los enemigos del régimen. Las propuesta de Peña Nieto no es anómala en el escenario democrático contemporáneo: los ministerios del interior suelen reunir esas facultades que a Gobernación se le fueron arrancando a lo largo de los años. El debilitamiento de Gobernación bajo el régimen panista obedecía, más que a un diagnóstico administrativo, a un proyecto ideológico, a una especie de venganza simbólica para cobrarse las cuentas por el viejo autoritarismo. Recuperar la centralidad de Gobernación no es un paso para la restauración autoritaria sino, a mi entender, un instrumento para mejorar la coordinación de un equipo y para darle a la lucha contra el crimen organizado una dimensión que trascienda la mirada estrictamente policiaca. Desde el PAN, Santiago Creel, recomendaba también en su campaña por la candidatura a la presidencia, el fortalecimiento de esa dependencia que, ya débil, dirigió en el sexenio de Vicente Fox.

La desconfianza frente a la medida es, desde luego, una plataforma para evitar que esa búsqueda de eficacia (el alfa y omega de la futura administración) sea disculpa por el uso político de la ley o por la partidización del combate al crimen organizado--manchas de las que, por cierto, no es ajena la administración saliente.

Sospecho que el cambio va más allá del reacomodo administrativo de permisos y responsabilidades, del fortalecimiento de una oficina o la desaparición de unas siglas. Creo que estamos ante la transformación del perfil gubernamental, ante la presentación de un nuevo estilo de gestión política, un nuevo enfoque de la conducción política. Si el fortalecimiento de la Secretaría de Gobernación es un reproche al pasado inmediato no es solamente porque signifique la desaparición de la dependencia en la que tanto creyó y en la que tanto invirtió (política y económicamente) el presidente Calderón. El cambio va más allá de esa trivialidad personal: es incorporación explícita al gobierno de una figura que será de enorme poder. A Peña Nieto no le atemoriza, como al parecer le asustó siempre a Felipe Calderón, el rodearse de personas que pudieran hacerle sombra. El nuevo Secretario de Gobernación ejercerá como Vicepresidente de la República. Lo será formalmente por las funciones de sustitución que la constitución ya le asigna a ese funcionario--pero lo será sobre todo, porque será el coordinador formal del equipo del presidente de la república. De hecho, podría decirse que será el primer vicepresidente. El segundo será el Secretario de Hacienda que seguirá ejerciendo un poder enorme dentro del gabinete presidencial. Si bien no sabemos quiénes integrarán el gabinete presidencial de Enrique Peña Nieto. Bien puede decirse que ahí habrá dos vicepresidencias. Una vicepresidencia política y una vicepresidencia económica.

La presidencia no se comparte, es cierto. Pero el gobierno presidencial puede ser una anarquía en donde el presidente contempla la exhibición pública de los altercados entre sus colaboradores. O puede ser el imperio de un ego avasallante que no tolera sombra a su alrededor. El reto de Enrique Peña Nieto es escapar del desorden de Fox y de la mediocridad del equipo de Felipe Calderón. La estatura de su gobierno estará en la estatura de sus colaboradores. La eficacia de su gobierno estará en la coordinación de su gobierno.

Twitter: @jshm00

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