Hace una semana tuve la oportunidad de ver un excelente video sobre la ciudad de Viesca. Mientras lo veía, recordé las charlas que sobre esta hermosa ciudad rural sostuve con mi estimada Maestra Magda Briones Navarro, desde luego sobre cómo era Viesca cuando abundaba el agua, cuando los manantiales brotaban y el Aguanaval alcanzaba la depresión que permitía la formación de la Laguna de Viesca. Era un sitio de gran belleza que se visitaba por los habitantes locales y por gente que provenía principalmente de Torreón, entre los cuales se encontraba la Maestra Magda: "hacíamos días de campo en las arboledas y nadábamos en la laguna".
Mi primera aproximación a la ciudad de Viesca fue en el año de 1996, antes habíamos visitado algunos sitios de interés natural y humano en el caótico y desparramado territorio Viequense: El Tanque Aguilereño, la Presa de Genty, el Ejido la Ventana, el ejido Alto de Palomillo, entre otros. Pero fue en la ciudad donde me sentí mejor, la tranquilidad de sus calles, sus rústicas plazas y sus misceláneas me hacían recordar el barrio dónde crecí. La experiencia más maravillosa ocurrió cuando nos detuvimos en una tiendita bien surtida con su mostrador y anaqueles de madera, y con una gran cantidad de frascos de vidrio sobre el mostrador conteniendo diversos productos. Desde que entramos, el aroma de la tienda ocasionado por la miscelánea de productos en el que prevalecía un olor dulzón mezclado con el olor de la madera, me transportaron a la época de los mandados en la que ni las pataleadas y berrinches evitaba que fuera a comprar el encargo de mi madre, a veces, recuerdo, llevaba el carnet para pagar a crédito, un cartoncito largo en el que la tendera o tendero anotaba la nueva deuda, no había más, no tenía que firmar nada, era un crédito basado en la confianza y en ocasiones en la paciencia del comerciante.
Mientras revisaba embobado la tienda, mi atención se detuvo en dos frascos, uno que contenía exquisitos dulces de leche y nuez, llamados localmente quemaditas o leche quemada, y el otro que no supe lo que contenía, pero que de inmediato tuve el impulso de tomar uno. Eran los mamones, un pan cubierto por una especie de miel riquísima que armonizaba a la perfección con la textura esponjosa del pan. En posteriores visitas no tuve la misma suerte, los mamones se terminaban temprano y ya no se encontraban ni en la panadería.
El objetivo de nuestras visitas a la ciudad de Viesca, era conocer los sistemas de producción silvoagropecuarios que se llevaban a cabo entre otros lugares en la cabecera municipal en donde el agua ya escaseaba. Una nueva sorpresa nos esperaba, además de los sistemas tradicionales que se realizan en el matorral desértico que domina el paisaje de Viesca en más del 70% de su territorio, como la producción de carbón de mezquite, la producción de cera de candelilla y la de cabritos y leche de cabra, encontramos un sistema muy original conocido localmente como la producción de ajo en solar. Consistía en el aprovechamiento de los solares que existían dentro de la ciudad y como en gran parte del área urbana el agua se manejaba a través de un sistema hidráulico singularísimo construida por los primeros habitantes de Viesca o por lo menos con su tecnología tlaxcalteca. Este sistema, consiste en una red de acequias generalmente no visibles por donde se llevaba el agua a los solares de cultivo. El agua que en 1996 se usaba para este propósito provenía del último pozo que atendía también las necesidades de la población. En la actualidad es probable que ya no esté disponible o quizá haya disminuido su gasto provocando escasez para la población de la ciudad.
En Viesca ya no hay manantiales y el Río Aguanaval se ha represado tanto desde su origen en el estado de Zacatecas, que ya prácticamente no llega ni al cuadro bajo de Matamoros, menos a la Laguna ahora seca de Viesca. La baja infiltración debida a los escasos escurrimientos del Aguanaval, a la desviación del Río Nazas a los canales revestidos y a la sobreexplotación de los acuíferos vecinos, Viesca prácticamente no tiene agua, Viesca es ahora un desierto provocado por los mismos laguneros.