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Violencia y consecuencias

Diálogo

YAMIL DARWICH

La violencia ha alterado gravemente la vida social y familiar de los mexicanos, entre ellos nosotros, los laguneros. Los jóvenes se esfuerzan por adaptarse, cambiando los usos y costumbres, propios de su edad y los adultos padecemos el temor de la inseguridad de nuestros familiares, estando permanentemente expuestos al "encontronazo" con policías y criminales en persecuciones y balaceras.

La pérdida de calidad de vida, ha generado cambios de conducta en quienes la padecemos y los especialistas observan incremento de patologías que antes eran de baja estadística o no se observaban. Francisco Camarena Espinoza, catedrático universitario radicado en León, Guanajuato, ha publicado trabajos de observación al respecto.

A punto de terminar el sexenio calderonista, los números son escandalosos: alrededor de sesenta mil muertos violentamente, muchos de ellos civiles que tuvieron el infortunio de estar en el lugar y el momento equivocado, cifra mayor a los soldados fallecidos en Irak. Camarena calcula que, por cada muerto, al menos existen diez personas que padecen las consecuencias; de ellas, aproximadamente dos, requieren de atención especializada por estar seriamente enfermos.

El trastorno de estrés postraumático, patología conocida en los países guerreros y anteriormente rara en México, ahora es observada con frecuencia por los clínicos mexicanos; esos pacientes, acuden buscando apoyo emocional, presentando estados variados de ansiedad, temor por retomar sus actividades cotidianas, introversión, ansiedad, ensimismamiento, aislamiento familiar y social, hasta depresión que puede ser profunda.

En ocasiones se presenta lo que llaman disrupción, que puede incluir estados de desorientación, desesperanza, sensaciones de frustración, parálisis de acción, desamparo e impotencia. Lo más grave: profunda desorientación y el sentimiento de incapacidad para regresar a sus rutinas de vida.

Hoy día, se habla del desamparo aprendido, patología que padecen quienes fueron sometidos al desconcierto por acciones altamente violentas, quienes requieren soporte psicológico para retomar su vida cotidiana. Poco se les puede apoyar, cuando ratifican, por los medios de comunicación o experiencias de amigos y conocidos, la ineficiencia de las autoridades para contener la violencia, la impunidad y la victimización social.

El estado morboso se acrecienta al descubrir la complicidad de quienes deberían acudir en su defensa y amparo, quedando sentimientos de abandono, frustración, impotencia y grave temor paralizante. Es grave el sentimiento de "no tener nada por hacer", causa de abandono y depresión marcada.

El costo social de la violencia no es muy claro; algunos hablan de cincuenta mil, otros de sesenta mil y algunos más aseguran que, al menos, cada 48 minutos algún mexicano pierde la vida por esa causa.

El citado desamparo aprendido, patología observada en nuestra sociedad, hace que las personas piensen que es incontrolable el destino de su vida, basado en la realidad vivida.

Cuando en nuestro escenario político social, los criminales gozan de impunidad y la población civil es criminalizada, victimizada o impedida a acceder a la justicia, se desencadena ese sentimiento; las personas no tienen claridad sobre lo que pueda sucederles y reconocen que pueden ser heridas o asesinadas sin causa.

Existe temor en participar en movimientos sociales, por miedo a ser víctima del aparato represor, presentándose apatía social y apareciendo ausencia de participación ciudadana. Ese desamparo aprendido, puede desembocar en conductas de riesgo: "si de todos modos me voy a morir, pues ...." pensamiento que observado repetidamente entre los jóvenes, justificando de paso su ingreso al narcotráfico; ellos dicen: "de vivir empobrecido, a vivir como rey cinco años, es mejor vivir poco, pero bien".

Los trastornos de ansiedad por disrupción: personas traumatizadas que presentan desorganización y puede incluir desorientación e incertidumbre, ausencia de parámetros confiables, desesperanza y frustración, parálisis de acción, desamparo e impotencia. Vivimos un estado de ansiedad que llega a ser grave, por tener la sensación de no poder escapar a la situación permanentemente amenazante.

Desconfianza generalizada: nace de la administración de la justicia ineficiente, inequitativa e injusta. Ha generado cambios de hábitos en la convivencia social: los jóvenes se reúnen en las casas o en las afueras de ellas y los adultos hacen reuniones "de amigos", renunciando a salir a divertirse por las noches.

Polarización social: radicalizando a los grupos sociales, fisurando la convivencia social. Camarena incluye tres características: supervaloración de los rasgos diferenciales propios; estigmatización y denigración de los otros; y proyección de lo malo y de la culpa de todo lo negativo a otros. Ejemplo: "los buenos somos más", marcando extremos de blanco y negro.

También es preocupante observar que estemos naturalizando el fenómeno, desensibilizándonos ante el conocimiento de los actos de salvajismo criminal, hasta dejar de asombrarnos y llegar a considerarlos como algo cotidiano.

La defensa: hacer conciencia de la realidad y actuar en consecuencia exigiendo a las autoridades; luego, fortalecer la coraza que representa la vida familiar y la comunicación entre cercanos; ocupar los espacios comunales y, desde luego, comprometerse en la participación ciudadana.

ydarwich@ual.mx

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