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Vivir en la luna

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Dr. Manuel Francisco Cervantes Mijares

La capacidad de atención es esencial para el aprendizaje y la evolución individual, así como un ingrediente básico para concentrarnos en los retos que nos muestra la vida. No obstante, muchas personas parecieran ‘vivir en la luna’, y ello sin duda les traerá repercusiones.

Existen personas que se distraen con mayor facilidad que otras mientras realizan alguna tarea. Su estilo de enfrentar los retos y en sí de ‘estar presentes’ es diferente al de aquéllos que poseen la capacidad de mantenerse concentrados en lo que hacen y dicen. Así, se forman fama de ‘dispersos’, o como se dice coloquialmente, de andar o vivir en la luna.

¿EL CEREBRO EN CONTRA?

Investigaciones recientes en el campo de la neuropsicología sugieren que mostrarse atento o tender a distraerse se relaciona con el volumen de materia gris en algunas áreas del cerebro. Dicha materia es un componente esencial del sistema nervioso central y está distribuida en varias regiones, entre las que se encuentran las encargadas del control muscular, la percepción sensorial, la memoria y las emociones. En la medida en que el cerebro madura, la cantidad de materia gris se reduce para favorecer algunas funciones más sofisticadas y las terminales nerviosas se van especializando.

En estudios realizados en Inglaterra se asoció la alta cantidad de materia gris con un cerebro menos maduro. Se concluyó que la diferencia más obvia en la estructura cerebral de los distraídos en contraste con los atentos (de acuerdo al grupo de sujetos al que estudiaron y valoraron por medio de cuestionarios y observación al realizar ciertas tareas durante tiempos determinados), era el volumen de materia gris en una región del cerebro llamada lóbulo parietal superior izquierdo: en los distraídos era mayor, lo cual sugiere un componente eminentemente biológico en este tipo de conductas.

Sin embargo, al estudiar la etiología de gente con trastorno por déficit de atención no se halló en las estructuras cerebrales un patrón que unifique los criterios diagnósticos, y aparecen diversos niveles de déficit, con explicaciones multifactoriales. Así que no podemos concluir que la capacidad de concentración sea sólo determinada por cuestiones biológicas.

Cabe mencionar que también hay individuos aparentemente dispersos, quienes tienen una tipología centrada en el modo intuitivo: su tendencia a procesar la realidad por medio del hemisferio derecho los mueve a buscar explicaciones en su experiencia interior. En otras palabras pueden parecer ausentes o despistados, pero no es así. En este grupo usualmente encontramos artistas, visionarios y científicos.

TU RESPONSABILIDAD

Aparte del elemento biológico, hay otras causas para la baja capacidad de concentración, como el impacto medioambiental y los hábitos personales. Por ejemplo, es fácil saber que quien no duerme bien tendrá dificultades para mantenerse atento.

Asimismo intervienen los factores nutrimentales, pues la calidad de los alimentos que se ingieren define en un alto porcentaje estas capacidades. Es preciso tener una dieta balanceada, con todo tipo de vitaminas y baja en grasas.

Por otro lado, cuando alguien atraviesa por una crisis o situación de cambio puede ver afectada su concentración, debido a que su mente se focalizará en buscar soluciones a lo que genera su problema, pasando los acontecimientos cotidianos a segundo término. Así que su conducta tenderá a la distracción, presentando olvidos, mezclando las situaciones y cometiendo errores, y ante los otros se verá como alguien que ‘anda en la luna’.

Otro enemigo de la atención es el afán de ser ‘multitareas’. Manejamos el carro mientras planeamos el día. Conversamos con alguien a la par que vemos un programa de televisión. Comemos mientras leemos el periódico. Los estudiantes realizan sus tareas escolares a la vez que escuchan música y están pendientes de la computadora, donde tienen abiertas conversaciones con decenas de contactos en los chats o las redes sociales... No debiera sorprendernos entonces que cada vez parece haber más gente que no recuerda lo que hizo unos minutos antes, u olvide que se comprometió a realizar tal o cual cosa, si cuando aseguró que podía encargarse de ello no sólo hablaba con nosotros sino que al mismo tiempo trabajaba en algo más. Tratar de abarcar mucho sólo propicia que nuestra concentración se reduzca y la memoria nos ‘quede mal’, por no hablar de lo mal que nosotros quedaremos con los demás.

FAVOR DE ATERRIZAR

Sabemos que el ejercicio regular mantiene un cuerpo sano y la falta de ésta deteriora la masa muscular, la flexibilidad de las articulaciones y algunos procesos metabólicos. Del mismo modo, la ausencia de estimulación intelectual tendrá un impacto directo en la fortaleza y el funcionamiento de nuestra mente. Necesitamos ejercitarla o sufrirá las consecuencias de la falta de uso.

Una de las actividades que sin duda mantienen nuestro cerebro lúcido es el trabajo que demanda un esfuerzo creativo, estratégico o aquél que inclina a hacer tareas que requieren de utilizar la mente y la memoria de manera continua.

Por otro lado, la lectura constante vigoriza el desempeño cerebral y favorece la capacidad de concentración. Las personas que leen con frecuencia tienen una actividad mental de mejor calidad y a más largo plazo que quienes no han cultivado este magnífico regalo que nos ofrece la cultura.

Otra extraordinaria alternativa para fortalecer la mente y sobre todo la capacidad de atención, es la meditación. Tal disciplina forma parte de la rutina de quienes buscan desarrollarse integralmente y es cotidiana en numerosas culturas, sobre todo en la asiática. No es un secreto que la población de Asia posee una gran capacidad para enfocarse en las metas y objetivos que se propone, dando como resultado el continuo crecimiento de sus países, que pueden presumir con orgullo su estabilidad.

Es importante entrenarnos para alejarnos de la luna, aterrizando en el aquí y el ahora. No es algo sencillo debido a los múltiples estímulos que nos rodean; además, en las sociedades actuales se valora como una cualidad ser ‘multitareas’. No obstante, urge reconsiderar qué es mejor: hacer poco, bien, o comprometernos a mucho y quedar mal.

A menudo vivimos en fragmentos y dejamos de prestar atención a lo que es realmente importante: cultivar nuestro interior, en el presente. Nos dejamos llevar por fantasías, nos enganchamos recordando el pasado (agradable o no), o cautivados por la esperanza del futuro añorado. El refugio más real consiste en enfilar la concentración hacia el hoy. Sólo así lograremos estar atentos a lo que nos rodea, y en consecuencia llevaremos una existencia satisfactoria y plena.

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