"Ser lagunero es ser guerrero", la frase es buena, pero sólo forma parte de una campaña publicitaria; la realidad es otra. En La Laguna el futbol es muy importante. El equipo de la Comarca es motivo de orgullo y si bien nos pone en la mira nacional cada quince días, la vida también existe sin futbol. Es raro que eso lo diga alguien que siente los colores de una camiseta y que come, vive y respira este deporte. Pero cuando el árbitro pita el final, termina el partido y la vida continúa.
El subcampeonato es una derrota y no hay consuelo posible después de cuatro consecutivas. Llegar a la final y perderla, una y otra vez, no necesariamente es indicio de que pronto llegará una victoria, como dice Carlos Guerrero. Los Bills de Búfalo perdieron cuatro super tazones en fila y ya, su afición aún espera por el quinto bueno.
Sin embargo, y a pesar de la mentada "maldición", hoy veo al Santos como principal candidato al título del futbol mexicano. No es broma; ser líder general le garantiza a los Guerreros cerrar sus series en casa, donde ni Rayados pudo derrotarlo. Lo único que les queda por resolver es cómo no entregar la eliminatoria en el primer partido.
Santos equivocó el camino en la disputa por la Liga de Campeones de la Concacaf. Los nervios traicionaron a su directiva, que cerró las puertas a los medios de comunicación y, paradójicamente, para conocer la opinión de los protagonistas había que leer medios regios. La directiva albiverde, que tantos aciertos ha tenido desde la llegada de Irarragorri, está acostumbrada a recibir halagos, pero los halagos poco ayudan a crecer.
En medida que baje esa obsesión por un título, que se deje de creer en maldiciones, que se juegue más en la cancha y figuren menos las decisiones de pantalón largo (los directivos no deben distraerse tanto con lo que se diga de ellos), Santos caminará de nuevo sobre el podio. La noche del sábado ante Atlas es un buen comienzo. Los Guerreros hicieron lo que saben y ante esa indiscutible calidad de jugadores que tienen, el rival en turno poco podrá hacer.
Más allá de la cancha, en La Laguna se lucha día a día. Una región de clima extremo y aire poco saludable exige a sus habitantes fuerza y carácter. El lagunero que lleva puesta la playera del Santos y el lagunero que no la lleva sufren lo mismo por la violencia e inseguridad. Trabajan bajo el mismo sol, sudan sus respectivas preocupaciones y al final del día, poco importa el futbol.
Carlos Guerrero no entiende que los laguneros ganamos una batalla a diario, por eso es difícil digerir las victorias a medias, como celebrar un "sub". En lo que coincido con él es que en esta caprichosa región, donde lo único que llueve es tierra y plomo, nunca bajamos los brazos.
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