Cuando los políticos andan en campaña, hacen cualquier cantidad de promesas a los electores con tal de conseguir su voto. En sus recorridos en colonias, en sus mítines en plazas, se comprometen a resolver los problemas que aquejan a la sociedad. Sus planteamientos parten de un diagnóstico que realizan sus equipos respecto a la realidad que pretenden modificar. Así es como construyen sus planes y sus lemas, los cuales se repiten en anuncios propagandísticos hasta el cansancio con la idea de convencer a una ciudadanía en general escéptica y hastiada.
Pero, la mayoría de las veces, cuando consiguen el triunfo, las posturas de los políticos cambian y la disposición a escuchar mostrada en campaña es sustituida por lejanía, cerrazón y desfachatez. Así, en el mejor de los casos, los problemas continúan. Pero frecuentemente esos problemas se agravan haciendo más complicada su solución. Y la desconfianza de los ciudadanos crece, al igual que se decepción.
Un ejemplo de lo anterior es Torreón, en donde, por lo menos en los últimos seis años, la alternancia no ha propiciado una mejora sustancial en el municipio. Actualmente, la ciudad adolece no sólo de una planeación adecuada a futuro -como lo expuse en mi artículo anterior- sino también de una administración eficiente que garantice el buen funcionamiento de los servicios públicos básicos.
Cuando el político y empresario priista Eduardo Olmos andaba en campaña en 2009, su bandera para seducir al electorado fue la de "Rescatemos Torreón", un lema construido sin duda al calor del descontento ciudadano por la gestión del panista José Ángel Pérez, quien pese a la voluntad mostrada para atender algunos problemas, su rijosidad, impericia y terquedad evidentes le impidieron obtener resultados satisfactorios. Incluso se convirtió en factor para el regreso del PRI al Ayuntamiento de Torreón luego de siete años de gobiernos del PAN.
La idea de que la ciudad iba a tener mayor apoyo por parte del Gobierno de Coahuila, entonces encabezado por el hoy ilocalizable Humberto Moreira, por el hecho de que el gobierno municipal emana del mismo partido que el estatal, pronto fue desmentida en los hechos por las aspiraciones del gobernador y el posterior escándalo de la deuda. Desde muy temprano el alcalde Olmos tuvo que enfrentarse al hecho de gobernar "solo" la ciudad, cosa que hasta ahora no ha sabido hacer. A la vuelta de dos años y medio, los resultados son magros y las expectativas ciudadanas no han sido satisfechas.
En las últimas semanas, con una campaña presidencial como contexto, varios problemas que han hecho crisis demuestran la falta de operatividad que priva al interior del ayuntamiento y sus dependencias y organismos descentralizados. Uno de los temas más sensibles es, sin duda, la escasez de agua en colonias, sobre todo del sur y el oriente, la cual se ha presentado a pesar de que las autoridades habían manifestado al inicio de la temporada de calor que el abastecimiento estaba garantizado. La situación ha llegado al grado de que pobladores han tenido que salir a las calles a manifestarse para ser atendidos en sus reclamos. Y ante el apremiante problema y la ausencia de soluciones inmediatas, funcionarios del sistema de aguas de la ciudad ya hablan de la posibilidad de desmantelar los tanques que fueron instalados en la administración pasada con un costo de 90 millones de pesos. Así de erráticos son nuestros gobiernos.
Uno de los principales dolores de cabeza de la ciudad desde los tiempos de José Ángel Pérez ha sido el robo de equipamiento urbano. Medidores de agua, cable del alumbrado y placas y monumentos se han convertido en botín de los ladrones sin que nadie hasta ahora pueda frenar este ilícito, con la consecuente afectación que trae al erario y al bolsillo de los ciudadanos.
En lo que va del año han sido sustraídos más de 600 aparatos de medición de las casas y prácticamente todos los bustos y estatuas se han visto afectados por el vandalismo. Es decir, no sólo la autoridad ha sido incapaz de brindar seguridad a la ciudadanía, sino que tampoco ha podido proteger el patrimonio municipal.
En este sentido, la situación más grave es la del departamento de Alumbrado Público, el cual carece de los recursos suficientes para reponer el cable robado. Debido a esto, la dependencia en cuestión se ha alternado con el sistema de aguas en el primer lugar de quejas en la Dirección de Atención Ciudadana, la cual, dicho sea de paso, no ha conseguido mejorar su proceso de recepción y seguimiento de denuncias. Para terminar de ensombrecer el panorama, empleados municipales dieron a conocer recientemente que no cuentan con combustible y otros insumos para atender los múltiples reclamos de la ciudadanía.
Pero la inoperancia del Ayuntamiento repercute también en áreas que no le competen de forma directa, como lo es la educación. La semana pasada, padres de familia, alumnos y maestros de la escuela secundaria de Monte Real bloquearon la carretera a Mieleras para exigir que la administración municipal libere los terrenos para la construcción de nuevos planteles, puesto que hay alumnos que estudian en aulas móviles desvencijadas, sin baños, pupitres ni refrigeración. El reclamo no es nuevo, tiene dos años y las autoridades no han podido responder. La dilación como paradigma de gobierno.
Hasta aquí he citado los problemas más graves, pero hay otros que tampoco han sido debidamente atendidos. Por ejemplo, el deterioro del pavimento -sobre todo en el segundo cuadro de la ciudad-; el descuido en las áreas verdes y camellones, en donde especies recién plantadas se han ido muriendo, como es el caso del periférico y la autopista a San Pedro; la ausencia de una política continua y efectiva -no asistencialista ni electorera- de desarrollo social; la decadencia del Centro Histórico; la nula estrategia de fomento económico que tiene a Torreón inmerso en la peor sequía de inversión de las últimas décadas, entre otros.
Las causas de la falta de eficiencia de la administración pueden ser diversas, desde la carencia de recursos hasta la ineptitud de funcionarios, pero creo todas se pueden resumir en una sola: la falta de liderazgo del alcalde Eduardo Olmos para ejercer un control estricto en el ayuntamiento, en donde la planeación y el seguimiento del cumplimiento de las metas en cada área sean los ejes. La percepción hoy es que cada director hace lo que quiere y que no existe un verdadero trabajo de equipo. ¿Tendrá el alcalde los arrestos para poner orden en el año y medio que le queda de administración? Lo veo muy difícil, pues hasta ahora no ha dado visos de querer caminar en ese sentido. La promesa de rescate se quedó en la campaña y hoy Torreón naufraga.
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