NO CABE DUDA que somos una sociedad llena de contradicciones. Los mexicanos somos difíciles de entender. Han sido varios los pensadores, sociólogos e investigadores de la conducta humana que han tratado de penetrar al interior de nuestra alma colectiva. En esos intentos, hasta la fecha, muy poco han logrado saber sobre nuestro yo profundo y las diversas máscaras detrás de las cuales nos encubrimos.
Fue el eminente escritor Octavio Paz ganador del Premio Nobel de Literatura quien, en sus conocidas e importantes obras El Laberinto de la Soledad, El Ogro Filantrópico y Posdata, quien trató de penetrar en el alma interior de estos seres que vivimos en el pedazo del planeta Tierra más conocido como México.
TODOS SABEMOS que las luchas históricas de los pueblos, han sido por la búsqueda de la libertad y la justicia. No fue sino hasta mediados del pasado siglo veinte, y después de interminables luchas intestinas, que los mexicanos logramos construir un sistema político democrático por medio del cual sus ciudadanos pudieran elegir a sus gobernantes mediante el voto libre, directo y universal.
PERO ADEMÁS de la institución constitutiva de un sistema democrático para el relevo pacífico de los gobernantes, los mexicanos hemos sabido también darnos un sistema para garantizar la organización, vigilancia, y ejecución de nuestras elecciones a través del Instituto Federal Electoral.
EL DERECHO AL VOTO, LIBRE, DIRECTO y universal de que ahora disfrutamos los mexicanos no ha sido gratuito. En la búsqueda de ese derecho los mexicanos se batieron en interminables luchas fratricidas entre las varias facciones políticas del momento: imperialistas, conservadores, liberales, centralistas, etc.
EL DERECHO DE VOTAR, esto es el sufragio efectivo, fue la bandera que encabezó el coahuilense Francisco I. Madero en contra de Porfirio Díaz que durante 30 años no permitió una sola elección libre y democrática en el país. En la conquista del derecho del voto perdió la vida más de un millón de mexicanos, que soñaban con él, hasta entonces un desconocido privilegio de ir a las urnas, emitir su voto libre y elegir al presidente de la república, a los integrantes del poder legislativo a los titulares de los gobiernos estatales y a los ayuntamientos.
Muchos millones de mexicanos dieron todo lo que tenían en aras de ese ideal político y nunca dudaron dejar sus hogares, familia, hijos y esposa para conquistar el sufragio y la democracia. Aquellas generaciones desgraciadamente no pudieron llegar a ejercitar finalmente el voto libre. Murieron sin conocerlo.
ES POR ESO que resulta desconcertante la conducta que están asumiendo algunos mexicanos de las nuevas generaciones que gozando ahora del derecho del voto, derecho por el cual y por cierto, no movieron un solo dedo para ganárselo, ahora están viviendo en un sistema democrático, con un organismo como es el IFE que organiza, ejecuta y vigila el proceso electoral, salgan con la batea de babas de que no quieren participar como funcionarios en las mesas de casilla para la elecciones del primero de julio.
SEGÚN LA ÚLTIMA información del vocal ejecutivo del IFE en Coahuila, más del treinta por ciento de las personas que han sido insaculadas para que formen parte de las mesas de casilla, se ha disculpado o se ha negado a cumplir con esa obligación ciudadana.
OTROS DESPISTADOS (como el poeta Sicilia) que no pasaron las penalidades de las generaciones anteriores para lograr el sufragio libre, pregonan de manera irresponsable que todos anulen las boletas para que no haya poderes ni gobiernos integrados.
LAS NUEVAS GENERACIONES que gozan hoy del pleno derecho al voto dentro de un sistema democrático y operante, deberían recordar que el sufragio es un derecho que les ha sido regalado por sus antepasados y que les costó más de un millón de muertos.
LA DEMOCRACIA LA HACEMOS TODOS. Es una responsabilidad diaria de todos nosotros. Es un ejercicio de los ciudadanos no del gobierno y menos de los que nos gobiernan.
Derecho a ser parte de los procesos electorales es una obligación de todos. Por ello debemos participar so pena de que ese derecho cualquier día caduque o prescriba. Entonces quizá ya no tengamos elecciones, tal y como sucedió durante cien años.
Primero reclamamos el derecho al voto, libre directo y universal, pero cuando ya lo tenemos, lo tiramos al caño del drenaje. De ahí los laberintos de los mexicanos, a los que se refiere en su soledad Octavio Paz.
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