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“¡Ya no quiero mi tatuaje!”

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“¡Ya no quiero mi tatuaje!”

“¡Ya no quiero mi tatuaje!”

Dra. Mayela Villarreal Reyes

Cada día más personas de diferentes edades y sexos se animan a ponerse un tatuaje. Pero proporcionalmente ha incrementado el número de individuos que se arrepienten y quieren desaparecer esa marca, lo cual no es algo sencillo ni accesible.

Nuestra piel nos delata. En ella se escribe, como en un cuaderno en blanco, desde la forma en que nos alimentamos hasta qué tanto sufrimos o gozamos. ¿Cómo? Mediante un color saludable si comemos bien, o manchas si no hay una buena nutrición; y con arrugas que delatan cuánto reímos y qué tanto nos enojamos.

También hay quienes se toman al pie de la letra la idea de ver la piel como cuaderno y plasman en ella figuras, símbolos, letras e incluso oraciones completas, a través de uno o más tatuajes.

Lo usual es que quien se hace uno, lo haga con gusto y en su momento esté orgulloso de esa imagen en su cuerpo. El problema es que a menudo luego de un tiempo viene el arrepentimiento y dicen: “Ya no la quiero”. Conviene saber que si controlar el impulso de tatuarse les resultó difícil, será más complicado aún eliminar ese dibujo.

“LO QUIERO... NO LO QUIERO”

El tatuaje va de la mano con la historia de la humanidad. Prueba de ello es que en 1991 se descubrió una momia de más de 5,000 años de antigüedad con 57 tatuajes en la espalda.

A lo largo de los siglos el tatuaje ha tenido diferentes funciones, sobre todo de tipo ritual en diversas tribus. También se le recuerda como una vergonzosa manera de marcar a los judíos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente es más bien un símbolo de identificación, pertenencia a cierto grupo o una manera de mostrar una creencia. El término ‘tatuaje’ viene del tahitiano tatau, que se traduce como ‘marcar’ o ‘golpear dos veces’, por la antigua táctica de golpear contra la piel una varita impregnada en tinta.

Mucho se ha insistido en que un tatuaje dura “para toda la vida”, y que es indispensable pensarlo al menos dos veces antes de hacérselo. Aun así, es común que un alto porcentaje de quienes se tatúan cambie de opinión tras algunos años o meses de lucir su diseño, ya sea porque lo que eligieron ya no va con su personalidad o su vida (muy frecuente en quienes se graban nombres de parejas).

Otra razón para querer deshacerse de un tatuaje es que en algunos países, como México, aún son motivo de discriminación. Para numerosas empresas tener uno de estos dibujos puede ser la razón por la que no se otorgue un empleo, o bien para perderlo.

Los tatuajes no desaparecen por sí solos debido a que contienen pigmentos con moléculas muy grandes y pesadas, además de que se aplican en la capa profunda de la piel, la dermis (la única capa que se remueve constantemente es la epidermis).

Según encuestas realizadas en diferentes países, un porcentaje elevado de quienes se han realizado uno o más ‘adornos permanentes’, en dado momento desean desvanecerlos, sobre todo aquellos aplicados en etapas tempranas de la juventud. Tanta gente cambiando de opinión, ha favorecido que en los últimos años se haya incrementado el desarrollo de técnicas para eliminar tatuajes, cosa que antes se creía imposible.

LOS ‘BORRADORES’

Aunque existen diferentes métodos para quitar tatuajes, hay que enfatizar que ninguno de ellos garantiza un resultado al 100 por ciento y cualquiera dejará algún tipo de cicatriz.

Para que un tatuaje pueda ser ‘borrado’ intervienen varios factores, como la antigüedad que tiene en la piel (mientras más nuevo, será más complicado), el tipo de pigmento que se utilizó (hay más de 100 diferentes y por lo general la persona desconoce cuál le pusieron), el color (el verde y el amarillo son los más difíciles de suprimir), la profundidad del dibujo en la piel (que varía según la técnica del tatuador), y por supuesto el profesionalismo del especialista, que debe ser un médico dermatólogo o cirujano plástico con experiencia en la remoción de tatuajes. Caer en manos de alguien que ofrece este servicio sin los conocimientos apropiados, conlleva el riesgo de quedar con enormes cicatrices, sufrir necrosis (muerte del tejido) o severas infecciones. Por eso es básico encontrar un especialista que se haga cargo del procedimiento seleccionado, entre los cuales tenemos los siguientes:

-Cirugía de escisión. Es una práctica complicada, dolorosa y requiere anestesia. A lo largo de varias sesiones, según las dimensiones del tatuaje, se van cortando pequeñas porciones de la piel.

-Estiramiento de tejido. Se inserta un globo bajo la piel y se va inflando para despegarla y expandirla. Luego cortan la parte tatuada y la porción que se estiró es colocada en su lugar. Es una opción apta sólo para diseños pequeños.

-Aplicación de dermocosmético. Proceso similar a realizar nuevamente el tatuaje, sólo que en vez de tinta se inyecta una sustancia que se adherirá al dibujo. El cuerpo rechazará ese químico y lo eliminará junto con los pigmentos.

-Dermoabrasión salina o con cristales. Es como un tipo peeling, en donde se ‘raspa’ la zona con la sustancia elegida para arrasar con las capas de la piel. Se realiza en varias sesiones y no siempre se tienen buenos resultados.

-Láser. Es la mejor alternativa, y la más costosa. Existen diferentes tipos de láser. Entre los más usados están el CO2, el de rubí ‘cosido-Q’, el Tatulazr y el Nd YAG (más reciente y buena opción para azules, negros y rojos). Todos requieren de una serie de visitas, cuyo número dependerá de las ya mencionadas variables (tamaño, antigüedad, tinta). Cada sesión dura pocos minutos y no siempre se utiliza anestesia. El láser actúa enviando breves pulsos de luz a través de las capas superiores de la piel, y se dirige a pigmentos específicos del tatuaje. La sensación es parecida a la de realizarse un tatuaje.

A LO SEGURO: PREVENIR

Tatuarse es una decisión que debe pensarse no dos veces sino 100 o más; necesitas estar completamente seguro de que deseas que esa imagen te acompañe el resto de tu vida, a menos que estés dispuesto a pasar por un procedimiento doloroso, que invariablemente dejará algún tipo de cicatriz y será caro sin excepción: cualquier tipo de remoción te costará mucho más que lo que te cobre un tatuador, por más prestigioso que sea.

No lo olvides: el único método infalible al 100 por ciento para que tu piel no tenga un tatuaje es no ponértelo. Si lo haces, asegúrate de que sea con plena conciencia y el compromiso hacia tu cuerpo de que le estás poniendo una marca permanente.

Correo-e: dramayela@hotmail.com

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