Considerado representante del decadentismo vanguardista, el irlandés Oscar Wilde dejó entre su legado no sólo cuentos, novelas y comedias llenas de ingenio y sagacidad, también reflexiones y frases en las que evidenció su sentir o sus preocupaciones.
“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”, señalaba Wilde al referirse a la existencia, mientras que en torno a la experiencia llegó a señalar que ésta no tenía valor ético alguno, sino que era “simplemente el nombre que damos a nuestros errores”.
De acuerdo con el sitio “proverbia.net”, que recopila frases célebres de personalidades en diversos ámbitos, Wilde, a quien se recuerda hoy a 159 años de su nacimiento, expresó su carácter egocéntrico en frases como “Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida”.
Nacido en Dublín, Irlanda, el 16 de octubre de 1854, Oscar Wilde, quien destacó siempre por ser un alumno sobresaliente, recibió educación académica en su hogar hasta los nueve años de edad, para tiempo después ingresar en la Portora Royal School de Enniskillen (1864-1871).
Mientras eso sucedía, sufrió la pérdida de su hermana menor Isola Wilde a una edad prematura, hecho que le inspiró a escribir el poema “Requiescat”, refiere la biografía que difunde el portal en Internet “oscarwilde.es.tl”.
En 1871 continuó sus estudios en el Trinity College de Dublín, y fue aquí donde comenzó a estudiar a los clásicos hasta 1874, y como resultado de su labor sobresaliente en el estudio de los clásicos, recibió la Medalla de oro Berkeley, por su trabajo en griego sobre poetas griegos.
En 1874 ingresó en el Magdalen College, de Oxford, donde obtuvo el “Oxford Newdigate Prize" por el poema “Ravenna” y de donde se graduó con una nota sobresaliente con el título “Bachelor of Arts”.
Sus obras “Salomé” (1891), musicalizada por el compositor alemán Richard Strauss (1864-1949) en 1906, y “La importancia de llamarse Ernesto” (1895), lo llevaron a su popularidad como dramaturgo.
Mientras que su única novela escrita “El retrato de Dorian Gray” (1891), fue blanco de críticas por replicar el tema de “Fausto” (personaje protagonista de una obra trágica de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832).
Hecho que marcaría su reputación de por vida ante puritanos y conservadores, principalmente ante el marqués de Queenberry, quien en 1895, lo difamó en revistas y periódicos acusándolo de homosexual.
Wilde, por su parte, quiso difamar a Queenberry, pero su intento de defensa fue fallido ya que éste presentó evidencia de hechos que podían ser juzgados ante la Criminal Amendement Act.
Tras lo ocurrido, fue condenado a dos años de prisión por ultraje moral y a cumplir la pena con trabajos forzados, cuestión que lo llevó a escribir “Balada de la cárcel de Reading”, desde el municipio de Wandsworth y Reading.
Su condena le ocasionó la pérdida de todo lo que había logrado conseguir durante su ardua labor como escritor.
Tras cumplir su condena y cambiar su nombre por el de Sebastian Melmoth, se refugió en París donde permaneció hasta el último día de su vida, con una economía débil y problemas de salud ocasionados por el alcohol.
Oscar Wilde murió el 30 de noviembre de 1900, dejando una amplia colección de cuentos publicados, entre los que se recuerdan “El príncipe feliz”, “El ruiseñor y la rosa”, “El gigante egoísta”, “El amigo fiel” y “El fantasma de Canterville”.
Entre sus ensayos se pueden citar “Intenciones”, “La decadencia de la mentira”, “Pluma, lápiz y veneno”, “El crítico artista”, “La verdad sobre las máscaras”, “El alma del hombre bajo el socialismo (1891–1904)” y “Frases y filosofías para uso de la juventud”.
Entre sus obras más recordadas están la novela “El retrato de Dorian Gray”, que ha sido llevado al teatro, el cine y la televisión en diversos países; las obras de teatro “El abanico de Lady Windermere”, “La importancia de llamarse Ernesto” y “Salomé”, de las que existen diversas versiones que también ha traspasado épocas, fronteras e idiomas.