Famosa por sus retratos, paisajes e imágenes intimistas y metafóricas, la pintora mexicana María Izquierdo, una de las artistas que rompió con los esquemas de la mujer de su época, es recordada a 111 años de su nacimiento, que se cumplen este miércoles.
Circo, colores, costumbres y tradiciones mexicanas son el paralelo contradictorio de lo que después marcaría la obra de esta intrépida artista, cuya vida comenzó en San Juan de Los Lagos, Jalisco, el 30 de octubre de 1902.
A la edad de 14 años y por petición de su mamá, contrajo matrimonio con el militar Cándido Posadas, con quien tuvo tres hijos.
De acuerdo con una biografía publicada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), bajo el índice temático de “Mujeres artistas en el México de la modernidad”, a la muerte de su madre, en 1922, decide separarse de su marido y se mudó a la Ciudad de México.
Estuvo inscrita en la Escuela Nacional de Bellas Artes, entre 1928 y 1929, bajo la tutela del pintor Germán Gedovius. Allí conoció a la fotógrafa Lola Álvarez Bravo y al muralista mexicano Diego Rivera, quien elogió su trabajo.
En 1929 se involucró con el pintor Rufino Tamayo, en el ámbito laboral y sentimental, no obstante, éste contrajo nupcias con Olga Flores Rivas en 1934, lo que marcó un parteaguas en la obra de Izquierdo, que se tornó llena de simbolismos de dolor y soledad.
La primera exposición individual que realizó María Izquierdo fue en 1929, en la Galería de Arte Moderno de la Ciudad de México. Un año después se convirtió en la primera mujer mexicana en exponer sus obras en Estados Unidos, en el Art Center de Nueva York, según cita la página en Internet “explorandomexico.com.mx”.
Para 1932, Izquierdo ya impartía clases en el Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública, y de forma paralela, exponía su obra en museos y galerías de diferentes partes del mundo, hechos que la llevaron a ser una personalidad destacada en el ámbito intelectual, destaca por su parte una biografía de la Universidad de Guadalajara.
Para Germaine Gómez Haro, la obra de Izquierdo puede dividirse en su primera pintura, en la década de los años 30, marcada por una frescura y una espontaneidad asombrosas, cuando sus óleos y acuarelas fueron reflejo de su espíritu libre y plenamente lúdico que da vuelo a una imaginación desbordada y que consigue captar la esencia de la mexicanidad a partir de metáforas poéticas.
Sus temas, aparentemente ingenuos –bailarinas, desnudos femeninos, circos, caballos, vacas, gallos, perros y otros animales, personajes del pueblo, niños, objetos y tradiciones populares– están cargados de una fuerza a un tiempo telúrica y mágica que crea atmósferas místicas preñadas de una singular melancolía y, en algunos casos, de un aire de desolación.
En un artículo publicado, Gómez Haro detalla que “si bien utiliza con gran libertad colores brillantes y alegres, la esencia de sus escenas tiene que ver más con la intimidad y el recogimiento que con la celebración festiva”.
Otra vertiente de su pintura recoge atmósferas sombrías captadas en tonalidades ocres y tierras relacionadas con el paisaje rural mexicano y, en unas y otras, se percibe una cierta sensación de enclaustramiento por lo hermético de sus composiciones.
Sus biógrafos destacan que no obstante una cirugía al corazón en 1942, y seis años después una hemiplejía que le dejó la mitad derecha del cuerpo paralizada, Izquierdo no paró de pintar hasta el día de su muerte, el 3 de diciembre de 1955.
De manera póstuma, su obra fue considerada a partir de 2002 Patrimonio Artístico Nacional. El año pasado, ella y el compositor José Pablo Moncayo fueron declarados personas ilustres, autorizándose su inhumación en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores.