El autor fue un erudito que se alimentó de su bibliofilia y de la historia, gracias a lo cual logró colocarse como uno de los escritores mexicanos que con mayor profundidad y conciencia conocen y dominan la memoria mexicana de la cual es portador y depositario. ARCHIVO
Andrés Henestrosa, el hombre que “hispanizó el idioma zapoteco”, nació el 30 de noviembre de 1906, en Ixhuatán, Oaxaca, y falleció el 10 de enero de 2008. Provenía de una familia en la que convivían tres sangres sustantivas de México: la india, la blanca y la negra.
Se sabe que durante su infancia vivió rodeado de la naturaleza de la que supo disfrutar en aquella etapa. Andrés vivió en Ixhuatán hasta los seis años y cursó la primaria en Juchitán.
De acuerdo con la biografía publicada en la biblioteca que lleva su nombre, en 1922, viajó a la Ciudad de México en busca de José Vasconcelos, quien era secretario de Educación Pública, para solicitarle una beca, petición que le fue concedida para estudiar por un año en la Escuela Normal de Maestros, donde aprendió y dominó el español.
Se graduó de bachiller en la Escuela Nacional Preparatoria y cursó sin finalizar la licenciatura en Derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Al mismo tiempo fue alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México.
La revista Universidad de México destaca que su libro “Los hombres que dispersó la danza”, logró publicarlo siete años después de llegar a México, donde retoma tradiciones orales que recrean de manera minuciosa, en favor de una prosa eficaz que fluye con la frescura y cadencia musical y narrativa que en el idioma originario.
Se dice que sus textos los dictaba o eran escritos en casa de su amiga la escritora Antonieta Rivas Mercado, quien lo adoptó y lo presentó con Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Julio Castellanos y Julio Jiménez Rueda, entre muchos otros autores e intelectuales.
En 1936, el autor fue becado por la Fundación Guggenheim, por lo que viajó a los Estados Unidos donde lo acogió Antonio G. Solalinde y donde conoció al antropólogo Franz Blom.
En esa época tuvo la oportunidad de vivir cortas temporadas en Berkeley, California; Chicago, Illinois; Nueva Orleáns; Louisiana; Nueva York, y otros lugares, dedicándose a la investigación en archivos y bibliotecas.
Resultado de la investigación Henestrosa logró fonetizar el idioma zapoteco, preparó el alfabeto y un breve diccionario zapoteca-castellano, en el que dicho alfabeto se puso en práctica.
Un año después, en Nueva Orleáns, escribió el “Retrato de mi madre”, que junto con la “Visión de Anáhuac”, de Alfonso Reyes, y “Canek”, de Ermilo Abreu Gómez, es la obra mexicana más veces editada.
En 1938, Alfonso Reyes lo encontró en Nueva York, donde ya era conocido por su pasión literaria.
Además, fundó y dirigió la revista de cultura zapoteca “Neza”, un proyecto literario dedicado a difundir parte de la literatura del Istmo. Poco a poco, se dio a conocer como un hombre fresco y noble, orgulloso de sus raíces indígenas.
Hacia 1940, Andrés se casó con Alfa Ríos en Juchitán, lo cual generó una de las páginas más ricas en su vida y en las de la literatura mexicana.
Su boda fue objeto de fantásticas crónicas como la de Agustín Yáñez, descrita en “Espejismo de Juchitán”, y en Luis Cardoza y Aragón, quien evocó esa fiesta donde el ser mexicano cobra un aire de oriente.
En 1941, nació Cibeles Henestrosa Ríos, hija única de ambos, quien con gran devoción se ocupó del escritor, una vez fallecida su madre. Andrés se incorporó en 1964 a la Academia Mexicana de la Lengua como miembro numerario, donde ocupó la silla 23, hasta el año 2000.
También incursionó en la política como Diputado Federal de la República en cinco legislaturas. En 1982, fue electo senador por Oaxaca por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la LII y LIII legislatura.
La labor de Andrés Henestrosa como periodista y cronista comprende cerca de 20 mil artículos, sostuvo diferentes columnas y secciones tales como “Alacena de minucias”, “Reloj literario” y “Divagar”, en diarios como “Novedades”, “Excélsior”, “El Universal”, “El Día” o “El Popular”, entre otros.
El autor fue un erudito que se alimentó de su bibliofilia y de la historia, gracias a lo cual logró colocarse como uno de los escritores mexicanos que con mayor profundidad y conciencia conocen y dominan la memoria mexicana de la cual es portador y depositario.
A la edad de 101 años, Andrés Henestrosa falleció en la Ciudad de México el 10 de enero de 2008, por complicaciones de la neumonía que padecía.