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A mi inolvidable Toño

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

FUE UN COMPAÑERO de la vida. Conocí a Antonio Irazoqui Juambelz desde los ya lejanísimos tiempos cuando cursábamos primero de primaria en el Instituto Durango. Por aquellos años Toño vivía con sus padres por el rumbo de la estación de ferrocarril Felipe Pescador y en su casa solíamos reunirnos para hacer todo lo que hacen los niños a esa edad: jugar e inventar juegos.

En 1945 mi padre, el Gral. Medardo González Peña, se retiró de la vida militar y decidió radicarse aquí en Torreón entonces una de las ciudades más pujantes, moderna y progresista de México; fue así como perdí de vista a Toño por primera vez.

NO FUE SINO HASTA 1953 cuando ingresé al Instituto Tecnológico Autónomo de México en el Distrito Federal para cursar preparatoria, que me reencontré nuevamente con mi querido amigo.

Durante mi estadía en la Ciudad de México compartíamos y disfrutamos muchos años de convivencia con su inagotable buen humor e inacabable alegría de vivir.

Su madre Doña Ignacia y mi madre eran muy buenas amigas, lo que propició que nuestras familias se frecuentaran muy a menudo. Además teníamos muchos amigos comunes que se habían instalado en la Ciudad de México, la mayoría de ellos originarios de Durango, con quienes pasamos los mejores años de nuestra juventud.

NUEVAS CIRCUNSTANCIAS me hicieron dejar la Ciudad Capital para regresar a Torreón y el destino me dio la buena suerte de encontrármelo de nuevo ahora en El Siglo de Torreón. Había sido llamado por don Antonio de Juambelz y Bracho para que se incorporara en los programas de modernización del periódico. En aquel esfuerzo fue su brazo derecho por más de 30 años.

Fue Antonio Irazoqui quien logró que el El Siglo de Torreón entrara a la modernidad usando nuevas y mejores tecnologías en la elaboración del diario y sistemas para ofrecer una mayor y oportuna información noticiosa.

PARA ELLO viajó a Europa en busca de las más avanzadas prensas rotativas y los sistemas de informática más sofisticados. Fue bajo su Dirección General, que El Siglo pudo llegar a ser lo que hoy es: uno de los diez periódicos nacionales más importantes, respetados y creíbles de México.

Toño fue un defensor a ultranza del decálogo político, moral y ético que Antonio de Juambelz impuso a la publicación, especialmente para defender a nuestra ciudad y a su comunidad; Antonio Irazoqui siempre denunció en tiempo y forma la corrupción de los políticos y la falta de transparencia y la opacidad en el rendimiento de cuentas por parte de los administradores de los dineros públicos. Fue un periodista recto y alerta para denunciar cualquier acción que pudiera dañar a nuestra comunidad.

DURANTE NUESTRA LARGA amistad le advertí una serie de cualidades y virtudes que lo hacían un hombre muy especial; Lector infatigable, culto y actualizado de los cambios de la sociedad; Un melómano conocedor profundo de la ópera y el tango, virtudes que le afloraban durante aquellas largas y alegres reuniones bohemias cuando Toño se atrevía a tocar el piano.

Nunca usó el poder que su posición le otorgaba; pero la indignación frente a cualquier acto infame lo sublevaba. Nunca fue persona amiga de las controversias o disputas; pero su seguridad lo hacia salir siempre victorioso en los debates. Su arma más poderosa fue siempre y sin duda, su terrible espíritu crítico y su explosivo sentido del humor pleno de ingenio y vitriólica agudeza. Y es que el humor no es otra cosa que una chispa deslumbrante de la inteligencia.

BAJO SU DIRECCIÓN, El Siglo conservó y mantuvo su decálogo: ser el Defensor de la Comunidad. Como jefe de familia fue un padre amoroso y protector de su familia. Como amigo era exigente porque dando él mucho, exigía igual reciprocidad. De porte y espíritu aristocrático sin embargo para él no había falsos ni protocolos inútiles o falsas poses. Con él siempre había fraternidad, camaradería y buen humor. Ese su sentido del humor tan punzante e irónico que era como un finísimo florete que siempre supo empuñar con inteligencia, finura y bonhomía.

EN SU LEÍDA COLUMNA "De lo que el Siglo Informó" que firmaba con el seudónimo de Nauyaca, se puede advertir su capacidad de síntesis para tratar un tema cualquiera. Con su percepción inteligente podía sacar de un simple encabezado de noticia un posible mensaje encriptado. Algunos de aquellos "nahuayacasos" eran verdaderos editoriales en dos líneas. Y es que Antonio cumplía a cabalidad con la regla de oro para los escribidores: que el texto puede ser bueno, pero si es breve es mucho mejor.

SOLAMENTE HACIENDO buenas obras en la vida se puede dejar huella en este nuestro fugaz tránsito por el mundo. Únicamente actuando de esa manera es posible vencer al olvido que es la verdadera muerte para todos. Antonio hizo muchas cosas buenas por lo que se resistirá al olvido.

Con cariño para mi inolvidable amigo Antonio y con mi más sentido pésame para Queta su esposa, sus hijos y nietos.

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gaasoc@hotmail.com

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