La vida sin amigos es una vida vacía. No tiene sentido andar por ella solo, sin con quien compartir experiencias y gratos momentos. Sin amistades y amor, la vida pierde todo sentido.
Por ello siempre he procurado tener buenos amigos y a todos ellos quiero agradecer con estas líneas, por el valor de su compañía a lo largo de tantos años.
Y preciso que bajo el uso del genérico "amigos", incluyo a muchas amigas y a mi familia, por quienes tengo un aprecio infinito y enorme.
La familia es el núcleo afectivo más cercano que tenemos y, si actuamos bien, siempre permaneceremos al lado de ellos. No debe haber nada que nos distancie de ellos y menos por motivos intrascendentes. Y digo esto, porque en ocasiones hay detalles imperceptibles que molestan o malos entendidos que nos hacen alejarnos de algún familiar; y es entonces cuando tenemos que practicar la humildad, ofrecer disculpas y zanjar el diferendo.
Tengo, por fortuna, amigos de muy diverso tipo. Los muy cercanos por razón de la cotidianeidad, como Pancho y otros lejanos por razones personales, como Chuy, Mario o Juan José. Pero todos mantienen de una forma u otra contacto conmigo.
A los muy cercanos los veo con frecuencia en "los desayunos del cuate", (dónde más), aunque uno que otro día le sea infiel y me vaya "Al encanto", para variar el sazón, rodeado de plantas y con una inmejorable compañía.
Mis amigos nunca me abandonan. Ya sea en las reuniones cotidianas, platicando con personas tan interesantes como Félix y Juan José; o en las amplias tertulias de los viernes, con los hijos de los inmigrantes.
Me pasa lo mismo cuando me reúno con mis viejos amigos de los sábados, a los que en ocasiones se suma uno de mis más antiguos compañeros de vida, mi amigo Íñigo.
Dicen que: "Es muy triste cuando nuestro jardín de amigos se va quedando vacío", y en mi jardín ya faltan algunos amigos entrañables como Poncho, Armando, Daniel o Teño, que se adelantaron. Y sin importar el tiempo transcurrido, siempre los tengo presentes y los extraño.
Porque, como dijera Alberto Cortés: "Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo".
Extraño, igualmente, a mis hermanos de sangre, que también fueron mis grandes amigos: Ricardo y Chacha. Porque con ellos compartí toda una vida de fracasos y triunfos, de complicidades y aprendizajes.
Están también mis amigos de Saltillo, entrañable ciudad a la que la vida me llevó y en la que finqué grandes amistades, como Blas, Jesús, Luis Fernando y Melly, así conocida en el mundo artístico, aunque su nombre es Carmen Laura.
Con ninguno de ellos he perdido el contacto, aunque por razones de trabajo, al que más veo es a Jesús, también conocido en el mundo de la farándula como "El poeta", porque sobre todas las cosas mi amigo es poeta, y él me comparte con frecuencia lecciones de vida.
Entre mis amigos lejanos, está don Carlos, de quien aprendí muchas cosas sobre el eficiente servicio público y que invariablemente está al pendiente de mí, al través de estas líneas.
Mis amigos son también mi familia, porque todos forman un grupo compacto en el que siempre estamos pendientes unos de otros.
Especial afecto existe entre los Estrello Hernández y Lourdes, mi hermana y sus hijos Jorge y Luly, porque siguiendo la tradición familiar, nos reunimos cada semana, para enterarnos del estado de todos.
¿Qué sería de mí, sin mis grandes afectos? No quiero ni imaginarlo, sería como deambular en un desierto más feo que el de Ocampo, Coahuila.
Porque la amistad de todos ellos, es lo que me hace permanecer y seguir adelante.
Se afirma que: "La amistad es un tipo de unión afectiva que se basa en la comunicación, el apoyo mutuo, la comprensión, el cariño y la absoluta armonía entre dos personas".
Y creo fervientemente que la amistad, nos proporciona una armonía que sólo se puede conseguir al través de ese estado. Porque la energía que nuestros amigos nos aportan es vital para armonizar nuestro cuerpo físico.
"La amistad anima el alma y estimula el corazón. Se conocen sus efectos beneficiosos para la salud: activa nuevas áreas del cerebro y libera sustancias hormonales que favorecen la relajación y el bienestar. Además, es como un espejo que refleja nuestra imagen ampliada. Nos hace crecer y madurar, ayudando a forjar nuestra personalidad y nuestras relaciones sociales con quienes nos rodean".
Todo ello nos demuestra que no podemos vivir sin amigos. Los necesitamos para nuestro bienestar.
Por todo ello, yo agradezco a todos mis amigos que me hayan permitido compartir grandes tramos de mi vida con ellos y me hayan enriquecido con su presencia y enseñanzas.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".