“El problema de nuestra
actividad es que uno,
nunca sabe si volverá
a casa por la noche”
Guillermo Cano Isaza
periodista asesinado
en 1986
Eso de la libertad de expresión es un valor inestimable para la humanidad misma, desde que se descubrió la forma de transmitir ideas por medio del lenguaje escrito, con la creación del alfabeto por los fenicios siglo y medio antes de Cristo. Su rostro pálido no reflejaba ningún dolor, ni tristeza, estaba tranquilo, en paz como siempre vivió, mientras la vida se le escapaba por los agujeros de las balas de 9 milímetros y sólo pensaba en su máquina de escribir; relataba Rodolfo Rodríguez, un colega periodista del entonces director del diario "El Informador", quien una mañana común y corriente de un miércoles 17 de diciembre de 1986, salió a trabajar como siempre con la convicción de informar y ser un factor de cambio en contra de esas fuerzas que habían empañado la paz en su natal Colombia, de forma gallarda y con brío, pero sin saber que sería la última vez, pues al salir del periódico fue baleado por sicarios de Pablo Escobar, muriendo casi instantáneamente y en brazos de su aprendiz y siempre fiel colega periodista.
En esta ocasión a diferencia de la práctica cotidiana, como algunos de mis lectores sabrán, haré una excepción al dejar de lado la agenda internacional, para abordar un tema abundante y necesario. Las fechas 2009, 2011 y finales del mes pasado son un margen de tiempo demasiado estrecho para permanecer pasivos, frente a los acontecimientos de flagrantes ataques contra el diario local más importante, considero que no es necesario esperar más, para manifestarse en contra de lo que sucede en todos los estratos en este país y no por lo acaecido hace algunos días sino por lo que constantemente se ha venido dando, de forma notoria muy semejante a lo que sucedía por aquellos años en nuestra vecina Colombia.
Los ataques a quienes detentan la palabra ha existido con el periodismo mismo, en particular en aquellas coyunturas políticas, sociales o culturales en las que la opinión pública es crucial, como ya he mencionado el ejemplo de Colombia, quienes durante el dominio de las organización criminales sobre el poder público provocó desamparo y desconcierto en el ejercicio de la libertad de prensa. Ejemplo que se está evidenciando de forma recurrente desde el gobierno calderonista, en este país. Es de considerar los números, según una Organización No Gubernamental británica de lucha contra la violencia a periodistas, que realizó una investigación en México dadas las cifras alarmantes, de 2000 a 2011 se asesinaron a 66 periodistas y se desaparecieron 13, pero en 2011 explotó abruptamente la cifra dada la impunidad imperante en el México de hoy, al sumar 172 agresiones, entre ellas nueve asesinatos de periodistas, dos de trabajadores de medios, dos desapariciones de comunicadores y ocho agresiones con armas de fuego o explosivos contra instalaciones de medios.
No por nada el organismo internacional Human Rights Watch declaró como reprobado en derechos humanos al último sexenio panista (esperemos no se repita algo parecido nunca más), por la masa de asesinatos y quejas a comisiones internacionales y nacionales de derechos humanos, el régimen de impunidad y en particular, el disparo de cifras de arremetidas contra comunicadores. Para añadirle más sal a la herida del fracaso rotundo del último gobierno, y lo que se sigue dando, el alto comisionado para derechos humanos de la ONU en 2010 exhortó al Estado mexicano a tomar medidas de protección para periodistas en pugna por la vigencia del artículo noveno de la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión celebrada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Pues si esto no fuera poco, ese mismo año, el relator de la ONU sobre libertad de expresión Frank La Rue y su homónima de la OEA (Organización de Estados Americanos), Catalina Botero, visitaron la capital del país para recabar información y presentar un diagnóstico que les pondría en aptitud de realizar una recomendación, suceso que provocó la creación de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra Periodistas en el Distrito Federal.
Pero como si nada de esto importara, en 2012, Campaña por un emblema de Prensa, una organización civil internacional, declaró que México es el tercer país más peligroso para ejercer el periodismo, sólo por debajo de Siria y Somalia.
Por ello es de esperarse que se sigan dando casos como el de Jaime Guadalupe González, reportero de Ojinaga Noticias que fue asesinado este lunes, o el ataque a las instalaciones del Siglo de Torreón.
Al Estado mexicano debe ocuparle y preocuparle como punto prioritario, garantizar de forma urgente el respeto a la expresión pública y libre, veremos qué hace nuestro intrépido presidente frente a este tema cada vez más intolerante y decepcionante.
@alanbarrasa