Se ha pasado la cima de esta tanda de elecciones. No es el caso de abundar en los incidentes dramáticos que se dieron en las campañas de los candidatos, ni mucho menos las reacciones chuscas, algunas modelos de histrionía, de algunos partidos al conocer las tendencias de los resultados.
Los morelenses contratados para "vigilar" los comicios en Veracruz fue un caso de las huestes que el PRI trasportó de un distrito a otro como refuerzos. Pero las mañas del otrora "invencible" no valieron.
Los comentaristas subrayaron los episodios de violencia, muertes y secuestros y hasta incendio y robo de urnas que lamentablemente se dieron en varios estados pero que no desanimaron el empeño cívico de millones de votantes.
La ciudadanía está madurando en su discernimiento político. Lo demuestra el que, en algunos estados, fue capaz de rechazar la sumisión del PRI. A eso ayudó el bien conocido desprestigio de líderes, incluso el de sus hijos y parientes como los Moreira o los Hank Rhon.
El broche de oro fue el sainete que armó el PRI en Baja California con la ruidosa sesión triunfalista donde el presidente del partido, César Camacho, apareció acompañado de un patentemente dudoso Manlio Fabio Beltrones, que ya percibía la realidad de que no se había podido destronar al PAN, ni siquiera invocando la memoria de Luis Donaldo Colosio. Tan renuente estaba el PRI a aceptar la derrota que se le perfilaba que culpó a la empresa privada contratada para realizar el PREP de fallas en algorismos, el factor matemático que relaciona resultados obtenidos con los porcentajes definitivos. Esto sirvió de pretexto al sumiso Consejo Electoral Estatal para suspender sus sesiones en la esperanza de que se encontrara "solución" al amargo problema.
Para nuestra opinión pública, acostumbrada por décadas enteras a la cultura del partido oficial omnipotente, le resultó difícil entender que alianzas entre el PAN y el PRD pudieran provocar que el PRI en algunos estados registrase una tendencia a la baja. En efecto el saldo neto de estas elecciones está a la vista en tanto que el PRI redujo su número de gobernados de 22 millones a 20 mientras que el PAN pasa de 9 millones a 12. Nadie piensa que una golondrina hace verano, pero lo importante es un hecho que va repitiéndose: bastiones tradicionalmente priistas dejan de serlo como sucedió en Coahuila, Tlaxcala y Puebla.
Muchos de los medios escritos y electrónicos de comunicación no cumplieron su responsabilidad. Con la llegada del PRI al gobierno mostraron parcialidad hacia el partido en el gobierno, con manipulación informativa que restó méritos e importancia a los datos que favorecen a la oposición retrocediendo a una situación superada en las dos administraciones panistas pasadas.
A su vez el trabajo aumenta para los políticos que tienen que dejar atrás sus conflictos internos y entender que la ciudadanía no tiene interés sino en el resultado neto de su labor en términos de mejoramiento de condiciones y niveles de vida.
Los líderes de las fracciones que se enfrentan al interior de los tres grandes partidos tienen que entender que así serán juzgados y ello se reflejará en las próximas elecciones. El pasado domingo 7 el avance del PAN estuvo en la aprobación ciudadana de sus administraciones y el retroceso de otros su deficiente desempeño de los otros partidos que perdieron en reconocimiento ciudadano, por más que los medios estaban canteados a favor del PRI.
Ante una ciudadanía que va madurando en su exigencia política, la prioridad de los partidos políticos tiene que dejar atrás meras estrategias electorales y transformarse en asegurar gobiernos eficientes y honradas ante todo respetuosos de los deseos de cada comunidad.
Las lecciones del domingo 7 se imponen. La tarea de los políticos está más clara que nunca.
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