Abuelos al rescate

La dinámica de la educación en las familias ha sido objeto de cambios dramáticos durante los últimos años en casi todos los países del mundo, al tiempo que las imágenes «ideales» del padre, la madre y los hijos han sido desplazadas por otras menos convencionales.

Las necesidades económicas, los cambios sociales y otros factores, han dado lugar a que los abuelos salgan de sus posturas de retiro y participen activamente en nuevas tareas dentro del hogar, principalmente en la educación de los nietos.

Después de los sesenta años, el ser humano entra en una nueva etapa física, mental y social que ha sido denominada como tercera edad, en la que regularmente se deben garantizar condiciones jurídicas de descanso, reposo y cuidado de la salud por parte de la población en general.

Los adultos mayores se han convertido en una parte importante de la vida social de los países. En Coahuila, se estima que existen unas 240 mil personas que superan los sesenta años, mientras que en Durango la cifra llega a los 120 mil. La proyección nacional para los próximos diez años es que la cantidad de «abuelos» se triplique.

Cada vez son más los adultos mayores que deben integrarse a las familias de alguna u otra forma, razón por la cual terminan viviendo en los hogares de sus hijos y nietos, ya sea de manera parcial o total. Y es así como comienza una nueva aventura de convivencia y educación para los abuelos.

Este tipo de situaciones se registran con frecuencia en los países que están en vías de desarrollo como México, donde los sistemas de seguridad social no son capaces de satisfacer todas las necesidades de los adultos mayores, por lo que tienden a buscar el apoyo de algún hijo o familiar cercano. En otros casos, las parejas se enfocan casi todo el día en su trabajo, dejando a los hijos sin vigilancia durante largas jornadas, por lo que solicitan la ayuda de los abuelos para compensar las labores de cuidado y supervisión.

Cada caso es distinto, dependiendo de la familia y las relaciones que se establezcan entre sus miembros; sin embargo, cuando este tipo de situaciones se presentan, los abuelos terminan pasando más tiempo con sus nietos. En estos casos, se hace necesario tomar algunas decisiones que los involucren en el proceso de la crianza.

NUEVA DINÁMICA

Una vez que ocurre esta integración a la educación de los nietos, no hay marcha atrás. Los especialistas aseguran que la imagen de los abuelos será determinante en la formación moral e intelectual de los menores, pues toda estimulación se convierte en una referencia para el comportamiento de los niños en el futuro.

Justo en este punto, ocurrirán algunos cambios en la dinámica familiar donde pueden llegar a presentarse diversos escenarios.

Consentir o reprimir: cada padre de familia emplea diversos esquemas de reglas y permisos en la educación de sus hijos. Por ello, al involucrar a los abuelos, estos límites deben dejarse claros, de lo contrario, los menores experimentarán procesos de cambios de autoridad, confusión o negación.

Se habla de abuelos «consentidores» cuando una orden del padre o la madre es eliminada o pasada por alto en aparente beneficio para los niños, esto generará la sensación de que la regla original era negativa y no podrá ser empleada otra vez. En un extremo de la lógica, los menores incluso podrán pensar que sus abuelos son «buenos», mientras que sus padres «malos».

Por el contrario, los abuelos represores serán aquellos que apliquen un esquema de reglas que van más allá de los límites de los padres, negando solicitudes sobre cualquier tema, lo cual genera un sentimiento de aversión contra ellos mismos. Y así es como se forman muchas historias de «abuelos gruñones».

Incluso, puede ocurrir una de las situaciones menos recomendables para el proceso de educación de los menores, como los conflictos verbales entre padres y abuelos. En ambos casos, existirá una alteración del orden, por lo que es importante dejar en claro que los abuelos sí representan una autoridad en la educación de los nietos, sin embargo, la máxima autoridad son los padres y sus propias reglas.

CÓMO INSTAURAR LAS REGLAS

Para evitar caer en el juego de consentir o reprimir, los psicólogos recomiendan a los abuelos negociar previamente el esquema de reglas de los padres, para evitar contradicciones, de modo que sus aportaciones en el proceso educativo sean aprobadas desde antes. De esta manera, el objetivo será funcionar como un auxiliar, no como un rival.

Los especialistas advierten que también son comunes los escenarios donde los abuelos adquieren los cuidados y educación de los nietos de forma involuntaria, es decir, debido a que estos ya vivían en la casa de sus hijos, y al llegar los nietos tienen que apoyarlos aun en contra de su voluntad.

Este tipo de casos involuntarios ocurren cuando los conflictos entre los adultos mayores y sus hijos no se han solucionado, lo cual provoca cierta incomodidad o rechazo al cuidar a los nietos. Cuando esto ocurre, los abuelos pueden descuidar la vigilancia de los menores, limitándose a «supervisar» visualmente lo que hace el niño o el adolescente. En este tipo de situaciones, no existe un aporte educativo, más bien, el menor puede salir perjudicado por la falta de atención integral.

Es importante recordar que muchos adultos mayores buscan descansar o no tener responsabilidades mayores en esta etapa de sus vidas, pues en el pasado ya llevaron a cabo este tipo de actividades con sus propios hijos y no necesariamente tienen por qué hacerse cargo de la educación y cuidados de sus nietos.

LA SALUD DE LOS ABUELOS

Al dejar en claro el tema de la autoridad, resulta fundamental tomar en cuenta otro aspecto básico: la responsabilidad sobre la integridad de los nietos. Es cierto, el cuidado de los menores y su protección dependen de quien esté con ellos en el momento, pero tampoco se debe dejar de lado que se trata de adultos mayores realizando una labor de alta integración, y que incluso existen abuelos que experimentan padecimientos físicos, crónico degenerativos o hasta mentales, que les impedirán educar y cuidar a sus nietos de forma adecuada.

La diabetes, el Alzheimer, la demencia senil, la hipertensión y otras enfermedades, definitivamente representan un aspecto a tomar en cuenta al valorar si los abuelos deben o no participar en la educación y cuidado de los nietos.

También se debe revisar previamente la propia salud de los adultos mayores antes de incluirlos en la educación de los niños y adolescentes, pues no son pocos los casos en los que este tipo de tareas generan estrés, cansancio y desgaste emocional en los abuelos, especialmente si tienen bajo su cargo a varios niños o si se trata de adolescentes.

La brecha generacional es otro aspecto importante con los nietos mayores de doce años. Los especialistas han comenzado a estudiar los efectos de la utilización de redes sociales en los menores y la falta de adaptación al mundo digital por parte de los abuelo, y advierten que cada vez son más usuales las escenas donde los adolescentes o los niños pasan muchas horas frente a la pantalla de una computadora, una tableta electrónica o un teléfono inteligente. El internet desplaza la presencia de los adultos mayores a pesar de que se ubiquen a sólo unos metros de distancia.

El desconocimiento de los adultos mayores en estos campos no les permitirá saber lo que en realidad ven sus nietos; violencia, pornografía y otros temas llegarán directamente a los niños sin ningún tipo de filtro, por eso se recomienda establecer límites previos para el uso de la tecnología cuando los abuelos estén a cargo.

A pesar de los obstáculos (físicos o generacionales) que puedan existir, no hay un impedimento psicológico para que los abuelos no puedan enriquecer la formación de sus nietos. Mientras sea de forma voluntaria, existe una ventana para darle a los menores una mejor calidad de vida, ya que los padres y abuelos pueden ofrecerles atención y cariño al mismo tiempo.

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