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Abuelos del siglo XXI

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Juan Manuel Torres Vega

Todos los roles han cambiado y necesitan adaptarse a la realidad que impone la sociedad en el presente siglo. Los abuelos no son la excepción, pues ya no les corresponde un papel pasivo y han dejado de ser las nanas por excelencia: tienen mucho que decir y hacer en la construcción del nuevo sistema familiar.

La configuración de la población mexicana actual (en la segunda década del siglo XXI) muestra claras diferencias con respecto al pasado. Luego de la revolución, los avances en urbanización y salud permitieron una reducción significativa del riesgo de morir en los primeros años o por causa de enfermedades infecciosas y parasitarias. La esperanza de vida en el país, que en 1930 era de 33 años para la mujer y 35 para el varón, en 2012 alcanzó los 78 para ella y 73 para él. Tenemos los más altos porcentajes de adultos mayores de la historia y la tendencia es a la alza. En ese grupo poblacional se encuentran los abuelos y su reto se resume en vivir con la mayor calidad posible. Hoy es alta la probabilidad de que conozcan y acompañen a sus nietos por lo menos durante 20 años, esto a pesar de que sus hijos se casan y son padres en una edad cada vez más tardía.

El abuelo promedio del siglo XX tuvo una expectativa de vida menor y cuando llegaron los nietos su universo estaba centrado en la atención de enfermedades y en la percepción de una muerte cercana, que se presentaba cuando los ‘tesoritos’ eran niños, adolescentes o incluso ni siquiera habían nacido.

El cambio es significativo para este siglo, pues la llegada de los nietos los encuentra lejos de la mecedora o la cama, enfocados en atender asuntos cotidianos y en la decisión sobre la mejor forma de aprovechar los años por venir. Para ello tienen un abanico muy amplio de tareas: desarrollar actividades académicas y/o laborales, fortalecer su red social de amigos, divertirse, viajar, ejercer la prevención y/o el control de las enfermedades, asegurar un descanso reparador pero combinándolo con algún tipo de ejercicio acorde a su edad y salud; mantener una buena administración financiera, profundizar en la relación de pareja y claro, enriquecer el acompañamiento de hijos y nietos.

DOS PARADIGMAS

El modelo tradicional de abuelo nos presenta a una persona tierna, consentidora, sumamente accesible, paciente, tolerante, bonachona, cómplice, sustituta de nana, querendona, jubilada, pasiva, proveedora y paternalista. Dichas características son congruentes con quien tenía poco tiempo para compartir con los suyos y lo hacía dando todo en la fase terminal de la existencia. Es así que en esa etapa los demás, y en especial los nietos, ocupaban el primer lugar en la jerarquía.

En cambio el nuevo modelo (es decir, los abuelos de hoy) se adapta al dramático incremento en la esperanza de vida. Suele mantener la característica básica del modelo tradicional, que es la entrega generosa, pero complementada con la atención integral de sí mismo en todas las tareas mencionadas: desde cultivar el vínculo con su ascendencia hasta enriquecer el acompañamiento de su descendencia. Ahora el abuelo se encuentra en la cúspide jerárquica pues al ocuparse de sí disfrutará plenamente de vivir y ofrecerá a los demás el mejor testimonio posible, marcado con el sello inconfundible de lo saludable.

Antes el panorama del abuelo se limitaba a su casa, incluso a su recámara, y estaba dedicado a sobrevivir para conocer a los nietos. Hoy ese mundo se ha expandido: sale del hogar, se desplaza por toda su comunidad y ocasionalmente visita otras ciudades o países. La diferencia entre ambos escenarios impacta su agenda y su toma de decisiones. El primero, alimentado por los recuerdos y empujado a la nostalgia por la conciencia de todo lo perdido; y el segundo, nutrido con las sorpresas de cada día e invitado a la gratitud por el aprendizaje permanente, por la conciencia de todo lo que se sigue ganando. Un ejemplo impresionante se encuentra en el paso del lápiz y el papel, el teléfono fijo y la televisión de bulbos, al uso de las nuevas tecnologías. Son cada vez más los abuelos que emplean las computadoras y teléfonos para comunicarse, divertirse y aprender; los que han desechado el miedo al cambio y experimentan el riesgo de vivir la novedad; los que mantienen la frescura aceptando su condición, sus cualidades y recursos; los que esparcen la semilla de los adultos en plenitud.

Lo anterior no quiere decir que los abuelos hayan desaparecido como figuras de acompañamiento para los nietos, pero indudablemente destinan menos tiempo a ello. En contraparte pueden ofrecer un cuidado de mayor calidad, ya que cuentan con información que sus predecesores desconocían.

DISFRUTAR SE ELIGE

En este cambio hay una lección y una advertencia para todos los abuelos, en potencia (los jóvenes adultos) y en acto (los adultos mayores): los nuevos tiempos exigen medidas inmediatas de adaptación y de prevención. Se vuelve preciso prepararse para lo que vendrá a la par que el título de abuelo: la tercera edad. En el ámbito económico, por la transición de los planes corporativos de jubilación a los planes individuales de retiro, y la necesidad de cimentar una existencia digna desde lo financiero. En el ámbito físico, por el alto riesgo de las enfermedades crónicas (que minan cada vez más profundamente las finanzas públicas y personales), y la enorme gama de actividades preventivas como la modificación del estilo tradicional de vida por uno que disminuya las probabilidades de padecer la diabetes o la hipertensión arterial. En el ámbito psicológico, por la amenaza de la dependencia que consume dolorosamente a la persona en sus cualidades y recursos, y las oportunidades de mantener tanto la interdependencia con respecto a los demás como la autonomía sobre las propias decisiones.

Es muy recomendable la elaboración de un proyecto para diseñar el último tramo vital que antes se sumaba en semanas o meses y ahora se contabiliza en décadas, pues si alguien ha llegado a los 60 años de edad la expectativa actual señala que le faltan 20 ó más. ¿Qué hacer con tanto tiempo? Disfrutar. ¿Y cómo hacerlo al máximo?

Y ahora, ¿quién cuidará de los nietos? Los abuelos no. Desde luego, habrá excepciones pero debemos admitir que en el siglo XXI, una estancia infantil es la respuesta más probable.

Correo-e: JuanManuel.Torres@lag.uia.mx

Fuentes: Numeralia de los adultos mayores en México, Cárdenas, C. L., González, C. A., & Lara, H. E., Instituto de Geriatría (México, 2012); Indicadores demográficos 2006-2012 (Consejo Nacional de Población, México, 2012); Indicadores socio-demográficos de México (1930-2000), Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (México, 2001).

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