Cuando un asunto o tema que ocurre en algún momento o lugar se hace público, motiva expresiones de diverso tipo que pueden pasar inadvertidas sobre todo si el lector desconoce sobre el significado de tales opiniones; el riesgo de esto es la interpretación final que al respecto se forman las personas como sucede con el problema del arsénico, o para ser más precisos, sobre el hidroarsenicismo que desde hace décadas se presenta en La Laguna.
Tal es el caso del artículo reciente que publicó este prestigiado diario sobre "mitos y realidades del arsénico", cuya lectura final parece dejar la impresión de que tal cuestión no es tan grave en esta región apoyándose en la afirmación de un científico mexicano residente en el extranjero sobre la duda existente de que el agua que se ingiere con este elemento produzca cáncer en las personas.
Sin pretender polemizar ni sobredimensionar los hechos inherentes a la problemática de contaminación del agua que enfrentamos los laguneros, cuando menos durante dos generaciones, es importante, en ese juego de palabras ambiguas, pasar de las percepciones que al intentar desmitificar hechos crean o multiplican los mitos.
El mismo científico en que se apoya nuestro colega que trata de desmitificar este asunto, afirma que la ingesta crónica de arsénico provoca cáncer de piel, pulmón y vejiga, aunque, dice, "no existe un estudio serio que definitivamente diga que el consumo de arsénico en el agua produzca cáncer", y agrega, "pero mientras haya duda los niveles de arsénico en el agua deben disminuir, ahí no hay debate".
Ciertamente, como señala nuestro connotado científico residente en Londres, quizá no exista un estudio serio que pruebe la relación contundente entre agua y arsénico con cáncer, pero creo que él coincidiría, como se desprende de la última parte de su expresión, que el consumo de agua con concentraciones elevadas de arsénico durante prolongados períodos de vida, como ya ocurre por décadas en esta región, crea un riesgo, que por cierto parece aumentar, que no sólo puede provocar cáncer en las personas, sino que, como ya lo han probado médicos locales en estudios serios recientes, tal condición aumenta la propensión a la diabetes y disminuye la fertilidad en jóvenes.
Quienes al respecto nos hemos atrevido a opinar públicamente no lo hacemos por llamar la atención y buscar notoriedad, sino porque creemos que es un asunto al que se ha evadido o afrontado parcialmente por quienes tienen la responsabilidad de atenderlo, sean autoridades del sector ambiental donde, cuando menos, ya se reconoce el problema de la contaminación del agua proveniente del acuífero principal y sus posibles causas y causantes, aunque en el sector salud prevalece la omisión. Creemos que es una preocupación genuina y no amarillista, y lo que enfatizamos con ella es precisamente el riesgo de exposición, sobre el cual como menciona nuestro connacional experto, en ello no hay debate, ni mito alguno, sino una realidad.
En el colectivo que concurrimos algunos académicos y ambientalistas laguneros, al cual hemos llamado Encuentro Ciudadano Lagunero, definimos que esta cuestión es la punta del iceberg de la problemática ambiental de la Comarca Lagunera, y que la recuperación del acuífero principal es parte de nuestro esfuerzo por recuperar nuestros deteriorados recursos naturales, y decimos nuestros como bienes comunes y no privados porque precisamente la concentración particular de las concesiones y el uso irresponsable que a ellas se le ha dado, es parte de las causas estructurales que provocan esta problemática.
Entonces no digamos o repitamos como consuelo que Torreón, o La Laguna, no es un foco rojo en el panorama internacional de cáncer provocado por arsénico, el riesgo está y como tal debemos asumirlo como lo estamos haciendo los ciudadanos ante las limitantes que exponen los organismos oficiales, ambientales o de salud, para resolverlo.
Tampoco desconocemos que el arsénico está presente en diversas formas en la naturaleza como otros elementos químicos, el problema es que cuando esa presencia es alterada, como en este caso, por causas antrópicas, dígase sobreexplotación del acuífero, las concentraciones de dicho elemento en las soluciones de agua que extraemos e ingerimos resultan tóxicas para la salud humana. En otras palabras, el riesgo de exposición que tenemos los laguneros a ingerir de manera crónica agua con elevadas concentraciones de arsénico lo provocamos nosotros, ahí tampoco hay ambigüedades y son realidades presentes por más que se quieran esconder o "mitificar".
Cierto es también que la alta incidencia de cáncer entre la población lagunera no necesariamente es provocada por la ingesta crónica de agua con arsénico, puesto que puede haber otras causas, máxime que vivimos en una región en la que se ha abusado en la aplicación de agroquímicos en los cultivos que han contaminado el suelo y aire, sólo por mencionar un ejemplo. Entonces, es importante que todo esfuerzo de desmitificar las percepciones que adquirimos sobre los hechos que nos rodean y de los cuales somos parte, lo enfoquemos con argumentos que permitan esclarecerlos, puesto que las percepciones podrán ser falsas o verdaderas, pero la realidad ahí está, como decía un maestro de epistemología, los hechos son y sólo son, lo que tenemos que tener cuidado es de interpretarlos tal cual, para buscar las soluciones adecuadas y posibles.