La OMS estima que unos 700 millones de personas en el mundo padecen desórdenes mentales y neurológicos, y la mayoría de ellos no cuenta con la atención psicosanitaria adecuada, una situación que el plan pretende subsanar. INGIMAGE
La Asamblea Mundial de la Salud (AMS) adoptó el Plan de Acción para la Salud Mental 2013-2020, que pretende impulsar la lucha contra las enfermedades neurológicas y asegurar que las personas que las padecen cuentan con la atención psicosanitaria adecuada.
La AMS es el máximo órgano decisorio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que anualmente marca las líneas directrices del trabajo a corto, medio y largo plazo.
La OMS estima que unos 700 millones de personas en el mundo padecen desórdenes mentales y neurológicos, y la mayoría de ellos no cuenta con la atención psicosanitaria adecuada, una situación que el plan pretende subsanar.
Una de las últimas constataciones de la entidad es que las enfermedades mentales y neurológicas representan el 13 por ciento del total de las dolencias mundiales y una tercera parte de las no transmisibles.
Se estima que unos 350 millones de personas en el mundo padecen depresión, 90 millones sufren un desorden de abuso de substancias, 50 millones están aquejadas de epilepsia y 35.6 millones de alzheimer y otras demencias.
Pero el mayor problema no es el impacto de estos males, sino el poco o nulo tratamiento que reciben las personas que las padecen.
En los países de ingresos bajos y medios, entre el 76 y el 85 por ciento de las personas con desórdenes mentales severos no recibe ningún tratamiento por su dolencia.
Una situación que mejora considerablemente en los países desarrollados, pero que sigue siendo considerablemente bajo, dado que entre el 35 y el 50 por ciento de los pacientes en los países ricos tampoco sigue ningún tratamiento.
Las personas con desórdenes mentales padecen índices desproporcionados de discapacidad y mortalidad, según la OMS.
De hecho, las personas con depresión y esquizofrenia tienen entre un 40 y un 60 por ciento más de posibilidades de morir prematuramente que la población general.
Además, la OMS incide en el hecho de que las personas afectadas son más proclives a sufrir cáncer, problemas cardiovasculares o de VIH, el virus causante del sida.
"Por ejemplo -destaca la OMS- existen evidencias de que la depresión predispone a las personas al infarto de miocardio y a la diabetes, y a su vez, las dos dolencias contribuyen a la aparición de la depresión".
Otro aspecto no desdeñable es el coste que estas dolencias tienen tanto para las personas y las familias que las padecen -muchas de ellas caen en la pobreza a causa de un desorden mental- como para la sociedad en general.
La Unión Europea calcula que las enfermedades mentales provocan una pérdida de entre el 3 y el 4 por ciento del Producto Interno Bruto a causa de la falta de productividad; y el Foro Económico Mundial estima su costo en más de 2.5 billones de dólares.
A pesar de ello, el gasto sanitario global para enfermedades mentales es menos de dos dólares por persona, y menos de 0.25 dólares por persona en los países menos desarrollados.
Además, el número de trabajadores de la salud que lidian con enfermedades mentales es ínfimo: la mitad de la población mundial reside en países donde hay un psiquiatra que trata a 200,000 personas.
Asimismo, sólo el 36 por ciento de las personas que vive en países en desarrollo cuenta con una legislación que cubre la esfera de la salud mental.
Por todo ello, el plan era más que necesario y contará no sólo con objetivos generales, sino con metas específicas como la introducción de programas de prevención, el aumento de la asistencia o la reducción de las tasas de suicidios.
El plan prevé además que la OMS que evalúe la implementación del mismo por parte de los países, y que con una periodicidad trianual presente un informe al respecto.
