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¡Ah, que mis abuelas..!

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Anoche soñé a mis dos abuelas, una que se llamaba Teódula y otra que respondía al nombre de Dolores. Era yo el menor entre la descendencia de aquellas familias Orozco García y Melo Valdés. Las primeras fueron originarias del Valle de Conchos, en Chihuhua; las segundas eran nativas de Saltillo y vivían en Villa de Patos del estado de Coahuila, hoy bautizada como General Cepeda. Anoche me pareció verlas, metidas en mi somnolencia de apabullante realismo. Observé sus conocidos rostros arrugados, sus ojos brillantísimos y vívidos, con un modesto atenduaje. Pendían de sus cuellos sendos crucifijos de plata que las dos abuelas acariciaban cuando se persignaban con las manos diestras.

Mi abuela Orozco García llevaba el nombre de Teódula, y mi abuela Melo Valdés respondía al patronímico de Dolores. Casi de una misma edad, aunque esta cronología jamás se mencionara en sus conversaciones, acaso por la manera de ser o el carácter de cada cual; sin embargo, ambas proclamaban fobias muy parecidas, referidas sin falta a los apellidos revolucionarios de aquellos tiempos.

Mamá Tola simpatizaba con don Francisco Ignacio Madero González y con sus seguidores, en tanto que las simpatías de mamá Lola se inclinaban ante un "ismo" singular, pues este importamadrismo se confundía con el antimaderismo, ya que sus adorados muertos no parecían tener que ver con el movimiento bélico entre estos "revoltosos", como mamá Tola los nombraba y sólo por empatía solía aplaudir cuando Madero entraba a la ciudad de Saltillo, después de un triunfo en la capital o en las comunidades campiranas cercanas a Saltillo.

Todos tenían voz de trueno, el tono se mezclaba entre los vítores del maderismo, del villismo o de cualquier triunfador del carrancismo, cuyos partidarios soltaban una sonora mentada de madre contra todos los opuestos a sus simpatías: "¡Chingen a quienes los parieron, pinches traidores!"

Paradojicamente la abuela Tola de Chihuahua no poseía las malquerencias de su comadre Lola, de Patos y en vez de aplaudir las mentadas de madre rezaba un devoto triduo por todos los que morían en el campo de la lucha revolucionaria.

Parras era sin embargo un pueblo pleno de maderismo, ya que de conglomerado y los negocios de don Evaristo Madero vivían como casi todos los habitantes, dolidos por la inestabilidad social que causaban las ideas políticas de Panchito Madero y las de sus enemigos, pues en cada hogar parreño vivía uno "con el Jesús en la boca" a la rece y rece por la divina protección a sus familiares, pero siempre a la espera de muy malas noticias.

Mamá Tola sólo se animaba a echar al aire aquellos rudos vocablos en voz baja. Decían "demonios, diablos, cabrones, chingados" cuando resultaba necesario soltar del alma lo que sentían, y se oían muy sabrosos; mas no así las reacciones explosivas de su comadre Lola, la de Patos, quien presumía aquellos escapes y dicterios como si fueran "descansos bien intencionados del alma de las álmas".

Pero todo pasa indefectiblemente, y no hay elogio ni agravio que permanezca para siempre, ni rencores que los recuerden. Entre las familias de mamá Tola y mamá Lola no hubo conficto alguno: las mentiras y las mentadas quedaron para la posteridad. Eran sentimientos virtuales expresados con énfasis "para darle sabor al caldo" y han sobrevivido de generación en generación…

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