Salud. Este tipo de enfermedad es mortal y se presenta a cualquier edad. Los síntomas muchas veces se pueden confundir con la gripa.
Uno de los padecimientos menos comunes y más letales que existen es también uno de los menos conocidos por los médicos de primer contacto del país.
La enfermedad meningocócica invasiva es una infección que ataca las meninges, que no son otra cosa que las membranas de tejido que cubren todo el sistema nervioso central; ésta es producida por bacterias o virus que pueden envenenar la sangre y causar la muerte en 24 horas.
Sarbelio Moreno Espinosa, infectógolo pediatra del Hospital Infantil de México, resaltó que en el país deben contabilizarse cuando mucho 70 casos al año.
Incluso manifestó que suele ser más frecuente en Estados Unidos y Europa, además de que recientemente se detectó un brote en Brasil, Argentina y Chile, al grado de que actualmente es un serio problema de salud.
La meningitis y la septicemia, que es el envenenamiento de la sangre, son causadas por una misma bacteria y frecuentemente se dan juntas.
Resaltó que una de las dificultades para detectarlas a tiempo y someter al paciente a tratamiento es que sus síntomas iniciales suelen confundirse con los de la gripe, por ejemplo.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la enfermedad meninfocócica invasiva causa 50 mil muertes anuales en todo el mundo. Mientras que en Latinoamérica se detectan unos diez mil nuevos casos cada año y muere una de cada cinco personas que la contrae.
SÍNTOMAS
En jóvenes y adultos la enfermedad se manifiesta con dolor muscular severo, debilidad y dificultad para moverse, confusión e irritabilidad y severo dolor de cabeza. Aparecen puntos rojos en diferentes partes del cuerpo que paulatinamente se hacen más grandes; esto se debe a que se coagula la sangre de los vasos sanguíneos. Si no se atiende a tiempo puede provocar gangrena en las extremidades y presión arterial alta. Las secuelas pueden ser permanentes.
En niños lactantes y bebés de hasta un año de edad existen síntomas de fiebre alta, falta de apetito y vómitos, inquietud, rechazo a ser alzado en brazos, piel flácida y baja respuesta a los estímulos, respiración rápida, llanto inusual con quejidos, manchas rojas en la piel, cuello duro, rechazo a la luz y hasta convulsiones.