En 2014 el ambiente externo será poco propicio para inversiones de largo plazo en México, excepto en proyectos de empresas que conocen y dominan en sus mercados. La advertencia hace unas semanas de Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, de que la ventana de oportunidad abierta durante una década para América Latina se ha cerrado, subraya lo sobreexpuesta que ha estado esta región a eventos externos.
En efecto, en la última década la zona se benefició de ingresos extraordinarios por materias primas, sobre todo Brasil, Argentina y Perú, a los cuales siguieron otros también extraordinarios de capitales para inversión en valores. Estos últimos fueron exacerbados por liquidez abundante provista por los bancos centrales del mundo y tasas de interés históricamente bajas.
México encaja en este retrato, aunque sin la diversidad de la exportación de materias primas que tiene Sudamérica. Sí capturó, sin embargo, grandes beneficios por altos precios del petróleo. Durante los dos sexenios del PAN los derechos de hidrocarburos cobrados por el gobierno a Pemex fueron en promedio casi 5% del PIB, comparados con 2.6% en la década de los 90. Eso es más que el aumento de impuestos que planea el gobierno para 2014 por 1% del PIB.
Pero hace tiempo inició una nueva fase del ciclo económico mundial que será muy diferente. Janet Yellen, sucesora de Ben Bernanke en la presidencia de la Reserva Federal estadounidense (el Fed), aclaró al Senado que su institución debe mantener indefinidamente el fuerte estímulo monetario que administra y que consiste en la compra mensual de 85 mil millones de dólares de valores hipotecarios y bonos del tesoro.
Es más, trabajos del staff del Fed sugieren que para evitar un daño permanente a la planta productiva, estos estímulos deberían quedarse más tiempo del que aconsejan las reglas monetarias consideradas como "estándar". Y que incluso una inflación de 2.5% (superior a 2% que se entiende como meta no declarada oficialmente) no sería preocupante si es temporal.
La primera reacción de los mercados a estas aclaraciones fue positiva, pues se infiere que la liquidez global durará más de lo que se esperaba. Por eso el peso se apreció para quedar debajo de 13 por dólar.
Pero el mensaje de fondo es preocupante, pues indica que la política monetaria casi agotó su capacidad para impulsar una recuperación duradera de la economía real, aunque sí ha tenido éxito facilitando la recuperación de los mercados financieros.
Al haber mencionado Ben Bernanke en mayo pasado que sería posible iniciar la reducción del estímulo monetario, sin haber llegado aún a la meta de desempleo que se había planteado, el Fed dio a entender que hay presiones para que reduzca dicho estímulo. El temor no es tanto a la inflación como a seguir provocado precios artificialmente altos de bonos y acciones que algún día deberán bajar y causar pérdidas.
Así, los bancos centrales más importantes (el Fed y el Banco Central Europeo) se ven amenazados por la deflación en la economía real, y por eso deben tolerar una expansión monetaria que provoca inflación en bonos y acciones.
En este entorno nuestro país buscará hacer lo que debió hacer desde 2001, cuando inició la cadena interminable de choques externos: desarrollar su propio mercado.
Un riesgo que tiene es la ejecución de proyectos de desarrollo en una etapa tardía del ciclo de liquidez global, con presiones al alza de tasas de interés. Otro riesgo es que lleva décadas sin hacer proyectos de desarrollo y será muy difícil hacerlos con eficiencia.
(Economista)
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