Arrancó el año con una intensidad inusitada en ambos lados de la frontera.
Mientras en Estados Unidos se superó en el último minuto de 2012 una parte importante del abismo fiscal, en México entramos en 2013 con un optimismo nacional desbordado, pero con serias preocupaciones a nivel estatal y municipal.
'El domingo previo Barack Obama rendirá protesta en una ceremonia privada ante el representante de la Suprema Corte de Justicia.
Si el tiempo y la temperatura lo permiten, esperan cerca de dos millones de asistentes a la toma de protesta de Obama en Washington, por cierto una ceremonia que bien podríamos imitar en México para olvidarnos de los fandangos sexenales en el Palacio de San Lázaro.
Entre mensajes políticos, cánticos y declamaciones poéticas, Obama se convertirá en el presidente número 44 de los Estados Unidos y pronunciará ante la multitud reunida frente a la explanada del Capitolio su segundo discurso de toma de posesión.
Recordamos una ceremonia similar en enero de 1993 cuando Bill Clinton arribó a la Casa Blanca precedido de grandes expectativas. Resultó una verdadera odisea llegar al lugar que nos correspondía ante las masas humanas que desde la madrugada se acercaban al sitio.
El sol brillaba intensamente en la capital norteamericana, pero aún así los termómetros registraban temperaturas bajo cero durante buena parte de la mañana. Aquello fue una fiesta popular y a diferencia de lo que ocurre en México, cualquier ciudadano puede asistir a la ceremonia, sólo basta registrarse con anticipación y tener aguante para soportar varias horas de pie en medio de la muchedumbre.
En esta ocasión el presidente Obama no podrá prometer tantas maravillas como lo hizo hace cuatro años. Aprendió que una cosa es desear los cambios y otra muy diferente poderlos llevar a cabo.
En esta ocasión el mandatario tendrá que hablar con más realismo y crudeza sobre la segunda parte del plan contra el abismo fiscal en donde se avizoran recortes gordos al gasto público y la posibilidad de más impuestos. Por suerte le economía yanqui baila mejor en este 2013 que en 2009, luego de aquel estallido mundial en el sector bursátil.
En el entorno nacional pareciera que sigue la luna de miel con el nuevo régimen, al menos así lo evidencian los mercados bursátiles que han roto récord tras récord en las últimas semanas mientras que la paridad peso-dólar regresó a su carril luego de la incertidumbre de finales del 2012.
Sin embargo, se avizoran barruntos de tormenta en torno a las deudas de los estados y municipios que según cálculos oficiales superan los 450 mil millones de pesos sin que se formalice un mecanismo para enfrentar esta grave situación en donde se mezclan la corrupción, el desenfreno político y la escasez de control en las instancias locales.
No hay que olvidar que si bien el país cuenta con un poder legislativo crítico y combativo, a nivel estatal todavía los gobernadores las mandan cantar y sólo en muy contadas ocasiones sus planes presupuestales son corregidos por los congresos locales.
Lo mismo ocurre en las alcaldías de prácticamente todo México, los presidentes municipales son amos y señores de ahí el desastre financiero que viven buena dichas administraciones.
El problema es sumamente delicado a decir de las manifestaciones surgidas en diversos estados de la República y tarde o temprano tendrá que entrar al quite la Federación. Ya veremos si a Luis Videgaray, el nuevo secretario de Hacienda, le alcanzan los recursos y la estrategia fiscal para salvar de la quiebra a la mitad de los estados y municipios mexicanos.
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