Amorosos dispositivos
Está claro que la tecnología ha revolucionado la comunicación entre las personas. Desde luego, las parejas no podían ser la excepción. Por ello resulta cada vez más urgente evaluar el papel que desempeñan para las relaciones amorosas los modernos dispositivos electrónicos. Y es que si bien en apariencia hablamos de herramientas que han vuelto todo mucho más simple, la realidad indica que los teléfonos inteligentes y las redes sociales se han convertido en un tercero en discordia.
La pantalla del teléfono de Laura no deja de iluminarse sobre la mesa de juntas. Ella intenta centrar su atención en el discurso del administrador pero la curiosidad gana; toma con disimulo el aparato y lee que su novio le escribió por WhatsApp: Cine, 9? Sonriendo, teclea un ‘sí’ y una carita feliz.
Julián escribe en Twitter: Ya en Chiapas! Sabe que eso basta para que su esposa sepa que llegó a su destino; luego se pone un recordatorio en el celular: Skype 11, para recordar la cita que ha hecho con ella en el videochat.
Jorge revisa su perfil de Facebook y se sorprende al ver un aviso: Mónica, la chica con la que lleva un mes saliendo, ha indicado que se encuentra “en una relación” con él y el sitio pide su confirmación.
Estos son sólo algunos escenarios que se dan entre las parejas de hoy. Años atrás, ponerse de acuerdo para salir juntos implicaba como mínimo una llamada telefónica. Antes de la telefonía celular si alguien salía de la ciudad, una de las primeras cosas que hacía al llegar a su destino era telefonear a su pareja, incluso cargaba consigo una tarjeta telefónica para reportarse cada día.
La inserción de las diversas herramientas tecnológicas (Internet y todas sus aplicaciones, telefonía inteligente) en nuestras dinámicas de comunicación se ha dado tan paulatinamente que a simple vista no podríamos detectar en qué momento se volvieron ‘indispensables’ (según muchos). Y si para la interacción en general han cobrado un papel relevante, en el terreno de las relaciones amorosas ocupan un sitio igual o más privilegiado. Es precisamente ese rol que tienen para las parejas el que nos propusimos abordar a fin de entender la manera imperceptible en que se han colado como un tercero que a veces resulta ser aliado, pero para muchos se ha vuelto un motivo de discusión.
ADIÓS TIEMPO, ADIÓS DISTANCIA
Hace pocos años, hablar de ‘relaciones por Internet’ se reducía a aquellos casos de personas que se conocían por dicha vía y a través de ella mantenían su comunicación. Hoy un significativo número de parejas encaja en esto último, ya que el grueso de su interacción se da por la web no sólo con computadoras sino con las aplicaciones de los teléfonos inteligentes.
Así como en el pasado cercano a muchos les resultaba esencial hablar con su ‘media naranja’ al final de cada día, hoy es habitual que permanezcan ‘conectados’ hasta avanzada la noche a través de WhatsApp, BlackBerry Messenger, o los hoy escasamente usados SMS. También Twitter y Facebook (por citar a las dos redes sociales más populares en Latinoamérica) son una vía habitual para la interacción entre parejas.
Ahora es más común que si los esposos no pueden comer juntos ya no se llamen durante el día para ver cómo va la jornada, sino que recurran a los medios citados para mantenerse en contacto.
Y ni siquiera hace falta esperar a los momentos libres, la hora de la salida ni los fines de semana: mientras que a partir del correo electrónico fue posible ‘visitar’ a la pareja en la oficina, el dominio de los celulares que permitieron el envío de SMS y más todavía, de los teléfonos inteligentes, hizo posible los diálogos ininterrumpidos, en cualquier momento o lugar. La fuerza de estos elementos es tal que en cierto modo llegan a distorsionar el lenguaje e incluso la percepción, pues muchos novios acostumbran decir “platicamos todos los días” refiriéndose al contacto virtual.
24 por 7
Más allá de la aparente utilidad de estos aparatos y vías de enlace, su omnipresencia ha tenido varias implicaciones en la dinámica de las parejas.
El Sociólogo Francesc Núñez es parte del equipo al frente del estudio Las formas de compromiso de pareja y expresión de las emociones en la era de la comunicación electrónica, que se está llevando a cabo de 2011 a 2013 con el respaldo del Ministerio de Economía y Competitividad del gobierno español. Según lo que estos especialistas han analizado hasta ahora, las tecnologías de comunicación han potenciado o aumentado las posibilidades que ya existen en la relación. Es decir, en principio no se estima que cambien radicalmente la manera en que las personas se comunican, sino que amplifican capacidades que de otro modo serían más difíciles de concretar como la ya mencionada oportunidad de mantener un contacto prácticamente ininterrumpido. Podría decirse que se ha originado una ruptura en el tiempo al erradicar los límites para ‘acercarse’ al otro en cualquier momento.
Esto se considera algo positivo, más si se toma en cuenta que los dispositivos en cuestión crean además nuevos espacios de intimidad, permitiendo demostrar afecto con mayor frecuencia y discreción, pues sin importar dónde se esté es posible recibir o enviar un mensaje cariñoso.
Sin embargo esta situación también da pie a lo que en Sociología se denomina efectos no previstos o no deseados. Si bien se percibe que la mayoría de la gente está contenta con esta permanentemente abierta línea hacia el ser querido (poder expresarle en todo momento sentimientos, necesidades o simplemente sentirle cerca), para otros llega a convertirse en motivo de discusión pues las herramientas en cuestión también generan compromisos u obligaciones. Antes se podía telefonear a la pareja y de no encontrarla, no había más que dejarle un recado o intentar más tarde. Ahora, si al llamar el aparato desvía a buzón de voz, o si no se obtiene respuesta a un mensaje, es común sentir frustración o molestia. Respuestas como “lo traía en silencio”, “no sonó” o “se me acabó la batería”, cada vez satisfacen a menos gente y dependiendo del estatus de la relación, la persona a la que no le respondieron puede incluso desplegar una serie de escenarios mentales por los cuales su pareja ‘no quiso’ atenderle: falta de interés, enojo, disminución del amor y atracción por alguien más, figuran entre las ideas repetidas con frecuencia.
¿En contacto o bajo control?
Querer estar todo el día ‘conectado’ a la pareja puede convertirse en una forma de acoso. Los mensajes de “¿dónde estás?”, “¿qué haces?”, “¿me extrañas?”, “estoy pensando en ti” y otros por el estilo reflejan primariamente interés, preocupación, deseo de transmitir cariño; pero cuando se vuelven muy frecuentes y la falta de respuesta provoca ansiedad o enojo, “se generan conductas de control. Es como si la persona pensara ‘tienes que estar a mi disposición en el momento en que yo te marque’. Se vuelve una exigencia y es fácil caer en situaciones de violencia”, apunta la Psicóloga Carolina Ramírez.
Por otro lado, mientras que a un significativo número de sujetos hoy le resulta esencial intercambiar mensajes con su pareja a lo largo del día, para otros llega a ser desgastante, lo cual no denota indiferencia hacia la relación. Todo ser humano necesita mantener un espacio propio, su individualidad, su intimidad personal; si la interacción que plantea el compañero es muy demandante y empieza a traspasar tal barrera, es entonces que la asfixia puede arribar. A unos más les abruma sentir que interfieren con su desempeño laboral o académico. Y no es una percepción errada. El Doctor en Psicología Rolando Díaz-Loving (jefe de la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Psicología de la UNAM) refiere que efectivamente la recepción continua de mensajes distrae al individuo y obstaculiza su desenvolvimiento profesional.
ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
Aunque no es algo imperante en la totalidad de las relaciones de pareja, para un alto porcentaje de éstas las redes sociales y sitios de microblogging se han convertido en un elemento protagónico para su comunicación. Apenas en septiembre circulaba la noticia de una boda en Estambul, en donde los novios dieron el “sí” en Twitter, conectados a través de un iPad.
Sin llegar a esos extremos, en Twitter es habitual que algunos usuarios incluyan en el espacio denominado ‘biografía’ (lo que aparece en el encabezado de su página) leyendas como “casado con @nombre”, “pareja de @nombre”, “amo a @nombre”, a pesar de que este sitio asigna sólo 160 caracteres para la información personal.
A quienes utilizan Facebook les resulta habitual enterarse de la “situación sentimental” de sus contactos. Y es que si bien dicha red social no exige este tipo de información, a muchos les parece de lo más común mantener actualizado ese campo. Soltero, tiene una relación, prometido, casado, es complicado, tiene una relación abierta, viudo, separado, divorciado, son las opciones predeterminadas por el sitio.
En un breve sondeo realizado por Siglo Nuevo entre hombres y mujeres de 15 a 50 años, la mayoría de los encuestados indicó haber modificado su ‘situación sentimental’ más de una vez, y casi todos indicaron haberlo hecho por iniciativa propia, mientras que un porcentaje señaló que lo hizo a solicitud de su pareja. Una persona incluso mencionó haberle pedido a su novio que creara una cuenta en Facebook “para que mis amigos vieran que tengo una relación”.
Según los especialistas este afán de hacer público el estado sentimental (más que civil) tiene distintas connotaciones.
El Doctor Díaz-Loving indica que para algunos representa una manera de establecer un compromiso social público. Lo compara con lo que pasa durante una boda: “Decimos ‘sí’ frente a 300 invitados; entonces se establece un compromiso social. Al anunciar una relación en las redes, inmediatamente se entera un gran grupo de personas”. No obstante, este paso tiene sus riesgos. No son pocos los que ‘gritan’ su estatus sentimental en un momento de euforia. Y si la relación apenas empieza puede que no sea una maniobra muy sensata, ya que la intimidad en común apenas se está construyendo.
También se habla de un interés en remarcar el sentido de posesión; Carolina Ramírez dice que es como si se desarrollara una necesidad “de que todo mundo sepa que fulano o fulana está conmigo”, y explica que esto responde al deseo de sentirse parte de una globalización con la cual “hay que” compartir todo.
Otro punto de vista es que estos sitios de Internet fungen como ‘espacios publicitarios’. “No es el backstage, es el escenario mismo; te presentas en la web para los objetivos que quieras: dar a conocer tus ideas e interactuar, pero también seducir, buscar pareja. Es algo muy atractivo para los humanos”, comenta Francesc Núñez.
Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison con 58 parejas, para la mayoría, el hecho de que ambos actualizaran su estatus sentimental en Facebook generó niveles más altos de satisfacción con su relación. Curiosamente, en los casos en donde uno cambió su estado civil y el otro no, a los hombres no les resultaba importante, pero a las mujeres sí.
¿Que lo sepa el mundo?
Por definición las relaciones de pareja son de dos. Entonces ¿por qué ventilar en las redes sociales lo bien o mal que va un noviazgo, o un matrimonio? Cualquiera que tenga acceso a esos sitios estará acostumbrado a ver cómo incontables parejas intercambian públicamente lo mucho que se quieren, cuánto piensan el uno en el otro. O bien reproches ‘amables’: “Te extraño, lástima que hoy tengas jugada”; “te he marcado dos veces, ¿me llamas?”; o ‘indirectas’: “Espero que a X no se le olvide nuestro aniversario”. Los problemas suelen manejarse con más sutileza: comentarios sobre lo complejo que es el amor u otros alusivos a las dificultades en la pareja.
También aquí hay varias formas de interpretar esta inclinación por exhibir un vínculo que es de dos.
Para empezar, entra en juego la ‘extimidad’, término acuñado por el psicoanalista francés Jacques Lacan para referirse a lo contrario a la intimidad, es decir, emplear ésta como una fórmula de espectáculo. Este fenómeno asociado tanto al uso de las redes sociales como a la telerrealidad ha mostrado que a mayor extimidad, más audiencia se consigue en estos espacios. Es por ello que mucha gente gusta de hacer público todo lo que siente o piensa (y más si es algo privado o provocador), con el afán de que lo ‘sigan’ más personas o bien, que quienes ya están en sus contactos o followers le muestren su aprobación, simpatía o simple interés.
En el mismo sentido puede intervenir una cuestión cultural. Los medios de la farándula se encargan de mostrarnos relaciones ‘intensas’. Díaz-Loving manifiesta que subir a Internet las cuestiones de pareja “hace más extremas las emociones”, produce una cierta euforia pues todo se simplifica, se percibe muy positivo o muy negativo. Desde luego, para que una relación sea sólida requiere de un nivel de comunicación profundo que no puede construirse con la brevedad de los mensajes en las diferentes herramientas tecnológicas.
Asimismo, Francesc Núñez subraya que esta exhibición ya se daba sin las plataformas en cuestión. No es inusual que en reuniones o comidas con familiares o amigos alguien empiece a ventilar asuntos de su relación, o a discutirlos con su pareja frente a los demás; “aprovechan que tienen testigos, que un público mira y puede hacer de árbitro; esto se facilita y se amplifica en las redes”.
Los psicólogos mencionan que exhibir continuamente a la pareja, al amor o la pasión entre ellos, puede equivaler a ‘marcar territorio’.
Si bien los perfiles de Twitter, Facebook y demás son individuales, muchos ponen una imagen en donde aparecen con su pareja o suben de vez en cuando fotos de ese tipo. Esto “puede hacerse con el fin de compartir con la gente cercana algo que se vive en ese momento. Pero si continuamente se cargan imágenes de la pareja, lo que se refleja es una cierta inseguridad y la necesidad de proyectar un compromiso en donde a lo mejor no existe”, explica Rolando Díaz-Loving.
Cabe mencionar que aparentemente el intercambio amoroso en público no es siempre bien visto por sus espectadores. Según un artículo de las bloggers Brenna Ehrlich y Andrea Bartz divulgado por CNN, mostrarse continuamente efusivos en la web equivale a ver a dos personas besándose en una fila. En el mismo tenor, una encuesta elaborada en Estados Unidos por la red social Zoosk arrojó que el 78 por ciento de sus entrevistados prefiere recibir un mensaje romántico de su pareja a través de su dispositivo móvil (es decir, en privado), que mediante un post o tuit.
VER O NO VER
Numerosas personas admiten estar al pendiente de la actividad de su pareja en Internet. En principio, esto es inofensivo para la relación, siempre y cuando se respete como un espacio para su expresión individual. Hay quienes se tienen ‘agregados’ pero no mantienen interacción alguna, pues consideran que es “un espacio de convivencia con amigos, colegas, familiares”. Muchos ni siquiera se buscan como contactos.
Entre quienes sí se siguen la pista se percibe que estos medios son a menudo fuente de malentendidos y discusiones de menor o mayor grado. Si bien no es regla general (ni puede afirmarse que sea mayoría), son muchos los que reclaman o deben dar explicaciones por un mensaje ambiguo que un tercero dejó en su muro o por un tuit que “daba a entender” el interés por otra persona.
A menudo las redes se constituyen en elementos de confrontación. Por ejemplo, si un contacto en común sube fotografías en donde él aparece en la reunión de ex alumnos a la que aseguró no asistiría, ella se sentirá molesta o defraudada. Si él ve que ella tuitea lo mucho que le gustaron unos chocolates que él no le regaló, podría sentirse celoso.
No hay una regla absoluta sobre ver o no ver el perfil de la pareja; para muchos sería inconcebible no hacerlo. “Es de quien más me interesa saber qué publica”, comenta un hombre de 33 años. “Decidimos borrarnos en Facebook”, opina una mujer de 37.
A muchos no les basta con ver lo que su pareja comparte en línea y le piden su contraseña, al igual que la del correo electrónico y hasta el celular para revisar sus mensajes y llamadas. En caso de no tener éxito con esa solicitud, buscan cómo tener acceso a tal información. Pero los especialistas coinciden en que este escenario de ningún modo es saludable pues a pesar de cualquier afirmación, demandar tales accesos es una manifestación de desconfianza (consciente o no). Quienes ceden en este renglón generalmente lo hacen movidos por miedo (por ejemplo: a perder a esa persona). Aquí cabe hacer un paréntesis para mencionar otra variante del miedo: quienes piden a sus amigos que no les escriban, etiqueten o ni siquiera les den likes ni favs “para evitar confusiones”.
Compartir absolutamente todo con la pareja se considera dañino. Una parte esencial no sólo para la relación sino para el bienestar individual, es reservar áreas exclusivas para uno mismo. Como sintetiza Díaz-Loving: “La gente debe tener un lugar para su familia, otro para el trabajo, para sus pensamientos, su esparcimiento. Son espacios que no necesariamente comparte ni impone a alguien más”.
Vale la pena mencionar que el sociólogo estadounidense Paul Amato, quien ha pasado los últimos 30 años estudiando diferentes tópicos concernientes a la pareja, ha concluido que al menos en Estados Unidos, las parejas que se divorcian menos son aquellas que tienen actividades propias, independientes del tiempo que pasan con su compañero.
EN LA RED DE LOS CELOS
¿Qué fue primero, las tecnologías de comunicación o las inseguridades? Carolina Ramírez señala dos líneas en este sentido. Cada ser humano posee características de personalidad muy particulares de acuerdo a lo que ha vivido y cómo se ha ido construyendo. Alguien puede tener ciertos rasgos que lo inclinen a sentir desconfianza o celos y ver que estos se desarrollen al ser potenciados por el ambiente de los foros tecnológicos. “Hoy se observar que incluso hay niños que ya muestran estas conductas, reprochan a la mamá que no haya contestado el teléfono”.
También a menudo se discute si la infidelidad se ha visto favorecida por la existencia de estos nuevos espacios de interacción. Técnicamente, con todas estas herramientas se tiene acceso a miles de personas; la posibilidad de tratar con gente de todos los rincones del planeta existe y para muchos resulta fácil involucrarse con alguien distinto a su pareja, quizá no sexualmente pero sí en lo emocional. En este caso interviene la concepción que se tenga de la infidelidad. Y es que innumerables sujetos no creen estar cometiendo una traición al flirtear por alguna plataforma de Internet o intercambiando mensajes por WhatsApp con otro hombre o mujer a cualquier hora del día. Incluso si se les confronta muestran extrañeza, piensan que no han hecho nada malo. Los especialistas señalan que esas personas tendrían que preguntarse qué necesidad tienen de buscar a alguien más, si se supone que están con quien les ‘llena’.
En esto intervienen además los valores e intereses individuales. Cualquiera puede recibir un halago, un guiño o algo más; pero la respuesta que se les da o más aún, el hecho de decidir ignorarlos, determinará la dinámica que se genera. “Aparentemente sí facilitan la infidelidad porque facilitan los contactos. Pero las entrevistas que hemos realizado hasta ahora confirman que si una relación está basada en la confianza y funciona, no habrá traición o algo parecido”, comparte Francesc Núñez.
TECNOLOGÍA IMPACIENTE
Hasta hace pocos años no había teléfonos inteligentes o tabletas; un poco más atrás, no existían siquiera los celulares o las laptops. Sin embargo hoy están por todos lados y para muchos son imprescindibles, no los apagan ni para dormir, no los sueltan ni para ir al baño, lo cual es un motivo recurrente de discusión entre las parejas, cuando uno u otro siente que no le prestan atención por ver lo que ocurre en Twitter o Facebook, saber qué correos han entrado al buzón, atender WhatsApp y demás. A menudo la interrupción ni siquiera viene de fuera: abundan las personas que al estar con su pareja tuitean o ‘postean’ el sitio a donde van, la comida que les sirven, el concierto que escuchan, y hasta lo complementan con fotos y videos.
En términos prácticos son pocos quienes realmente ‘tienen que’ estar ‘conectados’ las 24 horas al día, por motivos de su profesión (los médicos, por ejemplo). Fuera de ello, quien manifiesta ansiedad ante la sola idea de apagar su dispositivo, muestra síntomas de lo que ya se cataloga como una adicción a la tecnología.
A la fecha muchos continúan recomendando no colocar un televisor en la recámara ni en el comedor para no perjudicar la interacción. Lo mismo tendría que aplicarse con los dispositivos móviles que nos mantienen atentos a mucho más que la línea telefónica.
DE STALKEO Y FANTASMAS
Aunque el tema que nos ocupa es la influencia de la tecnología en la convivencia de las parejas, sería imposible dejar de mencionar el peso negativo a veces detectado al término de una relación.
Independientemente de cómo se da el fin de un noviazgo o un matrimonio, conlleva un duelo. Se trata de un proceso muy personal de intensidad y tiempos distintos. En ciertos momentos resulta natural acordarse del ex, querer saber cómo está o qué hace. En el pasado la tentación era llamarle por teléfono. Hoy no hace falta más que ver su página en Facebook o asomarse a su Twitter. Sin embargo, para la mayoría conservar al ex en los contactos y enterarse de lo que hace equivale a mantener abierta una herida.
“En el duelo, el dolor va a ser cada vez menor en fuerza y frecuencia. Pero si mantengo vivo el estímulo que me provoca la sensación de malestar, tardará más”, dice Díaz-Loving. En ese sentido lo más apropiado es cortar el nexo virtual, sobre todo si hablamos de un rompimiento que se dio en circunstancias negativas (lo contrario sólo puede funcionarles a algunas personas, siempre y cuando sean maduras, hayan roto de forma amistosa y deseen conservar la amistad).
Desde luego, no basta con borrar al ex de Facebook o Twitter. Recientemente se ha dado el nombre de ‘stalkeo’ (del inglés stalking, acoso) para referirse a quien dedica tiempo a revisar de modo furtivo “en qué andan” otras personas: amigos, conocidos, compañeros de trabajo; y desde luego, ex parejas. En este último caso, ‘stalkear’ es prácticamente igual que no borrarlos o acaso resultaría más dañino porque puede desencadenar un patrón obsesivo.
PONLOS EN SU LUGAR
No existe nada escrito o definitivo en cuanto al uso correcto de las tecnologías de comunicación en la pareja. En opinión de Francesc Núñez, es de esperarse que conforme pase el tiempo consigamos ‘domesticarlas’, es decir aprender a utilizarlas. Porque creer que la solución está en dejar de emplearlas no resolverá ni prevendrá los conflictos.
Algunos han propuesto una especie de medida preventiva: consultar con el compañero qué se divulga en la red de su relación y qué no. Sin embargo, los especialistas señalan que ese tipo de acción no sólo propicia caer en una situación de mucho control, sino que resulta innecesaria si la relación es sana.
En definitiva aún es pronto para saber si a largo plazo las herramientas tecnológicas se quedarán con la etiqueta de aliadas o enemigas tratándose de su papel en las relaciones de pareja. A cada una corresponde evaluar el peso que les da dentro de su vínculo; lo esencial entonces es reconocerlas como medios, no como pautas y mucho menos como obligaciones. Sin discusión, lo ideal sería no esperar a detectar un problema causado por el mal uso o abuso de la tecnología, sino analizar cuanto antes la influencia que ésta ejerce ya sobre nosotros.
Por muy útil que le resulte su teléfono, por entretenida que le parezca la página de red social, no permita que alguno de ellos se posicione en un sitio más privilegiado que el contacto cara a cara. Después de todo, la buena comunicación y la confianza, bases para la estabilidad de cada pareja, requieren de una interacción que involucre la totalidad de los sentidos.
Fuentes: Licenciada en Psicología Carolina Ramírez; Sociólogo Francesc Núñez, Director del Programa d’Humanitats de la Universitat Oberta de Catalunya y miembro del grupo de investigación GRECS (Grup d’Estudis en Cultura i Societat); Doctor en Psicología Social Rolando Díaz-Loving, investigador, catedrático y jefe de la División de Investigación y Posgrado de la Facultad de Psicología de la UNAM; Are we Facebook Official? Implications of dating partner’s Facebook use profiles for intimate relationship satisfaction (Papp, Danielewicz, Cayemberg, Cyberpsychology & Behavior, 2011), Zoosk’s Social Media Etiquette Survey & Findings (2012); El País; El Universal; CNN México; BBC Mundo.