Dismemberment, Site, 2003-2009.
Uno de los creadores más importantes en la actualidad es Anish Kapoor, cuya obra escultórica germina del arte conceptual y logra consolidarse en piezas que seducen a un amplio público. Aquí una mirada a las ideas e influencias que marcan el trabajo de este artista sui géneris
LA PRESENCIA
¿Qué es el color? Curiosamente no existe una respuesta certera a esta pregunta. Hasta hace poco se creía que era el impacto de la luz sobre la retina en ciertas longitudes de onda, pero investigaciones recientes señalan algo aún más sorprendente: el color no es una cualidad física ni una longitud de onda, sino una referencia que sólo existe en nuestro cerebro. ¿Qué es la forma? Tampoco en este punto hay consenso absoluto. Somos entidades biológicas que perciben influjos de todo tipo. El sistema nervioso traza mapas sensoriales que orientan a la conciencia para poder descifrar los estímulos siempre cambiantes del ambiente. Tal vez como decía Mill la materia, y por ende la forma, sólo es “la posibilidad permanente de sensación”. Bajo esta perspectiva cuando un artista como Anish Kapoor presenta una obra se establece un complejo proceso de interpretaciones.
Pensemos en Cloud Gate (2004-2006), su monumental escultura de acero inoxidable ubicada en el Millenium Park de Chicago y que pronto se convirtió en un emblema de esta ciudad. Como una gota descomunal de mercurio, Cloud Gate atrae al público que con familiaridad se refiere a ella como “la alubia”. Esta pieza es futurista, elegante, extraña, incluso un poco cómica. Puede explicarse como una metáfora del poderío tecnológico o una representación espiritual a punto de ascender. O ser vista como un espejo de la sociedad de consumo, superficialidad en estado puro. Pero también en ciertos días despejados, cuando refleja su entorno y parece desaparecer con toda su masa, manifiesta cualidades poéticas, una perfección que deja sin aliento. Entre tantas posibilidades no quedan resueltas las preguntas clave: ¿qué es? ¿Qué significa? Anish Kapoor afirma: “Como artista no tengo nada que decir”. Su postura es razonable: si la obra existe en la mente del espectador, si éste genera los colores y reacciona de manera única e intransferible ante las formas, entonces no hay mucho que explicar. El creador rompe el flujo de lo cotidiano con una propuesta estética, una manifestación que toma cuerpo sólo cuando alguien más la mira. En ese sentido opera el trabajo de Kapoor: desapareciendo detrás de su arte que se integra, más allá de las explicaciones, en el mundo sensorial y emotivo de quien lo contempla.
LAS INFLUENCIAS
Anish Kapoor nació en Bombay, India, en 1954. De familia hindú y judía, desde su más tierna infancia vivió en el cruce de culturas y tradiciones. En la adolescencia se trasladó a Israel para vivir en un kibutz con la idea de convertirse en ingeniero eléctrico. En 1973 se decidió por el arte y se trasladó a Inglaterra, donde aún reside.
Sus estudios fueron en el Hornsey College of Art y en la Chelsea School of Art and Design. Tuvo un primer mentor en el rumano Paul Neagu, quien hacía énfasis en las cualidades conceptuales de la escultura más que en los procesos manuales que le dan origen. En la visión de Neaugu la obra es una extensión espiritual y filosófica del autor. Otros como Anthony Caro lo inspirarían a romper las barreras convencionales del oficio, buscando nuevos materiales y emplazamientos que cuestionen o modifiquen la aproximación usual a una creación. Asimismo, un elemento significativo en su bagaje es la asimilación de las ideas de Joseph Beuys, el cual veía la actividad del artista como una suerte de proceso alquímico y chamanístico. A partir de estas bases Kapoor comenzó sus experimentos con figuras geométricas, simbólicas, y pigmentos.
Algo clave para comprender la suma de influencias y la solidez de su etapa inicial es la obra White Sand, Red Millet, Many Flowers de 1982. En ella, figuras abstractas de madera y cemento se presentan cubiertas con pigmentos puros de color negro, rojo y amarillo. Tres características destacan. Una, su presencia autónoma, ya que las piezas no denotan de manera evidente la mano de Anish. Podrían haber sido hechas a través de un molde de fabricación seriada. En lugar de perder valor por ese aspecto, se sirven de él para manifestarse como entidades que rebasan la ‘firma’ evidente del artista. Dos, la espiritualidad. Las formas remiten a estructuras propias de un templo, con cualidades de fetiche o herramienta ritual. Tres y de capital importancia: la fusión de forma y color. Para Kapoor el color tiene cualidades fundamentales, es no verbal, completamente visceral, trasciende el pensamiento y llega al símbolo puro. El conjunto de esos tres elementos (presencia, espiritualidad y color) aunada a su vocación experimental, conforman la base sobre la que hasta la fecha sigue creciendo la obra de este brillante e impredecible creador.
LA CONSOLIDACIÓN
La carrera de Anish es extraordinaria y no hay ninguna duda de su lugar preeminente en el arte de nuestros días. Se ha presentado en los principales museos y foros del mundo y es el único autor vivo que ha expuesto de manera individual en la Royal Academy of Arts de Londres. Y es que Kapoor es una apuesta segura: posee un discurso innovador que se regenera continuamente, una trayectoria sólida y una base conceptual que echa raíces en la tradición mística y milenaria de la India tanto como en los nuevos materiales y tecnologías que le permiten mostrarnos creaciones que unen la escultura, el diseño industrial y la arquitectura en un bloque que escapa a las definiciones.
No piensa en pequeño, jamás escatima en dimensión, costo o espectacularidad. En un mundo donde los sentidos están embotados o adormecidos por los medios de comunicación, ofrece experiencias sensoriales contundentes. Desde majestuosas esculturas para espacios públicos hasta piezas irónicas y llamativas como Shooting into the Corner (2008-2009), donde un cañón dispara bloques de pigmento contra una pared en blanco, en una obra que crece con cada estruendo hasta que al final del periodo de exposición acumula 20 toneladas de color esparcidas en el suelo y la pared.
Muestra de las cualidades más reconocibles de Kapoor es Sky Mirror (2006), un espejo cóncavo de 10 metros hecho con acero pulido inoxidable. Su parte trasera refleja la calle y la delantera el cielo. Es lo que él llama un no-objeto: más una ventana que una presencia física. El público, como lo han demostrado las encuestas, ha tenido una reacción entusiasta y positiva ante dicha creación que promete una experiencia poética al traer a nivel de piso un pedazo de cielo, permitiendo a los transeúntes disfrutar de la belleza de los cambios cromáticos celestes. Por otro lado, con un costo de construcción de un millón y medio de dólares más otros 100 mil por la vigilancia que requiere día y noche, es perfectamente consecuente con el alto perfil de las obras de Kapoor, cuyos honorarios (como en el caso de Cloud Gate) están en el orden de los millones de dólares.
Anish trabaja en su propia fábrica ayudado por múltiples colaboradores. El hombre es una industria. En una era tecnológica, es como un artista del Renacimiento, un talento multidisciplinario que hace negocios con los príncipes y deslumbra al pueblo. Si cada creador entrega su mundo interior como una tierra desconocida a explorar entonces él, con su obra tan variada y su vasta trayectoria, brinda un genuino continente lleno de extrañas formas, siempre sorprendentes.
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