"Aunque los reyes obren bien, Se hablará mal de ellos".
Marco Aurelio
"Yo era bastante enemigo de la monarquía antes de ir a Europa; pero desde que he visto lo que las monarquías son, los soy diez mil veces más. Apenas hay un mal en estos países europeos cuyo origen no pueda atribuirse a su rey ni un bien que no se derive de las pequeñas fibras de republicanismo que entre ellos existen".
Thomas Jefferson
Como el "annus horribilis" -año horrible- así definió la Reina Isabel II de Inglaterra en su habitual discurso navideño, aquel lejano 1992. La escandalosa y mediática separación y posterior divorcio de sus hijos -Carlos de Diana y Andrés de Sarah- además del incendio que afectó a una buena parte del castillo de Windsor que, entre otras cosas, enfriaron el ánimo de la soberana.
Si bien por naturaleza los ingleses son monárquicos y afectos a tradiciones milenarias, 1992 y los años posteriores representaron un auténtico cisma para la institución y su futuro. Casi dos décadas después y en otro país, España, ocurre algo parecido, guardadas las proporciones. Y es que según cifras que arroja una encuesta publicada por el rotativo ibérico El Mundo, en 2012 la popularidad del Rey Juan Carlos I alcanzó su mínimo histórico.
Hace dos años, más de tres cuartas partes de los españoles calificaban a su reinado como "bueno" o "muy bueno", pero hoy tales números se reducen a la mitad. En tanto, casi un sesenta por ciento de jóvenes cuyas edades oscilan entre los 18 y los 29 años, considera que este tipo de régimen -la monarquía constitucional- no es el más adecuado para España.
Debo reconocer, querido lector, que los datos de la encuesta, plantean una situación novedosa que no debemos soslayar. Porque antes que ser monárquicos, los españoles se decían "juancarlistas", es decir, que sobre la idea abstracta de la "corona" y su simbolismo, o en la familia real -llámese la reina, el príncipe heredero o las infantas- a quien por sobre todas las cosas respetaban, querían y admiraban sus súbditos, era a Juan Carlos.
En el marco de una de las peores crisis económicas a nivel mundial, en una España abatida y angustiada donde el día a día, la supervivencia o encontrar empleo supone casi un imposible, pedirle a los jóvenes que sean capaces de mirar en retrospectiva un pasado que no les tocó vivir, o aquilatar el rol que jugaría el actual monarca para que tras la obscuridad del franquismo, España pudiese transitar hacia un país democrático de plenas libertades, significa quizá exigir demasiado.
Lo que hoy ven muchos en España, es a un rey avejentado, enfermo, tenorio, que emprende costosísimos periplos en compañía de su novia y mataelefantes, que está imposibilitado, si de ponerle freno a su descendencia se refiere, y cuyo matrimonio no es más que un montaje en aras de la "razón de Estado, la unidad del reino", y tantas otras cosas inentendibles para el ciudadano de a pie cuya preocupación primordial no es precisamente el remontarse al ayer.
No, el golpe del veintitrés de febrero de 1981, por ejemplo, es algo que no recuerdan las generaciones actuales. Aquellas imágenes de Juan Carlos I, Rey de España, quien tras la intentona de golpe de estado apareció por la noche por televisión en cadena nacional portando el uniforme militar con el propósito de impedir la instauración de un régimen absoluto, parecieran olvidadas.
En lo que sin duda fue uno de sus momentos más brillantes -sino es el que más- el Rey le dijo a su pueblo lo siguiente: "Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las Autoridades Civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente", y asentó que la corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no toleraría actitudes o personas que pretendiesen interrumpir el proceso democrático contemplado en la Constitución.
Dos mil doce y dos mil trece son los "annus horribilis" de la monarquía española en su conjunto. Pese a la campaña de relaciones públicas y las reformas emprendidas por la Casa del Rey en aras conferirle una mayor transparencia al manejo de los recursos, y en explicar en qué consisten las tareas de cada uno de sus miembros y el porqué -pese a la onerosa carga que supone mantenerlos- le son indispensables al país, al día de hoy miles cuestionan la conveniencia y necesidad de rendirle pleitesía a la Corona.
Sin embargo, calmados los ánimos y conforme pase el tiempo, estoy seguro que a la larga tanto chicos y jóvenes, maduros y viejos, entenderán que en gran medida a Juan Carlos I se le deben muchas de las libertades que de las que hoy gozan, y que como pocas figuras del siglo veinte, si alguien defendió el camino hacia la democracia anteponiendo incluso su vida, integridad y el paso de su nombre a la historia, fue precisamente él, quien alguna vez, hace algunos años, juró que pese a cualquier tempestad, sería el rey de todos los españoles.
Twitter @patoloquasto
Te espero de lunes a viernes en En Direkto.
11 de la mañana por Efekto Noticias
También me puedes leer en www.ferriz.com.mx