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Addenda

GERMáN FROTO Y MADARIAGA.

Me sumerjo en la lectura del libro: "Gabo, cartas y recuerdos" de Plinio Apuleyo Mendoza, lectura siempre deliciosa y llena de anécdotas de García Márquez y el propio autor, porque se conocen desde la juventud y compartieron muchos años de sus vidas.

En la página 143 viene una afirmación que alude a las fuentes de donde el Gabo obtiene muchos datos para sus cuentos; y dice: "Y espero que México --este tremendo país lleno de cosas increíbles-- me sugiera otros más".

Y así es México, y por ello en cualquier esquina puede encontrar uno datos nuevos para historias que pueden resultar increíbles.

Por razones que no vienen a cuento, vine a pasar unos días en Mérida, "La ciudad blanca", y descubrí que contra lo que yo pensaba que le decían así, por la blancura de sus fachadas, no es tal, sino que se le conocía así porque los españoles querían hacer una ciudad sólo para blancos.

No se conformaban con haberse apoderado de las tierras de los mayas y prácticamente acabar con sus creencias y sus templos, sino que también querían arrojarlos de ahí.

Ese solo dato abre la posibilidad de toda una historia sobre el racismo de los conquistadores y su terrible fracaso, porque a pesar de sus negras intenciones, no pudieron concretarlas.

Repasando las páginas de este libro, descubrí por qué el Gabo es tan irreverente. Después de una vida de sufrimiento y penurias, al volverse una celebridad, resulta que todo el mundo lo quiere en su mesa.

Y él se preguntaba ¿cómo no me invitaban cuando andaba jodido y no tenía ni para comer?

Cuando le llegó la fama, ya se había apoderado de su alma el repudio hacia la solemnidad, la hipocresía y al discreto encanto de la burguecía.

Por eso cuando le notificaron que había ganado el Nobel les dijo que él no iba a recibirlo, porque lo obligarían a ponerse frac y no usaba ni traje.

Le dijeron entonces que podía ir como quisiera; y así acudió con una guayabera de lino, con botones de obsidiana que le confeccionaron precisamente en Mérida.

Leyendo esas anécdotas, también se explica uno por qué es castrista, pero no comunista. Los rusos lograron que salieran, Plinio y él, de Cuba y el Gabo logró irse a Nueva York, gracias al 'Che' Guevara. Desde ahí se transportó al DF con unos cuantos dólares en la bolsa, acompañado de Mercedes su esposa y su hijo mayor.

Creo que el Gabo debe de haber pasado por Torreón en esa travesía, aunque no hay un solo dato que pueda corroborarlo, pero se me antoja que debió ser la ruta obligada.

Para un hombre Caribe, pasar por el desierto coahuilense debe de haberle parecido terriblemente feo, porque él nació frente al mar y entre la vegetación exuberante.

Cuando el hombre famoso quiere recordar su origen, vuelve a sus amigos primigenios, que son quienes conocen su historia y no se deslumbran con la fama que haya alcanzado.

Muchas penurias debió pasar para ver coronada su labor de escritor. Pero no hay que perder de vista que nunca dejó de escribir. La disciplina y el oficio son fundamentales para lograr lo que un escritor se propone.

Con el añadido de que, como él mismo dice, "el periodismo no se aprende en las escuelas de comunicación, sino en las mesas de redacción, en la cantina del barrio y en el café de la esquina".

"El buen artista debe vivir, durante años que lo marcan profundamente, con una agria señora, la injusticia", dice Plinio, refiriéndose al Gabo, que llegó al extremo de vivir en burdeles porque no tenía para pagar un cuarto de hotel.

En París, el Gabo era "un escritor flaco y desconocido y con la pobreza brillándole como una insignia en las solapas del saco".

Nada qué ver con el hombre que llegó a Estocolmo a recibir el Premio Nobel de Literatura, después de haber alcanzado la fama mundial con "Cien años de soledad".

Sus mejores cuentos seguramente son los no publicados, que deben de andar perdidos en algún cajón de su casa y que quizás algún día Mercedes logre rescatar para ser publicados, porque un escritor como él, siempre tiene tinta en su pluma y papel que no ha visto la luz.

Me duele saber que nunca más vamos a poder leer un escrito reciente salido de las manos del Gabo. Pero nos queda un inmenso legado de una de las plumas más brillantes del siglo pasado, continuador del "realismo mágico" de Alejo Carpentier.

Cuando no hay más, uno tiene que conformarse con lo que haya a la mano y leerlo y releerlo cuantas veces sea posible, porque en cada ocasión puede descubrir cosas nuevas que le siguen proporcionando gozo y aprendizaje.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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