He escuchado en varias ocasiones, y en diferentes situaciones la siguiente frase: "Cada pueblo tiene el gobierno que se merece". ¿Será? , ¿En verdad cada pueblo tiene al gobierno que se merece? , ¿En verdad como ciudadanos somos verdaderamente críticos y analizamos por quien votamos? ¿De verdad le seguimos la huella a nuestros candidatos y exigimos que cumplan lo que prometen? ¿De verdad nos guiamos por las propuestas sensatas y coherentes o por la influencia de la guerra sucia y las campañas basura? ¿En realidad puede más el seguir a quien promueve la división y la confrontación o a quien promueve el diálogo y la unidad?
En esta época en la que se aproximan elecciones es muy usual encontrarnos más basura que propuestas, más ataques que diálogo, más palabras que hechos, más intolerancia que racionalidad, es común toparnos con quien censura lo que antes ha hecho, con quien ataca muchas veces sin, o con pocos fundamentos, con quien propone lo que jamás ha de lograr, con quienes plantean un cambio realizando lo que no funciona, con quienes anteponen sus intereses y ambiciones personales a los intereses en servicio de la comunidad y vaya que un largo etcétera podemos encontrar.
Campaña tras campaña nos vemos envueltos en un clima que de nada nos sirve, en un ambiente donde la división y el espíritu real de la democracia se quedan por el suelo, donde el poder real del pueblo para tomar las decisiones que en verdad convengan a las grandes mayorías son suplidos por el clientelismo y la venta del voto, donde se lucra con las necesidades más básicas de la gente para sacar provecho de ello, donde la capacidad de análisis a la hora de elegir lamentablemente no existe, donde la "chapulinada" ya es una constante absurda que causa más confusión que beneficios, donde el "cambiarse de color" y a la vez de partido, constantemente suple al de ponerse la camiseta de la gente, si la gente que para unos cuantos sólo interesa a la hora tomar la decisión del voto y no cuando hay que solucionar sus demandas problemáticas y necesidades.
Buscando en el diccionario me encontré dos definiciones para democracia, la primera fue: Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno y la segunda: Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. En base a estas definiciones y en un país como el nuestro donde teóricamente vivimos y decidimos democráticamente vale la pena reflexionar: ¿qué capacidad de análisis demostramos al momento de elegir a nuestros gobernantes? ¿Qué tanto intervenimos para bien o para mal a la hora de decidir? ¿De verdad es nuestra decisión libre y responsable la que actúa a la hora de votar? ¿Qué tanto es nuestro poder y nuestro interés de que en realidad se lleve a cabo lo que se promete? Podría seguir cuestionando la decisión y la obra, la verdad y la razón, el interés y la apatía, el poder y la libertad, pero lejos de cuestionar es mejor el reflexionar; qué tanto mis decisiones me han comprometido con mi persona, con mi familia, con mi ciudad, con mi estado, con mi país, para lograr ser, lo que debemos ser : un país donde el poder y la política no sean un juego donde sólo unos cuantos deciden, donde sólo unos cuantos intervienen, sino que se convierta en un juego donde todos y cada uno de los mexicanos de verdad seamos incluidos.
¡Hasta la próxima!