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Avance mediocre

Salvador Kalifa

El crecimiento económico mundial continúa frágil a pesar de todos los esfuerzos de los gobiernos de los países desarrollados. En nuestro caso, la economía mexicana ha ido perdiendo vigor durante los pasados doce meses, lo que se apreció claramente en el dato sobre el crecimiento (0.8 por ciento) del Producto Interno Bruto (PIB) real durante el primer trimestre dado a conocer el viernes pasado por el Inegi. En particular, diversos problemas amenazan el rumbo de Estados Unidos (EU), entre ellos factores internos asociados al saneamiento fiscal y algunos externos, como la recesión en la Eurozona y la desaceleración económica en China. Aun así, los mercados financieros han tenido en ese contexto una evolución favorable. No obstante, como menciona la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, "El repunte en los mercados financieros claramente no se está traduciendo en una mejora sostenida en el crecimiento y en el empleo".

La estimación más reciente sobre el crecimiento de la producción mundial de este organismo es del 3.3 por ciento para 2013, similar al de 2012, mientras que para México espera un avance del 3.4 por ciento. Me parece que ambas cifras son bastante optimistas, en particular para nuestro país, donde muy probablemente nos quedaremos con un avance mediocre por debajo del 3 por ciento.

Es cierto que la actividad económica global crece, pero todavía no logra consolidar un proceso claro y autosustentable de avance sostenido. Esto es particularmente preocupante en la economía que más nos interesa, esto es, la de EU.

Por ejemplo, el crecimiento del PIB (1.8 por ciento anual) en el primer trimestre de 2013 estuvo ligeramente por encima del registrado el trimestre inmediato anterior, pero las expectativas eran de una cifra mayor y, desde que se dio a conocer, la información disponible muestra una pérdida de dinamismo de la economía estadounidense.

No extraña, por tanto, que la Reserva Federal (Fed) continúe con su política acomodaticia, cuyos efectos más importantes hasta ahora se han dejado sentir más en los mercados financieros globales y en el fortalecimiento de las monedas de las naciones emergentes, que en un crecimiento vigoroso de la actividad productiva y el empleo en EU. Por lo que se refiere a México, los datos del PIB del primer trimestre también revelan que continúa la tendencia hacia la desaceleración de la actividad económica que comenzó desde mediados del año pasado. No parece que el cambio de administración y las renovadas buenas intenciones para impulsar las reformas estructurales pendientes fueran suficientes para cambiar el rumbo.

El sector secundario, que refleja en gran medida la fuerte vinculación con EU, cayó 1.5 por ciento, por las reducciones en manufacturas, mientras que la construcción se vio negativamente afectada por los problemas del sector vivienda y el retraso en la obra del sector público.

En efecto, cabe recordar que el primer año de cada sexenio presidencial se caracteriza por la falta de experiencia al ejercer el gasto público, por lo que esto se refleja también en los resultados del PIB.

El menor dinamismo en el primer trimestre del año también se debió, aunque en menor medida, a factores estacionales que redujeron el número de días laborales, debido a que 2012 fue año bisiesto y la Semana Santa se ubicó en abril, mientras que este año cayó en el mes de marzo.

El trimestre en curso, lamentablemente, tampoco se ve muy alentador. Quizá se beneficie del efecto estacional citado en el párrafo anterior, pero no se ve todavía cómo puede presentarse un impulso renovado de la demanda externa. Hacia delante nuestra economía seguirá dependiendo de lo que suceda en EU. Los recortes de gasto y la incertidumbre en relación con su rumbo económico tendrán, seguramente, un efecto negativo sobre la evolución de la actividad económica en México.

Un riesgo adicional en ese contexto es la apreciación reciente del peso, alrededor del 4 por ciento en lo que va del año, que puede desalentar aún más los ingresos por exportaciones.

La única manera de reducir esa dependencia de la suerte de la economía estadounidense es el progreso en las reformas estructurales, que en el mejor de los casos comenzaría a sentirse en 2014.

Para que ello suceda, sin embargo, es necesario que las reformas estructurales ya aprobadas (laboral, educativa y telecomunicaciones) no se diluyan en leyes secundarias, así como que no haya obstáculos para, principalmente, un cambio constitucional en materia energética.

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