Ilustración: Aída Moya
Se conocen en Estación del Nord. Ana Belén se sienta a su lado a esperar el tren. Abre la plática:
-¿No eres de por aquí?
-Vengo de México
-Y ¿qué haces tan lejos?
-Tráfico droga. -No cree el argumento, el tipo es demasiado flaco para su ver. Arriba el tren. La catalana toma su maleta y hace fila. El otro la sigue.
¿Cuánta marihuana o cocaína puede caber en un equipaje tan pequeño?, se pregunta la rubia y le mira los ojos tratando de averiguar la mentira. «El Perro balas», es su sobrenombre, su nombre sicario. Nadie lo sabe mas que él. Valencia-Castillón-Tarragona-Barcelona. Acuerdan verse en Sants al día siguiente.
El Perro balas comienza la caminata, en la calle Begár se encuentra el hostal al que llegará. Dos personas de avanzada edad miran el fútbol por televisión. Se instala. Saca pequeñas bolsas con cierres desdentados, y pone dos gramos en cada una. Horas de planear la estrategia para entrar a Francia. Primero, vender la coca base que trae.
Tras inhalar la última línea, el primer rayo de sol se escabulle y junto al embrujo blanco, la luz le dilata la pupila. 7:00 A.M. Toma el metro. Park Güell la primera parada. Se acerca a los turistas. Hace negocio rápido.
Mira el mediterráneo queriéndolo conquistar. Una pálida luz se extiende como si al final los Titanes fueran a salir. ‘El cártel de los Titanes’, piensa mientras se acerca una pareja de jóvenes del Medio Oriente a comprar su mercancía.
La siguiente parada, la iglesia Sagrada Familia. Baja una empinada calle para tomar el metro. Un marroquí con una bolsa enorme camina en la misma dirección. La clandestinidad es una familia que todos conocen. Se saludan. Luego de un breve palabreo, ya con cinco bolsas en la mano, Azzâm, sonríe y se da la vuelta.
El Perro balas llega al templo de la Sagrada Familia, una multitud da la vuelta al edificio. Muchas familias, pero pocos clientes. Busca algún marroquí comenzar a adiestrar a dealers, luego en las armas, luego en la guerra. Su mente es estrategia, es guerra, es cártel. Drug lord su aspiración. Desilusionado regresa al subterráneo. Su mente se contrae. Abraza la mochila como si fuese su última oportunidad en la vida.
Ana Belén lo espera en la entrada del Liceo. Es casi la hora. El Perro balas se entretiene con un vendedor de películas clonadas, y le entrega una tanda de bolsitas. En la noche o la mañana siguiente regresará por el dinero y le dará una comisión por la venta. El Ejército toma forma, toma venta.
Un beso prolongado los amarra con los brazos, con los cuerpos. Las lenguas navegando en el mar de la saliva. Hilos de plata encadenan el deseo de los dos. Ana Belén lo toma de la mano y avanza hacia el barrio gótico. Se detienen en una esquina y con una tarjeta de banco inhalan la sierra de Durango, el Triángulo Dorado. Ella sonríe por el regalo.
-¿Tienes amigos para venderles esto? -Le dice bajando el volumen al final de la frase.
-... -No quiere responder aunque sabe que sí.
En el cabello rubio de Ana Belén se pierden los dedos arrugados del Perro balas, esos que tantos años sembraron precursores de estupefacientes en Las Quebradas, esos dedos que le robaron placer a la tierra. Sigue esperando una respuesta. No llegará.
Barcelona ya es una Plaza en menos de tres meses. El traficante espera en el puerto. Mira la estela de la que nace la mañana, de la historia épica del mediterráneo. El casco de un pequeño barco choca levemente con el muelle. Bonsoir, se escucha una voz de mujer. Le entrega dos paquetes grandes enrollados con cinta canela.
Alto total. Ana Belén sube y entrega el dinero en un pequeño camarote. Quita una parte y deja en la mesa el resto.
-¿Cómo vas con los morrocos?
-Bien, ya saben de qué se trata esto. Han visto videos de cómo asesinan en México en una página de internet: el blog del narco.
Abajo, el otro solamente mira a lo lejos la estela solar que se dispersa entre las olas, como si la luz fuera mutilada, descuartizada, como lo será llegado el momento.