Unos 400 manifestantes bloquearon este viernes 14 de junio los accesos al Estadio Nacional Mané Garrincha de Brasilia donde se llevaría a cabo la inauguración de la Copa Confederaciones. Prendieron fuego a llantas y basura, provocando una gran humareda y contaminación. El mismo día de la inauguración, el sábado 15, se manifestaron nuevamente, pero no pudieron impedir la ceremonia. Miles protestaron en Sao Paulo el 14 por un aumento en las tarifas del transporte público de 6.6 por ciento a 3.20 reales por viaje (1.49 dólares o 19.29 pesos). Hubo más de 200 detenidos y decenas de heridos.
Las violentas protestas han sorprendido porque hasta hace poco tiempo Brasil parecía estar en los cuernos de la luna. Fernando Henrique Cardoso, ministro de hacienda en 1993 y 1994 y presidente de 1994 a 2002, domó la hiperinflación que agobió al país durante décadas y abrió la industria petrolera a la inversión privada. Esto le permitió a Luiz Inázio Lula da Silva, presidente de 2002 a 2010, gozar de una tasa de crecimiento anual de 4.1 por ciento entre 2003 y 2010 y con baja inflación. Sus programas sociales, como Bolsa (o Beca) Familia, redujeron la pobreza de manera importante. El desempleo bajó de más de 10.5 por ciento en diciembre de 2002 a un 5.5 por ciento en la actualidad (Irib).
Ayudado en parte por su carisma personal, Lula puso de moda a Brasil en el mundo y obtuvo para el país la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Además, consiguió la elección de Dilma Roussef como su sucesora en 2010. Pero las cosas no han sido tan fáciles para ella. En 2012 el crecimiento del PIB fue de sólo 0.9 por ciento. La inflación se elevó a 6.5 por ciento anual en mayo de este 2013: nada que ver con los aumentos de otros tiempos, que alcanzaron un máximo de 2,075.8% en 1994 (Wikipedia, "Hyperinflation"), pero arriba del promedio internacional y de las cifras de los últimos años. Este sábado, cuando la presidenta Roussef inauguró la Confederaciones, fue recibida con un abucheo generalizado.
No sé si los abucheos sean justos, pero la protesta tiene una razón de ser. Sólo el Mené Garrincha, reconstruido sobre una estructura anterior, ha tenido un costo de alrededor de 900 millones de dólares, sin contar 141 millones de dólares en obras de infraestructura en los alrededores. El costo presupuestado originalmente para el estadio era de 324 millones de dólares (Terra).
Son muchas y dispares las estimaciones sobre cuál será el costo para el erario de la Copa del Mundo de 2014. Al parecer el gasto total se elevará a 15 mil millones de dólares. El costo público de Sudáfrica 2014 ascendió, según estimaciones ya que los países nunca dan a conocer las cifras, a 6 mil millones de dólares contra un presupuesto inicial de sólo 300 millones de dólares. La presidenta Dilma ha defendido el gasto: "Cuando preguntan ustedes qué ganamos con la Copa […] además de la alegría del futbol, de ver a Brasil jugar, además de la Copa Confederaciones, ganamos una mejora en la seguridad, ganamos todas esas obras que también son fundamentales en las carreteras y en el metro."
La experiencia nos dice otra cosa. Algunas obras de infraestructura quedan de una Copa del Mundo o de unos Juegos Olímpicos, pero el desperdicio es enorme. Los grupos que han protestado en Brasil tienen mucho de razón. Un gobierno que se presume de izquierda ha optado por organizar fiestas faraónicas en lugar de invertir el dinero que tiene para mejorar la economía o para ayudar a quienes menos tienen. Y faltan todavía los Olímpicos de 2016.
TRANSPORTE
La ciudad de México, con un precio del metro de 24 centavos de dólar, tiene uno de los transportes públicos más baratos del mundo. En Buenos Aires el metro cuesta 0.28 de dólar, en Beijing 0.30, en Moscú 0.84, en Río de Janeiro 1.28, en Madrid 1.37, en Nueva York 2.25, en Londres de 2.90 a 9.89 dependiendo de la distancia y en Copenhague 4.20 (priceoftravel.com).
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