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Bálsamo redentor

JÓVENES COLUMNISTAS

ALAN DAVID BARRAZA

Recientemente tras el deceso de un personaje político, famoso, mas no importante a mi entender, se renovó el interés sobre el tema de conservar cadáveres para frenar la putrefacción de figuras célebres, en específico a celebridades de la política y asuntos de Estado. Es Hugo Chávez de quien hablo y la remembranza de personalidades como Stalin, Mao Tse Tung y Lenin, curioso es que todos son de corte socialista radical, también curioso que la mayoría, dados los hechos comprobables, dicha forma momificante de conservación resulta de veracidad ciertamente dubitable, nadie no obstante algunas fotos, puede probar que en verdad se hayan practicado las antiguas técnicas egipcias de 1927 a la fecha, en el caso de Hugo Chávez se hizo público el desengaño. Sin importar si se embalsamaron o no, la causa que lo origina es lo que genera consternación.

Es común que en la historia se den casos en los que se idealiza a un líder independientemente del sostenimiento y respaldo de su liderazgo, esa fuente de su poder y pompa puede ser desde un discurso, miedo, linaje o amor. Nicolás Maquiavelo ejemplifica muy bien este tema sobre las fuentes de poder como causa y efecto de la naturaleza en el ejercicio del poder, en casos como el de su contemporáneo César Borgia, Lorenzo de Médicis o el rey francés Francisco I, deviene útil mencionarlo, para dilucidar las causas que originan el hecho de que una figura de mando sea a su vez redentor. Uno de los que se han encargado de describirlo de forma brillante actualmente, es el escritor Enrique Krauze en el "mesías tropical", alusivo al doblemente candidato presidencial de la "izquierda" mexicana: Andrés Manuel López Obrador.

Y es que nos enteramos recientemente que estuvo en peligro la vida de un personaje de la vida pública internacional muy conocido, que nos hace recordar, por el grado al que llega a ser objeto de admiración, a emblemas de la talla de Martin Luther King Jr., o hasta el propio Gandhi. Sin duda es de Nelson Mandela de quien hago alusión, y es que esa comparación es totalmente justificada, demostró al igual que los anteriormente señalados, un camino y alternativa de solución a una grave y tortuosa problemática social, durante 27 años probó que los ideales y la tenacidad imperan sobre la injusticia y la opresión. El apartheid y lo que el segregacionismo racial representaban en el contexto en el que este sudafricano triunfó, evidencian que no son sobresaltadas las aseveraciones mesiánicas, mas sí un tanto imprecisas.

Y es que en ningún momento, coyuntura o atmósfera política se respalda el hecho de deificar a un actor que vive de la administración y dirección de un ente público, ocurrió en Roma con los césares y su imperio sucumbió desde dentro de su propia vastedad, los reyes medievales legitimaban su poder con la conexión divina hasta que la revolución del pensamiento los hizo perecer uno por uno. El legado de un actor político no debe rebasar el de un colaborador de causas trascendentales, la megalomanía provoca caos de proporciones insospechadas y un ejemplo muy grande es el propio Napoleón Bonaparte.

La noticia de este 17 de junio nos provoca un poco de relajación, en la que se indica que el estado de Mandela es de estable, la pregunta que es necesario plantear, ¿qué importancia resulta tener el hecho que uno de los bastiones del mundo igualitario y democrático al que cada vez parecemos acercarnos más, puede estar viendo sus últimos días?, es un recordatorio de lo que se ha logrado y debemos aun afrontar, una manifestación de que si bien es menester no olvidar lo que anteriormente la historia nos plasmó, debemos ahora mirar hacia los retos que a nivel global se nos muestran. La lucha que libró no sólo era en contra del racismo y la segregación; el antiimperialismo y la equidad económica eran parte también esencial de la postura y propensión del ANC (congreso nacional africano), aun son temas pendientes que la sociedad internacional debe contemplar y para los cuales, necesitaremos no redentores políticos, esa era ya fue superada, ahora es la colectividad la que demarcará si es posible o no tales vicisitudes encarar.

La crítica severa de Krauze contra todo aquel redentor político es si bien coherente, carece de propósito, pues son figuras que de forma natural germinan en una u otra parte, pues la importancia valorativa de un ícono mesiánico no estriba en la fuente de popularidad que le legitima sino en el autoconcepto que lo motiva, caso específico de nuestro líder izquierdista, totalmente contrario al "príncipe" de Maquiavelo, esa redención puede darse, pero el valor que el accionante le da, determina lo valioso de sus actos, Mandela pudiera encajar también en ese ejemplo, ahora lo que se requiere es colaboración uniforme a niveles nunca vistos.

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Escrito en: jovenes columnistas

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