Esta vez no sucedió en El Salvador, Guatemala o en alguna colonia popular de México, sino en los suburbios de la ciudad industrial Cleveland y prácticamente a la vista de los vecinos quienes nunca detectaron el rapto y maltrato de tres jóvenes mujeres a lo largo de una década.
Ocurrió además en pleno siglo XXI y dentro del país que se jacta de vigilar y respetar escrupulosamente los derechos humanos y las libertades individuales.
Amanda Berry, Gina de Jesús y Michelle Knight de 27, 22 y 30 años, respectivamente, vivieron sujetas a todo tipo de abusos en una casa de dos pisos de Ariel Castro, un inmigrante de 52 años de Puerto Rico y ex conductor de autobús escolar quien fue arrestado junto con sus hermanos Onil y Pedro de 50 y 54 años.
La noticia del triple y prolongado cautiverio de jóvenes acaparó los ratings de los noticieros de la televisión norteamericana, cuyo auditorio no daba crédito de que un delito tan grave se registrara en su país y que ningún vecino o autoridad hubiera sospechado prácticamente nada.
Las jóvenes fueron confinadas por los Castro en diferentes circunstancias, las tres desapariciones fueron en su momento reportadas a la Policía y se realizaron infinidad de eventos y actos ciudadanos con el objetivo de encontrarlas vivas en algún punto de la Unión Americana.
Incluso dos de las desapariciones fueron tema central en uno de los populares programas de Oprah Winfrey. El colmo de la tragedia fue que Ariel Castro distribuyó en una ocasión volantes para localizar a Gina de Jesús y participó en eventos comunitarios para recordarla. En la última vigilia, hace apenas un año, tuvo el descaro de charlar y consolar a la madre de la chica.
Se presume que los Castro encadenaban a sus víctimas además de ultrajarlas y golpearlas a lo largo de estos diez años. En casa de Castro fue rescatada una niña de seis años que se presume es hija de Amanda Berry y que fue engendrada como producto de una violación de sus captores.
El desenlace de esta trama que supera a cualquier guión de cine de terror, ocurrió gracias a la intervención de un vecino que atendió los lamentos de Amanda, quien reportó la situación al número de emergencias 911 lo que desencadenó la liberación de las jóvenes y la posterior captura de los hermanos Castro.
El secuestro de menores es un delito cada vez más común en nuestros tiempos. En Estados Unidos se calcula entre 3,500 y 4 mil el número de casos sin resolver de niños desaparecidos.
Lo más grave es el aumento de menores secuestrados que son utilizados para ser explotados sexualmente y no para venderlos a matrimonios sin hijos como ocurría en el pasado.
Los raptos de menores ocurren además en distintos países y circunstancias. Anteriormente se sabía de niños mexicanos que secuestraban para ser trasladados a Estados Unidos, pero ahora escuchamos todo tipo de historias humanas colmadas de drama y dolor.
Sarani Hernández, una mexicana que reside en California, logró recuperar recientemente a sus hijos de 9 y 11 años de edad, luego de un año de haber sido secuestrados durante una visita que realizaron al estado de Michoacán.
El pasado 13 de abril fue encontrada en El Salvador una niña de cuatro años que había sido secuestrada doce días antes en un mercado de Texcoco, en el estado de México. La menor Valeria Hernández de Jesús deambulaba en las calles de Sonsonate, localizada a 90 kilómetros de la capital San Salvador.
Casos como los anteriores, especialmente este dramático suceso de Cleveland, evidencian la necesidad urgente de nuestra sociedad de extremar todo tipo de cuidados para proteger a los menores de edad, hoy en día expuestos a tantas barbaridades del mundo moderno.
Esperemos que la experiencia de Amanda, Gina y Michelle, sirva para que tomemos conciencia de las atrocidades que pueden ocurrir a nuestro alrededor si no vigilamos de cerca a nuestros niños y si no ponemos en su sitio a depredadores sociales de la calaña de Ariel Castro.
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