Beneficiarios del gobierno
Los políticos siempre nos dicen que no tienen suficiente dinero para gastar, pero la cantaleta se vuelve mayor cuando se acerca el fin de año y empiezan a buscar de dónde sacar más dinero de los contribuyentes. Es la época en que nos suben los impuestos.
En este fin de 2013, pueden estar contentos porque para el año que viene han decretado la mayor alza de impuestos de un solo golpe en la historia reciente de nuestro país. Esto les ha permitido programar un gasto de cuatro billones 500 mil millones de pesos; por mucho, el mayor en la historia de nuestro país.
Los políticos siempre nos dicen que este gasto es por nuestro bien. Si pagamos más impuestos, el gobierno podrá ofrecer mejores servicios y construir un país más próspero. Pero la experiencia nos dice algo muy distinto. El gasto gubernamental usualmente no beneficia a la población en general, sino a los propios políticos y a la burocracia.
En los últimos años la lucha contra el crimen y la superación de la pobreza han sido los esfuerzos para los que más se ha incrementado el presupuesto gubernamental. Sin embargo, la inseguridad ha aumentado mientras que la pobreza se ha mantenido virtualmente igual. El gasto gubernamental ha sido absolutamente ineficiente como herramienta para reducir estos problemas sociales. Lo único que sí ha aumentado al ritmo del gasto del gobierno, es la burocracia y la riqueza de los dirigentes políticos y líderes de los sindicatos que trabajan para el gobierno.
Si una empresa privada operara como el gobierno, estaría siempre en bancarrota. Las empresas miden su éxito por la obtención de resultados concretos, de utilidades que benefician a sus accionistas. Si una empresa no logra utilidades, tarde o temprano tendrá que ser cerrada por sus dueños. En cambio, el gobierno no mide sus resultados concretos, sino simplemente lo que gasta. Los políticos nos dicen que están muy satisfechos por haber gastado tanto dinero más para el combate a la pobreza, pero bien se cuidan de señalar cuánto ha bajado realmente la pobreza.
Quizá habría que aceptar que el gobierno es un gran negocio, pero sólo para los que trabajan en él. Los burócratas, funcionarios y políticos ganan mucho más que los ciudadanos comunes y corrientes; al contrario que los trabajadores normales que los sostienen, no pueden ser despedidos y además se jubilan a una edad mucho más temprana, en ocasiones a los cincuenta años de edad, y cuando se retiran, lo hacen con pensiones mucho más generosas que las de los contribuyentes que les pagan todos sus beneficios. Los beneficiarios, los verdaderos accionistas del gobierno no son los ciudadanos, sino los políticos y los burócratas.
Los ciudadanos comunes y corrientes, contribuyentes que pagamos por los gastos y dispendios del gobierno, podemos entender que somos rehenes de un sistema político hecho para dar privilegios a unos cuantos. Pero cuando menos, deberíamos exigir un poquito de respeto a quienes nos explotan de manera inmisericorde. Que acepten que nos despojan del fruto de nuestro trabajo no para combatir la inseguridad o la pobreza, sino para enriquecerse. Ahora, con su demagogia, ni la burla perdonan.
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