Apenas sesenta días le duró el período de gracia o luna de miel al gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando el primero de febrero México amaneció con la noticia de la salvaje explosión en un edificio de Pemex que causó la muerte de 37 personas y dejó heridas a 125 más.
Que ocurra un incendio en una fábrica, bodega o incluso en un comercio resulta hasta cierto punto comprensible por la variedad de los productos y las condiciones de tales inmuebles.
Pero que el estallido se produzca en una oficina de gobierno y particularmente de Petróleos Mexicanos, en donde se supone las exigencias de seguridad son altas, resulta inaudito además de sospechoso.
Más todavía cuando el siniestro ocasionó tantas pérdidas humanas y daños materiales impresionantes. ¿Si no existen condiciones mínimas de seguridad en un edificio propiedad de Petróleos Mexicanos, ubicado en pleno Distrito Federal, entonces en dónde podremos estar seguros los ciudadanos de este país?
Para colmo, unas horas después, en el emblemático puerto de Acapulco, antes paraíso mundial del turismo, seis mujeres españolas fueron ultrajadas, robadas y amordazadas por una horda de delincuentes, quienes se dieron el lujo de "perdonar" a una mexicana y de neutralizar a siete varones también de origen ibérico.
Hasta ahora el alcalde acapulqueño Luis Walton paga los platos rotos y el descrédito internacional por sus desafortunadas declaraciones sobre la agresión ocurrida a las orillas del balneario turístico cuando apenas recobraba su imagen por las balaceras, secuestros y crímenes ocurridos en años anteriores.
Esto fue lo que escribió un articulista de El País, el diario de mayor circulación en España, sobre lo dicho por el alcalde de que las "violaciones ocurren en cualquier lugar del mundo":
"Pues usted perdone, jefe, pero en cualquier parte no. Estos delitos no deberían ocurrir, en rigor, en ninguna parte, y no sé yo si este hablador a destiempo es cojo de sintaxis o un acostumbrado a la barbarie, que a lo mejor hasta son compatibles ambas cosas.
"Acapulco, y más concretamente el Estado de Guerrero, donde este señor tiene batuta, es un rincón de pobreza y violencia, uno de esos paraísos de palmera donde adornan el hall de los hoteles con la advertencia inquietante: 'Por su seguridad, mejor permanezca en el recinto'".
"Estas frases sí que no suceden en cualquier parte. Como tampoco en cualquier parte sale un alcalde alegre a ponerle prosa intolerable a un asalto salvaje. Mejor, quedarse callado. Y casi aún mejor, en su casa".
Esta indignación de los españoles muy pronto se volcará sobre el gobierno federal si los responsables no son capturados y enjuiciados pronto. Finalmente para los extranjeros la seguridad en una playa como Acapulco es responsabilidad de quienes gobiernan el país, sin importar que llevan 30 o 60 días al frente de la administración.
Por cierto el alcalde Walton intentó deslindarse al reclamar que no ha tenido respaldo del presidente Enrique Peña Nieto y de que heredó de su antecesor --el priista Manuel Añorve-- un desastre en seguridad además de adeudos por dos mil millones de pesos.
Resulta por demás injusto culpar de ambos incidentes graves --el estallido en Pemex y la violación de seis españolas-- al presidente Peña Nieto y su equipo de trabajo, pero tampoco podrán eludir la responsabilidad que asumieron desde el pasado primero de diciembre de 2012 de cumplir y hacer cumplir las leyes de este país.
Es por demás evidente que México con sus 110 millones de habitantes y su cada vez más compleja sociedad trastocada por la delincuencia organizada y la ineptitud de los políticos, dejó de ser hace muchos años el país apacible, generoso y pacífico que habitaron nuestros padres y abuelos.
El mes anterior fueron las matanzas en varios estados de la República, la semana pasada el estruendo en Pemex y el reciente fin la violación masiva en Acapulco. ¿Qué nos depara México para el mes entrante y para lo que resta del año? ¿Serán suficientes un pacto político y una estrategia de no hacer olas para poner en su lugar a los amos y señores del crimen?
Bienvenido a la realidad, presidente Peña Nieto. Esperamos que su gobierno reaccione y tome muy pronto el toro por los cuernos.
APUNTES FINALES
El presidente Barack Obama intenta una arriesgada carambola de tres bandas, por un lado la reforma migratoria, luego el control en la posesión de armas y finalmente el plan para reducir drásticamente el gasto federal... ¿Será posible poner de acuerdo en los tres temas a su dividido Congreso?
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