Blanchot, un autor de la imposibilidad y la ausencia
Como un egoísta que no tenía sentimientos más que para algunos, que raramente tenía ganas de agradar y a quien raramente agradaba algo, así se definía el escritor, ensayista y crítico francés Maurice Blanchot, a quien homenajeamos como el personaje de la semana de quien compartimos algunos datos biográficos, a 10 años de su partida.
Aunque existen pocos textos en español que detallan la vida y obra del autor, se sabe que nació el 22 de septiembre de 1907, que estudió Filosofía en la Universidad de Estrasburgo y que a lo largo de su vida trabó amistad con personajes como Emmanuel Lévinas, de Georges Bataille y Jacques Derrida.
Datos de la biografía publicada por la página de editorial Trotta destacan que su vida estuvo consagrada a la literatura y al silencio que le era propio, frases con las que se le etiquetó casi siempre.
Cuentan que una grave enfermedad al final de la adolescencia le dejó secuelas el resto de sus días y que quizá ello marcó su carácter retraído.
Al respecto, el escritor argentino Guillermo Saccomanno apuntó en su ensayo “Blanchot: el último de los Malditos ilustrados”, que Maurice fue el gran escritor de la impasibilidad y la ausencia, lo que quizá originó el hecho de que aunque vivió mucho tiempo pasó prácticamente inadvertido.
Su reivindicación, explicó, “fue un largo gesto trazado desde el existencialismo hasta el estructuralismo y el post-estructuralismo, y sus textos filosos y sugerentes nos llegan hasta hoy con reticencia y lucidez”.
La editorial citada destaca los años 40 como el punto en el que Blanchot inició una intensa actividad como crítico literario, textos que después uniría en sucesivos volúmenes como: “Falsos pasos” (1943), “La parte del fuego” (1949), “Lautréamont y Sade” (1949), “El espacio literario” (1955), “El libro por venir” (1959; Trotta, 2005), “El diálogo inconcluso” (1969) y “La amistad” (1973).
Se trata de una escritura en la que Blanchot evoluciona de la ultraderecha a la izquierda, y en la que cuestiona permanentemente la posibilidad de la literatura, del escritor y de la obra, en una reflexión atravesada por las nociones de lo neutro, la soledad y la «desobra».
A ésta, expone un texto consultado en una famosa enciclopedia en línea, consagrará uno de sus últimos escritos “La comunidad inconfesable” (1983), en el que se muestra la convergencia de su pensamiento literario y político.
De acuerdo con conocedores de su obra, ésta se puede dividir en tres géneros: crítica, de ficción y fragmentaria. En el primer caso incluyen obras como “Falsos pasos” o “La parte del fuego”; en el segundo, grandes novelas y relatos, mientras que en el tercero ubican a “Le pasa au-delá” y “Lécriture du desastre”.
Sin embargo, a diferencia de sus ensayos, la obra narrativa de Blanchot es prácticamente desconocida en nuestra lengua.
Es evidente que su literatura no es comercial, pero también que nada le importó, le importa ni le importará serlo”, comenta Saccomanno, quien destaca el hecho de que esa no sea una pose sino una convicción.
A fuerza de desesperación, es quizás uno de los primeros teóricos de la ´forma breve´, que parece tan moderna en estas costas marrones del Río de la Plata.
“Según Roland Barthes, las formas breves de Blanchot, parafraseando a Virginia Woolf, son “pequeños milagros cotidianos” o, si se prefiere, “fósforos inopinadamente frotados en la oscuridad”, remata el también guionista, en el texto publicado en su blog “Transtierros. Lecturas, comentarios, diálogos, escrituras y transtextos”.