¿Qué tan cerca o qué tan lejos estamos de una situación social como Brasil? La pregunta está cada día más presente en los medios y en las conversaciones de los mexicanos, pues esas manifestaciones que por momento vemos tan lejanas, como vimos las de Grecia, España o la primavera árabe, de repente se nos acercan como un fantasma. Una lejana nota internacional se convierte en un espejo en el que por momentos se dibuja el rostro de nuestro país.
Hay dos elementos necesarios para que se dé la conflagración social: una situación prolongada de injusticia social, corrupción, falta de oportunidades, y un detonante: la estopa y el cerillo. (Al respecto recomiendo leer la columna de Guillermo Valdés "¿Hay condiciones para un estallido en México como el de Brasil?" publicada el miércoles).
Podemos decir que la estopa está y está en su punto. El sistema económico neoliberal se basa en la exclusión. Le importa el tamaño del mercado y no el número de participantes en él. Esto es, para la economía es igual que haya un gran comprador de diez y nueve de cero que cinco de dos. De 1990 a la fecha la economía mexicana ha crecido pero no ha sido capaz de distribuir la riqueza, por el contrario ha profundizado las desigualdades al mismo tiempo que ha pauperizado los servicios. La corrupción es, además, un tema permanente, recurrente y con crecimiento exponencial.
Pero el componente más grave de la estopa es la desesperanza. Generacionalmente México está llegando al punto más crítico de su curva poblacional. Lo que en términos económicos puede ser leído como un bono generacional, las generaciones más grandes de mexicanos de la historia (mucha mano de obra productiva), en términos sociales significa la acumulación de frustración más grande que se tenga memoria. La generación de quienes tienen ahora entre 20 y 24 años suman 9 millones 800 mil jóvenes; la que tiene entre 15 y 19 alcanza 11 millones 70 mil, y la que le sigue abajo 10 millones 900 mil (dato al margen pero espeluznante: 220 mil jóvenes de entre 15 y 24 años murieron, entre accidentes, guerra al narco, enfermedades, o migraron entre los años 2005 y 2010). Esto es, no hay manera de darle trabajo y satisfactores a generaciones de más de dos millones en una economía que con dificultad genera 800 mil puestos de trabajo. En estas condiciones la excusa es lo de menos. Una tontería como la del equipo del entonces candidato Enrique Peña Nieto generó un gran movimiento social, el 132. Aunque no llegó a los niveles de otros países, tuvimos una pequeña degustación de lo proclive que está el campo social al incendio.
Sin embargo hay un elemento permanente en todos los países y que en nuestro ejemplo de la estopa y el cerillo podríamos catalogar como la lija: esa pequeña fricción que enciende el fuego y que se llama represión policiaca o confrontación, dependiendo del lado que se vea. Sucedió en Egipto, en España, en Brasil, en Túnez; en todos los casos encontramos un acto de represión que terminó por encender la mecha.
La prudencia de las autoridades es, en este contexto, un elemento fundamental para que ese Brasil que hoy vemos lejano no se nos aparezca de repente cercano y vecino.